Mor-discos
El David Aguilar es uno de los bastiones de la nueva canción latinoamericana desde hace casi dos décadas. Varios de los artistas iberoamericanos más importantes de los últimos años se lo rifan para colaborar con él (desde Mon Laferte a Jorge Drexler, Natalia Lafourcade, Pala, Benjamín Walker…) y, como demuestra este cancionero, el sinaloense pone de manifiesto su transversalidad a la hora no solo de tratar la canción desde diferentes prismas estilísticos, sino también a la hora de buscar aliados en la producción que llevan a estadios diferentes sus canciones.
En este disco, nombres como los de Campi Campón, Ulises Hadjis, Lucio Mantel, Andrés Landón o Pere George, entre otros, ayudan a convertir este cancionero en algo absolutamente transversal, fuera de géneros y temporalidades. De ahí que haya canciones que sean de 2001 y otras que han nacido en plena pandemia, en la primavera pasada. El David Aguilar las trata con la misma frontalidad y simpleza universal.
Por eso nos encontramos con piezas que se acercan al abrigo sinfónico (“Postal”), canciones con vocación de hit (“Causa perdida” o “Fuego en las alturas”), acercamientos al registro de la MPB (“En el café”, “Cosmomanía” o “Mariposa monarca”), conexión con el pop tropical (“De largo vi pasar tus dedos”), sale a la caza del groove del soul-jazz (“Click de los instantes”), abraza la trova indietrónica (“Sucio cristal” o “Me vas a ver Tijuana”), el sonido del primer Jarabe de Palo (“Agradecer”) o a la canción popular mexicana (“Luces de bengala”). El David Aguilar es todo eso porque siempre es él.
Alan Queipo
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