Tras despedir el 2018 con un álbum en la víspera de nochevieja; protagonizar los principales festivales de música alternativa de todo el mundo; de publicar un histórico álbum a pachas con J Balvin; o erigirse en un icono político para la Generación Z; el puertorriqueño anunció nuevo álbum un viernes por la noche, antes de presentarse en el late night de Jimmy Fallon cantando con Sech y ataviado con una camiseta-pancarta contra un ataque transfóbico en Puerto Rico; publicó el álbum ya en sábado (es decir, un día después del día de lanzamientos oficial); y se desquitó con un compendio de veinte canciones que nos presentan a un Bad Bunny cada vez más infalible.
Un repertorio que se mueve a gusto tanto cuando parece que plagia el “Get Ur Freak On” de Missy Elliot (en la rompepistas e hipersexual “Safaera”); cuando se acerca a la baladita romanticona para la Generación Z (“<3”); cuando suelta un alegato feminista (“Soliá” o “Yo Perreo Sola”, a la que pondremos una pega: ¿por qué no se acredita en plataformas a Nesi, la vocalista que lo acompaña); cuando sacude con algunos de los temas que más sonarán en 2020 (“La Santa”, “La Difícil”, “A tu merced” o “Ignorantes”); cuando hace ojitos al bolero (“P FKN R”); arriesgando vocalmente en falsetes imposibles y bases de cyber-trap (“Pero ya no” o “Si veo a tu mamá”); acogiendo bajo su seno a sus herederos sudamericanos (suma a Duki y Pablo Chill-E en la introspectiva “Hablamos mañana”); poniéndose guerrero y reivindicativo (“25/8” o una “Puesto pa’ guerrial” en la que parece 2Pac); o inventándose un nuevo superego junto a Anuel AA (“Esta cabrón ser yo”: la suma del “brr” y el “ye ye ye ye” del otro).
Bad Bunny hace lo que le da la gana no solo porque quiere: sino también porque puede.
Alan Queipo
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