“POST MORTEM” se despide deja atrás al Dillom que creíamos conocer y al que identificábamos en una órbita formalmente trap, para presentarnos a un Dillom que resurge casi como renacido. Él mismo confesó que no le gusta escuchar sus canciones antiguas, y este año, en medio de la vorágine de lanzamientos sin cesar, él lleva dos años dedicado a armar el repertorio de un álbum que lo ayude a reiniciarse en el marco de un movimiento en el que cada uno de los símbolos que forman parte de ello están tratando de resaltar sus singularidades y de sobresalir por su personalidad.
La de Dillom se encuentra, por un lado, en una lírica sarcásticamente frontal, con un registro vocal entre aniñado y amorfo, que conecta con un sonido en el que el universo del cyberpop colinda con el del trap estándar, a la vez que, en este álbum debut, le hace ojitos a géneros que van desde el pop o el metal hasta la cumbia villera o sonidos más electrónicos. En el marco de artistas que utilizan los códigos de la cultura rock (WOS), del pop alternativo (Paco Amoroso), del funk alterlatino (CA7RIEL) o del trap-rock (Duki), Dillom destaca por su carácter impredecible, casi como si su álbum fuese una coctelera de géneros en las que las decisiones las toma alguien con Síndrome de Tourette.
De ahí que sea curioso que nos encontremos con canciones que parecen hechas por el Marilyn Manson de “Mechanical Animals” (“REALITY”); deslice hits generacionales en el que caben en la misma frase “mis opps son medio opa, lo fumo con falopa” y “quiero revivir a mi perro” (“OPA”); utilice la estética del indie pop (“BICICLETA” o “220”), del cyberpop (“POST MORTEM”), del rap-rock pesado (“PISO 13” o “RILI RILI”) o del RKT junto al fenómeno L-Gante (“HEGEMÓNICA”), a la vez que manda un saludo al Fito Páez de solo piano (“TODA LA GENTE”) o a blink-182 (“ROCKETPOWERS”).
Alan Queipo.
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