Mor-discos
En esa atmósfera, entre la necesidad de manifestar los mil dolores pequeños que hemos vivido en este 2020 y la sinuosidad de quien quiere mantener cierto control sobre algo descontrolado, bascula el sonido, el repertorio y el alma de “ARDOR”, uno de los dos álbumes que Dorian Wood ha imaginado durante el confinamiento, y el primero que conocemos: un repertorio minimalista, tan cerca de la mirada cantautoril como de la performance cinética, tan profundamente neoclásico como post-tradicionalista.
Los ardores que el norteamericano de origen costarricense proyecta en este repertorio mantienen una sonoridad bastante homogénea: la guitarra eléctrica embadurnada en eco de su aliado a las cuerdas Michael Corwin y un Wood aferrado al micrófono, al que podemos imaginar con los ojos cerrados, casi como una invocación que nos puede recordar en momentos a Jeff Buckley, en momentos a Antony Hegarty, en momentos a Patti Smith, y en otros al imaginario proyectado de algunos de los versionados en las canciones.
Desde Prince a Juan Gabriel, de Violeta Parra a una Chavela Vargas a la que a había rendido homenaje en uno de sus últimos espectáculos pre-pandemia, “XAVELA LUX AETERNA”; y que conviven con composiciones propias de Dorian Wood. Todas ellas nos llevan a un clima de cierta paz, pero absolutamente envueltas de la severidad en las que fueron concebidas y registradas en su residencia en el espacio Human Resources de Los Ángeles: en un contexto de confinamiento, miradas interiores y estallidos sociales tras las revueltas del Black Lives Matter. Un álbum que es una manifestación pacífica, una sentada sonora y una bandera encendida por dentro.
Alan Queipo
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