William Gottlieb

Cuenta la leyenda que a mediados de 1943, cuando Estados Unidos ya había entrado de lleno en la Segunda Guerra Mundial, los directivos de la estación radial WPAT de Paterson, New Jersey, tuvieron la idea de “suavizar” la racha de noticías sobre bombardeos y muerte con una transmisión de rumba cubana en los estudios de Church Street, donde habitualmente se grababan los programas matinales. La orquesta invitada para tal ocasión fue la glamurosa y melódica banda de Xavier Cugat armado de violín, fino bigote y traje de rayas.

Fue un verdadero suceso que obligó a la WPAT a destinar uno de sus mejores horarios (12:30 del mediodía) para la transmisión de un programa de música latina. El encargado de amenizarlo fue un locutor de origen judío que se había dado a conocer años atrás en la WEVD de Nueva York. Su nombre, Art Raymond, y su estilo, espontáneo, festivo y locuaz. Raymond era conocido por hablar en yidish a la sobria audiencia judía de Manhattan y el Bronx, pero también por su facilidad para los idiomas. Cuando presentó a Cugat lo hizo como si llevara años hablando en español: “Muy buenas tardes queridos amigos, ¿como estan ustedes?”.

Los teléfonos comenzaron a sonar pidiendo que Raymond volviera a decir lo que dijo. Eran los Días de Radio que tan bien retrató Woody Allen y donde cualquier hecho era susceptible de convertirse en un fenómeno. De modo que el gerente de la estación lo llamó a su oficina y le dijo “estamos muy contentos con usted. Debes hacer esto todos los días”. Así nació la radio de música latina en Estados Unidos.

Cuando Raymond se estableció en Nueva York algún tiempo más tarde, pasó a engrosar las filas de la WVNJ y su show del mediodía pasó a llamarse Tico Tico Time en honor al famoso choro Tico Tico no Fubá de Zequinha de Abreu que tocaban absolutamente todas las orquestas de salón de su tiempo. Con este programa en marcha llegó el final de la gran guerra, con los veteranos otra vez en casa y con un país a punto de entrar en una nueva dinámica con respecto a la emigración gracias a la apertura promovida por el alcalde de Nueva York Fiorello Laguardia.

En 1946 Raymond, a quien sus amigos judíos habían empezado a llamar Pancho (a todo aquel que gustara de cuestiones latinas le decían así), exportó la idea del Tico Tico Time a otros espacios en Nueva York. La idea fue secundada por el polifacético productor discográfico Gabriel Oller y por el modesto diario La Prensa. El lugar destinado para el evento fue la esquina de la calle 110 con Quinta Avenida, donde se encontraban ubicados los populares salones de baile de los hoteles Park Palace y Park Plaza. Un lugar perfecto, en especial durante las tardes de domingo, para ver al popular Noro Morales en abierta competencia con el no menos famoso Machito y sus Afrocubans. Habían nacido las Batalla de las Bandas.

El periodista Alonzo se encargó de anunciar las competencias en el diario latino La Prensa y su director, Bobby Quintero, de promover un concurso donde todos los lectores votarían para elegir a la mejor orquesta del evento. En el Centro Musical Hispano, que dirigía Oller en la 51 con Sexta Avenida, se repartían volantes con fecha y hora, mientras que Raymond avisaba a la comunidad con un altoparlante por las calles. La radio había salido a las calles, lo que para la música latina a partir de entonces sería esencial.

Sin embargo, no todas las batallas fueron musicales. En abril de ese mismo año un encuentro de cinco orquestas acabaría en un caos y las avalanchas generadas bien pudieron terminar en tragedia. Como si fuese una escena de Gangs of New York, todo el mundo se dio de golpes con todo el mundo, hubo policías heridos, mujeres asfixiadas, chicos jóvenes atropellados y muchísima histeria. Las Batallas de las Bandas le darían a los latinos y a su música una mala fama evidente en toda la ciudad, y estos eventos, por supuesto, fueron suspendidos. Dice otra leyenda urbana que el término salsa nació allí para referirse a un evento latino donde había de todo.


Los alumnos de Walter Winchell

De todas formas Art Raymond no fue el primero que puso música latina en su programa de radio, ni el único que transmitió desde la calle. Muchos directores de bandas se sentían obligados a promocionar sus discos a través de la radio, lo que ya era común en el mundo del jazz. Noro Morales había conseguido vender unos cuantos discos y de paso ganar una gran aceptación en el ambiente debido a la composición Walter Winchell Rumba.

Walter Winchell, el rey de la crónica rosa de Nueva York a mediados de los 40 y, como no, estaba muy bien relacionado. Se codeaba cada noche con políticos locales y gangsters judíos e italianos que controlaban los salones de baile. Por esta razón era amigo íntimo de Owney Madden, el dueño del famoso Cotton Club y le iban bien las cosas, pero en 1932, le dijeron en secreto que iban a borrarlo del mapa por saber demasiado. Winchell huyó a Los Ángeles, pero extrañamente regresó algunas semanas después dispuesto a colaborar con John Edgar Hoover y el FBI en su persecución al crimen organizado.

Se dice que Winchell simplemente desviaba la atención de las autoridades para beneficio del gran capo Lucky Luciano. Así, cuando su jefe de sicarios Louis Lepke Buchalter se convirtió en un problema para todo el entorno mafioso, Winchell lo entregó a Hoover. Buchalter fue ejecutado en 1944 en Sing Sing y un año después Noro Morales lo inmortalizaba con su Walter Winchell Rumba.

Winchell estimaba a Morales, pero quien le caía realmente bien era Pupi Campo. El crooner cubano, famoso por su locuacidad, carisma y don de gentes, se hizo amigo de Walter Winchell ni bien llegó a la ciudad. De esta forma el locutor y sus influyentes amigos no tardaron en encontrar sitios de baile apropiados para Campo, primero en Harlem y luego en la fastuosa y vacacional Atlantic City que manejaba Nucky Johnson. Fue la plataforma definitiva para el estrellato de Campo.

Winchell era, de todas formas, un caso especial, aunque en él se ve como los locutores en aquel tiempo eran importantísimos por la influencia de sus programas de radio y su poder de convocatoria y animación en los shows nocturnos. Otro no menos importante era Fred Robbins.

A diferencia de Winchell, conocido por sus críticas mordaces, Robbins era famoso por sus entrevistas, de modo que Miguelito Valdés, uno de los latinos más populares de aquel tiempo, le insistió a Machito que la única forma de promocionar su orquesta era contactando directamente con este pez gordo de la radio. Así Machito se dejó llevar por Miguelito al programa Robbins Nest que tenía el locutor en primeros lugares de sintonía en 1947 en la WOV. Robbins no sólo entrevistó a Machito, sino que organizó un concierto de los Afrocubans en enero de 1948 en el Town Hall, aparte de convertir en un hit radial su versión del tema Killer Joe.

Otro locutor que se había convertido en estrella, y este si con una intención clara de dominar el público latino, era Dick Sugar. Aunque su experiencia en la radio se remonta a los años de las Batallas de las Bandas, su conexión con la música folclórica puertorriqueña y el mambo arrancó en 1948 en la WEVD donde había debutado Raymond. La WEVD transmitía en la frecuencia 97.9 de la FM y también en AM, había sido fundada con las iniciales del político y publicista Eugene Victor Debs en los años 20 y se había caracterizado por una programación que hoy sería llamada “de músicas del mundo”.

A pesar de su nombre Dick Sugar era serio y vestía con la apariencia de un médico. Infundía respeto entre sus colegas y entre los músicos, y eso que a la vuelta de poco tiempo ya era conocido con el sobrenombre de Ricardo en referencia a Ricky Ricardo, el personaje que interpretaba Desi Arnaz en la serie I Love Lucy. El sobrenombre se lo pusieron cuando Sugar logró convencer a los directivos de la cadena de hacer un show latino y competir con Art Raymond. Lo consiguió, pero a diferencia de este, entabló relaciones con casas discográficas que lo abastecieron de material promocional. Una de ella fue la recién creada Tico Records, lo cual generaría un conflicto nominal con el programa de Raymond.

Los años 50 y el apogeo del mambo en el Palladium encontraron a Raymond y Sugar como los reyes de la difusión radiofónica latina, pero otros peces nadaban en ese río. En su mayoría eran locutores judíos que habían seguido la misma estela y que, como ellos, también tenían apodos latinos como Bob “Pedro” Harris.

Lo de los apodos era común. Al igual que los viejos trovadores cubanos y jíbaros puertorriqueños, los locutores eran conocidos por un remoquete que simbolizaba alguna cualidad particular. De esta forma estaban Matty “Maravilloso” Singer en Philadelphia y un peculiar hombre alto y flaco de voz gutural y cuidadísima pronunciación en Nueva York, Sidney “Sinfonía” Torin, o como mejor se le conocía, Symphony Sid.

Sid era un fumador empedernido que bebía brandy todo el tiempo y que captaba la atención del público por el sonido de motor de su garganta, como si fuese el encendido de una Harley Davison. Boris Karloff habría envidiado su entonación que en el contexto cinematográfico, sonaría tenebrosa, pero que en la música de salón y en la radio producía el efecto deseado. Su nombre de pila era Sydney Tarnopol Torin, había nacido en Nueva York en 1909. Su padre era ruso y su madre, rumana. Sidney era el más viejo de tres hermanos con los que creció en Brooklyn, y era pobre, muy pobre, y la depresión lo agarró con 20 años en un mundo marcado por la mafia y el swing.

Cuentan quienes lo conocieron que lo que más le gustaba era la trompeta y que quiso aprender a tocarla con mala fortuna. Le tocó dejarla para ayudar a su madre a subsistir, y también le tocó dejar el colegio. Pasó por múltiples oficios, desde los tradicionales de cargador de bultos en bodegas hasta ayudante de mensajería en una tienda de registro. Brooklyn no era fácil, de modo que se fue a buscar fortuna al Bronx y allí, marcado por la vecindad de Harlem y la efervescencia musical, le llegó la oportunidad de ser locutor. Su primer trabajo lo consiguió en 1937 en la WBNX, donde trabajó como un discjockey de la tarde. El programa tenía como titulo Afternoon Swing Session, y la música, como no: Count Basie, Duke Ellington, Chick Webb y Ella Fitzgerald.

Muy pronto Sidney Torin se hizo popular entre la gente joven, pues se encargaba directamente de las peticiones del público en un programa que se dio a conocer como The Symphony of Sidney, y luego como The Symphony Sid. En él, Sid hablaba, ponía discos y vendía publicidad. Dicen que uno de sus principales anunciantes era una tienda de ropa para gangsters y que fue allí donde lo empezaron a llamar Symphony Sid al igual que su espacio radial. Pero lo curioso del programa es que únicamente tocaba música negra, jazz negro, aunque Sid era blanco, el único blanco que colocaba música negra en aquella época.

Hacia 1941 Symphony Sid se fue de la WBNX a la WHOM ubicada en New Jersey, fundada por la familia Pope y con programas en inglés, en alemán y en español. Allí Sid se hizo todavía más famoso debido a dos hechos. El primero, que Estados Unidos había entrado de lleno en la Segunda Guerra Mundial y los programas con noticias sobre Alemania adquirieron una audiencia inusitada. El segundo, que comenzó a co-producir y promover conciertos de jazz, en asociación con Monte Kay, un conocido empresario de Broadway.

Lo que sucedió de allí en adelante con Symphony Sid fue un ir y venir de emisoras de radio, pues de la WHOM pasó a la WWRL y luego a la WMCA. De manera que cuando la guerra terminó, la gran mayoría de músicos de la parte alta de Nueva York lo buscaban como agua de mayo para que los promocionara. Algunos músicos agradecidos por los favores recibidos hasta escribieron canciones en su honor. Así en 1947, Arnett Cobb grabó Walkin With Sid para el sello Apolo; y también en 1947, Sid comenzó a usar una canción de Erskine Hawkins, y titulada After Hours, como tema de su nuevo programa homónimo.

Sid había acabado de cumplir 39 años cuando en diciembre de 1948, el club para el cual trabajaba, el Royal Roost, contrató a los Afrocubans de Machito. Fue en esa navidad cuando Sid entró en contacto con la música latina. Convertido en maestro de ceremonias del Royal Roots, Symphony Sid junto a Monty Kay empezó a definir un nuevo proyecto: que los grupos que tocaban en el club y cuyos conciertos se transmitían por la radio, fueran grabados en un sello nuevo que llamarían igual que su club.

Sin embargo, sucedió algo que afectó todo. Sid era un consumidor habitual de marihuana, la hierba que él llamaba te. Y tanto habló de te en su show radial, que lo investigaron, y allanaron su casa y lo detuvieron. El juicio se realizó en enero de 1949, y aunque el caso fue declarado nulo, su reputación se vino a pique.

Tras dejar la WMCA para irse a la WJZ (WABC), filial de la ABC, a Sid le llegó la oportunidad de resarcirse cuando tras una demanda de Morris Levy a su socio Monty Kay provocó la compra de un modesto club llamado Clique en la Broadway con 53. Levy le cambió el nombre con la intención de atraer a las grandes figuras del be-bop y del cubop y le puso Birdland, como un homenaje al que para entonces era considerado un mito viviente de la expresión, Charlie “Bird” Parker.

Todas las noches tocaban en el Birdland los Afrocubans de Machito, amparados por la difusión radial de Symphony Sid, quien se había convertido en socio de Morris Levy. Sid reinaba en el salón de Broadway y cautivaba a la audiencia con su personalidad arrolladora. Antes de cada tema interpretado por la orquesta, solía conversar con Machito y con Graciela, divirtiendo al auditorio con comentarios humorísticos. Así estuvieron hasta finales de 1951, cuando, agobiado por la presión judicial de que eran objeto los dueños del sitio, Sid decidió irse a vivir a Boston y esperar a que se enfriaran las cosas.

Ya para entonces era el locutor más famoso de la ciudad, tanto que Illinois Jacket escribió un homenaje titulado Symphony in Sid, y Lester Young con letra de King Pleasure compuso Jumpin’ With Symphony Sid. La canción fue un éxito en 1950 en versión de George Shearing, el pianista ciego que también hizo Lullaby of Birdland. En fin, que Sid regresó a Nueva York en 1957 y su primer trabajo fue en nuestra conocida WEVD, donde se dedicó por fin a difundir música latina casi en su totalidad.


Un sandwich de pastrami

Estamos en los años 60, la charanga es la orquesta que está de moda, la pachanga es el baile que se baila ahora, y la WEVD es la emisora número de los latinos. Sin embargo le ha salido un competidor, la WOV Broadcastig, que acaba de cambiar su nombre y ahora se llama Radio WADO en el 1280 de la AM. Su dueño es Nelson Laverne y su jefe de programación, Luis Armando Feliciano. Los dos han visto que pueden sacar mucho partido de la comunidad latina y crean una parrilla donde suena un poco de todo. Su locutor estrella es un tipo de voz impecable llamado Rafael Font.

Ante los micrófonos de Font se plantan dos personas, uno de ellos es un gordito bonachón llenó de ideas disparatadas de nombre Al Santiago; el otro es un flautista dominicano flaco y entusiasta de nombre Johnny Pacheco. Tienen el sencillo promocional de un disco, Pacheco y su Charanga con El Güiro de Macorina por la cara A y Óyeme Mulata por la cara B. Otras estaciones de radio le han dicho que no, pero a Font le gusta y lo empieza a poner. Y tan pronto comienza a sonar, empiezan las llamadas. ¿Dónde puedo conseguir ese disco? Un verdadero fenómeno radial.

Si bien se puede decir que Alegre Records fue la punta de lanza de un nuevo sonido latino más fresco y juvenil, alejando del mambo de las grandes bandas, también es cierto que las 100.000 copias vendidas en seis meses de su primer disco se debieron a la promoción radial liderada por WADO. Y esa promoción permitió una especie de “apertura mental” con respecto a las posibilidades comerciales y de audiencia que tenía la comunidad hispana. Todas las emisoras de radio voltearon a mirar un movimiento que alcanzó cotas de fenómeno cuando surgió el boogaloo.

Symphony Sid, por su parte, continuaba al servicio de Morris Levy, ahora dueño de Tico Records, por lo que tuvo la oportunidad de animar las históricas sesiones de la Tico All Stars en el Village Gate, organizadas por Pancho Cristal, productor estrella del sello en 1965. Y a través de esas descargas entró en contacto, digamos más directo pues ya se conocían, con Johnny Pacheco. Y como una cosa lleva a la otra este le presentó a su socio Jerry Masucci, quien no dudó en llevarle algo de su flamante sello Fania Records.

Masucci contó alguna vez que Sid era un hueso duro de roer y que sólo pudo hablar de negocios cuando el hombre que le llevaba las cuentas al locutor, el promotor Jack Hooke, hizo de intermediario. Gracias a Hooke Sid y Masucci se fueron a pescar juntos y en alta mar nació la amistad.

El primer disco de Fania que puso Sid en su programa de la WEVD fue Pacheco at the NY World’s Fair, con lo que se entabló una relación fría al comienzo pero cálida después, mediada por el propio Levy. De hecho, Masucci y Levy crearían una distribuidora y casi toda la promoción recayó en Sid.

Peeero, ¿era esto legal? No del todo. Sid estaba en su derecho de poner la música que se le viniera en gana. Al fin y al cabo tenía una numerosa audiencia y jugosos patrocinadores. El problema es que casi toda la música promovida era de los sellos de Morris Levy y Jerry Masucci y el programa se basaba en peticiones telefónicas de los oyentes. Amigos, trabajadores y conocidos de Sid, Levy y Masucci solían llamar todo el santo día a pedri canciones fingiendo sus voces. Y aún así había payola.

La payola, término spanglish derivado del inglés to pay, consiste en pagar por poner canciones. Pero la palabra no estaba asociada a un delito en aquel entonces. Dick Sugar solía utilizarla cuando hacía campañas radiales para recaudar fondos con fines benéficos. La acción si que estaba penada.

Años atrás, en 1959 para ser exactos, Jack Hooke se había visto salpicado por un escándalo de payola, cuando el dj Alan Freed fue condenado por aceptar dinero para promover sellos y artistas de rock and roll. Hooke salió indemne del caso, pero Freed no tuvo más remedio que arruinarse para pagar la fianza y no volver nunca a trabajar en Nueva York. Para 1968 Hooke llevaba las cuentas de Sid, pero también un club llamado Red Garter, donde Masucci lanzaría su flamante orquesta Fania All Stars.

La relación de Symphony Sid con Fania Records fue comercial en el sentido de la difusión radial, pero el locutor estaba habituado a funcionar como en los viejos tiempos y solía pedir dinero a la compañía. Esa cuota de dinero se conocía en el mundillo como sandwich de pastrami y cuando las cosas no iban bien, o simplemente se le cruzaban los cables, no tenía inconveniente en decir al aire “hoy mi pastrami está muy delgado”.

No fue la única manera. Hay un caso oscuro en toda esta historia y es el de Banana Juana. Se sabe que hay un personaje apodado así que trabajaba en el Show de Symphony Sid en la WEVD, y al cual Ralph Robles le dedicó una canción y hasta la carátula del álbum Was Here por sugerencia de Masucci, que veía ese tipo de impulsos como regalos a cambio de difusión. Pero, ¿existió realmente Banana Juana como persona física o era un personaje? En todo caso funcionó. En otro orden de cosas, Joe Gaines también tuvo su canción, Joe Gaines Express, a cargo de Louie Ramírez.

Como Sid era un presentador tan reconocido hizo parte del elenco de la Fania All Stars en sus diferentes presentaciones en Nueva York. En el Red Garter, en el Cheetah, en el Yankee Stadium… Ahí se sentía como pez en el agua. Y la verdad es que era un presentador inigualable, una verdadera escuela de dicción y manejo del auditorio.

Había llegado la salsa, aterrizando en Nueva York como una bomba, y generando una ola de locutores y dj’s al servicio de toda aquella música que se escuchaba en las calles. Como le confesaría Dick Sugar a Vernon Boggs, “el único problema que teníamos… era ¿quién conseguía el disco primero?, ¿quién era el primero en estrenarlo? Ese fue el único problema. Pero todos los teníamos. Si ellos me lo llevaban a mí y yo salía al aire a las 8:00 en punto, también se lo llevaban a Sid y el salía con su programa a las 12:00. Entonces se ponía triste (Sid) porque yo lo estrenaba”.

Una brillante generación de hombres de radio comenzó a hacerse notar y algunos de ellos eran muy influyentes dado que tenían alguna especialidad en concreto a la hora de comunicarse con el público: Felipe Luciano (de la WEVD y la WLIB) era un poeta, Paquito Navarro (de la WHOM) era un auténtico maestro de ceremonias, Joe Gaines (The Joe Gaines Express Show de la WEVD) era muy bueno haciendo selecciones musicales, y Polito Vega (Fiesta Time de la WBNX) era dueño de una voz envidiable. Todos ellos acabarían haciendo colaboraciones para Fania en diferentes momentos: Luciano y Navarro como presentadores, Gaines como productor, y Vega como voz invitada en el álbum Asalto Navideño de Willie Colón.

Y no eran los únicos. También arrancaban Nelson Rodríguez con su programa Música de mi Tierra de la WBNX y el barranquillero Pedro Vizcaíno en Radio WADO. Detrás de ellos surgieron Jesse “Chuy” Varela, Chico Sesma y Roger Dawson, quien acabarían siendo emisarios de este fenómeno radial en otras ciudades. Dawson, por cierto, era músico, al igual que Andy Harlow y Chico Álvarez, quienes también hicieron radio en Miami y Nueva York respectivamente.

Es que pasaron los años y el monopolio de Fania se vino abajo. Pocos espacios subsistirían a los sucesos en torno a la salsa que supusieron los años 80. Había llegado la salsa romántica con otro manejo de la promoción donde ya no eran importantes las orquestas sino los cantantes. Sólo había que preocuparse de una canción y asunto concluido. Nueva York perdió terreno como ciudad líder del fenómeno y San Juan, Caracas y Cali pasaron a ocupar ese podium. Las emisoras de Nueva York entraron a ofrecer alternativas disímiles en la parrilla desde el merengue hasta la soca pasando por el vallenato.

Pero lo que fue una tragedia para unos fue una alternativa para otros. Varias ciudades de ambas costas estadounidenses encontrar en la variedad una mayor posibilidad de cubrimientos de un público cada vez más heterogéneo. La salsa se había instalado en el gusto popular, pero otras expresiones eran perfectamente válidas al ser aceptadas. Y los nuevos dj’s y locutores aparecieron en escena y las emisoras públicas de radio, ahora posesionadas de las aún subvaloradas franjas de FM, fueron su espacio ideal.

En Miami se dejó ver Arturo Gómez-Cruz a través de la WDNA, en Atlanta se mostró Tomás Algarín en la WCLK pero en FM, en Philadelphia apareció David Ortiz con un espacio en la WRTI, y en Nueva York la voz emergente fue Vicky Solá en la WFDU también de FM.

Y no sólo de Costa Este vive la salsa. En Las Vegas se empezó a consolidar un fenómeno, Rae Arroyo en los 91.5 de la universitaria KUNV; en San Francisco apareció el entusiasta Luis Medina con un magnífico programa en la KPOO; y en Los Ángeles un sinfín de locutores como Enrique Soto, Raúl Villa, Guido Herrera, Chata Gutiérrez y José Rizo, quienes apostaban por un triángulo perfectamente engrasado: rock chicano, jazz latino y salsa.

¿Y que pasó con Symphony Sid? El viejo pionero, cada vez más cascarrabias, se retiró a tiempo. En 1979 dejó su colección en manos de su ingeniero Marty Wilson y se fue a vivir a Islamorida en Florida, donde se dedicó a pescar en su propio barco. Hizo apariciones ocasionales en una emisora de radio de Miami hasta que falleció en 1984.

José Arteaga

En el próximo post: la radio salsera en América Latina.

Fuentes consultadas:

Boggs, Vernon. Salsiology: Afrocuban Music and the Evolution of Salsa in New York City. Preager, Westport, 1992
Varela, Jesse. Public Radio for Lovers of Latin Music. Latin Beat Magazine, Los Ángeles, 2011
Washburne, Chris. Sounding Salsa. Temple University Press, Philadelphia, 2008

http://www.chuyvarela.com/37.html
http://www.furious.com/perfect/salsainthe70s.html
http://www.herencialatina.com/Sugar_Dick/Dick_Ricardo_Sugar.htm
http://mamboniks.blogspot.com.es/2007/11/rumberos-on-radio-jewish-djs.html
http://nelsonrodrigues-libreexpresion.blogspot.com.es
http://www.npr.org/blogs/ablogsupreme/2013/04/18/177803233/jazz-salutes-its-disc-jockeys
http://www.pontealdia.com/philadelphia/lleva-37-anos-educando-al-compas-de-salsa.html

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