En las canciones de esta artista de Manizales se puede adivinar un trasfondo contemporáneo (los nuevos aires de esperanza en su país tras el proceso de paz en 2016, las marchas de los estudiantes, las revueltas indígenas, la lucha feminista, la legalización de la marihuana) pero hay en su música una fuerza que atraviesa épocas y fronteras. Como la poesía que perdura para siempre sus letras juegan con conceptos en apariencia sencillos pero cargados de significado.
Su referente más cercano es la folclorista chilena Violeta Parra, no sólo por las melodías de canciones como la conmovedora ‘La cara’ sino también por su lucha por la dignidad y los derechos de la gente del campo (hay ecos en ‘Que me devuelvan la tierra’ del expolio y los desplazamientos forzados), así como por su reivindicación de los recursos naturales frente a la explotación abusiva (‘Los ríos’).
Al mismo tiempo su música suena actual y fortalece las redes invisibles de una escena todavía sin nombre en Colombia a la que también pertenecen Briela Ojeda, Cachicamo, Gato e’Monte, Bella Alvárez y Oso Pardo: propuestas todas ellas que reivindican las tradiciones y la diversidad con un marcado trasfondo social. El Festival de la Tigra, organizado por Edson Velandia (un referente para todos ellos) en la localidad colombiana de Piedecuesta, es uno de los puntos calientes donde este circuito se está cocinando.
Jose Fajardo
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