Eso es precisamente lo que parecen buscar los argentinos 1915 en su tercer disco: aterrizar una propuesta que siempre tuvo la intención de recuperar ciertos matices del pop-rock argentino de los años ’80 con la consciencia de que son una banda de 2020. Sus dos primeros discos hacían una bajada de línea conceptual por querer apelar a lo dual, “a lo vintage y lo cual, lo analógico y lo digital”, como hacían en una suerte de manifiesto. Lo conseguían, sí; pero faltaba la determinación de las canciones y la sensación de que habían encontrado realmente su identidad. En su tercer disco, lo consiguen.
Tanto cuando parecen encontrar quórum entre Charly García y los Klaxons (“Extranjero”) como cuando recuperan el espíritu del Gustavo Cerati de “Amor Amarillo” (“Los años futuros”), cuando se ponen guerreros en una suerte de puente entre Pescado Rabioso y Usted señálemelo (“No les creo”), cuando se acercan a las melodías de Ale Sergi con una sonoridad a lo Morcheeba (“Éxtasis”), cuando suenan como una new wave argentina de los ’80 aplicada al siglo XXI, de Miguel Mateos a Suéter (“Llamando”) o cuando basculan alrededor del falsete de Spinetta para jugar al indie-dance posmoderno (“Omm”), da la sensación de que 1915 han encontrado su año ideal: el de los recuerdos del futuro.
Alan Queipo
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