Ahora, Moneo porta esta suerte de apellido-marca para demostrar la transversalidad y liquidez del flamenco que lleva años viviendo en su cabeza. Y es que, tras años colaborando con artistas como Dellafuente, Lola Indigo, Maka, Space Surimi, Foyone o Las Ninyas del Corro, entre muchos otros nombres conocidos del circuito urbano estatal; el jerezano ha decidido poner la voz y la cara a un proyecto que condense todas sus inquietudes musicales y ayude a proyectar su particular mirada del nuevo flamenco.
De ahí que hable de referentes que van desde Pink Floyd y Triana hasta Tool o Pendulum, de Camarón y Alameda a Woodkid o Tool. Una mirada heterogénea y repleta de matices en el que el rock andaluz (en el proyecto Taifa Yallah que tuvo con Dellafuente él fue uno de los principales compositores, y se nota en temas como “Mares”) y los tics urbanos se mezclan con canciones que pueden recordar a artistas de vocación pop como Antonio Orozco (como se escucha en “Marzo” o “Alcohol y Hostelería”), así como la búsqueda de texturas del flamenco de Mairena (“Exilio”), acercamientos a un flamenco progresivo que renueva los postulados de Elbicho (“Diáspora”) o tics donde la electrónica oriental (como en “Enero”) o el rap (“Memento Mori” es la más evidente) ayudan a construir este crisol de estilos.
Aunque tenga que resolver cuestiones como el equilibrio de esas inquietudes sonoras y tratar de encontrar un sonido más cohesionado y que vadee menos entre las tradiciones, lo cierto es que como ejercicio de multi-estilo, este debut de Moneo solo es la primera piedra de un artista inclasificable y que va a la búsqueda de su propio sonido.
Alan Queipo.
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