Eso de “demasiada vieja para ser tan joven” es un elogio a la hora de asimilar a una artista cuya identidad, más allá de cierta comparación, más por coincidencia generacional que por similitud de propuestas, que se ha hecho con el registro de Rozalén o Sílvia Pérez Cruz; siempre ha ido por otro sitio.
Y aunque su EP debut “Temple” de hace un año servía para asentar algunas de sus marcas de agua más reconocibles, lo cierto es que con “Hilanderas” no solo da un paso adelante en la manera de acercar su formación clásica-tradicional (ella es violinista) y su manera de construir y estructurar melodías con una base íntegramente hecha con instrumentos de cuerda (bueno, y algún que otro instrumento de percusión tradicional en canciones como “El enemigo”), sino que asevera esa distancia con las comparaciones de su alrededor, como un ente que impone un diálogo entre raíces, tradiciones, géneros y generaciones.
Ya lo habíamos visto en algún directo que dio con el formato de cuarteto de cuerdas. Y precisamente eso mismo, grabado en directo, es lo que imprime junto a tres violinistas y una cellista, con las que consigue articular un repertorio que pasa de efectismos, y se afirma sobre un colchón de cuerdas que recoge matices y giros que van desde la canción popular española a la música de cámara, del folclore castellano más profundo a la canción pop de altos vuelos, del cancionismo empoderado a la oda a la madera. Uno de los álbumes estatales del año. Ojalá se escuche bien alto la voz de María de la Flor.
Alan Queipo.
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