Sucede una vez más en “Tinta y tiempo”, el regreso del uruguayo residente en Madrid, un lustro después del exitoso “Salvavidas de hielo”. Si en aquel álbum se había impuesto el límite de que el único instrumento que suene sea una guitarra (ejerciendo de todo: de percusión, de bajo, exigiendo la sonoridad de cada milímetro del nylon y el diapasón), en su flamante regreso discográfico hay dos claros afanes: acercarse a ciertos yeites de la música sinfónica, a la vez que también lo hay por mantenerse joven y conectando con las nuevas derivas de las músicas populares.
En relación a esto último, su colaboración con C. Tangana y su universo (que ya se había plasmado en “Nominao”, en el disco del madrileño; y que generó también relaciones con Víctor Martínez o Alizzz), con la joven estrella del pop israelí Noga Erez o con su propio hijo, Pablo Drexler, que tras años estudiando producción y sonido en Londres ha arrancado una carrera en solitario como pablopablo. Ahí quedan canciones como “Tocarte” (una de sus canciones más explícitamente sexuales), “¡Oh, algoritmo!” (en la que lanza una fiera crítica a la manera de consumir y asimilar la música en la actualidad) o “Bendito desconcierto” (una oda de la asimilación del desconcierto al que están acostumbrados a habitar tanto él como su compatriota Martín Buscaglia, que colabora en el tema), por poner solo algunos ejemplos.
Sin embargo, y más allá de estas colaboraciones que abren el universo y el registro de producción del álbum, su aliado ha sido una vez más Campi Campón, con quien en varios de sus discos ha conseguido articular un registro en donde Drexler se debate entre una producción minimalistamente modernista, una canción de autor casi hablada que roza la spoken word y un universo íntimamente conectado con ritmos populares, como se demuestra en canciones como “Amor al arte”, “Tinta y tiempo”, “Corazón impar” o piezas como “El plan maestro”, con colaboraciones como la de Rubén Blades.
Pero resulta especialmente estimulante ver esos acercamientos cuasi sinfónicos, en una línea relativamente similar a la de trabajos de Coque Malla como “El último hombre en la tierra” que plasma en canciones como “Cinturón blanco”, “El día que estrenaste el mundo” o en tramos de “Bendito desconcierto” o “El plan maestro”, en la que habitan varias canciones dentro de esas mismas canciones. Veremos dónde lo lleva el próximo reseteo a uno de los compositores y cantores más importantes de las últimas décadas.
Alan Queipo.
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