La importancia de esta grabación es fundamental para que la sabiduría de esta familia no se pierda y llegue a los jóvenes. El germen del disco fue un encuentro hace años entre el productor Julián Gallo y la cantaora Inés Granja en el Festival Petronio Álvarez, la gran fiesta de la cultura afro del Pacífico colombiano que se celebra cada año en Cali. Allá fue donde el productor conoció a los Balanta.
A través de marimba, bombo, cununo, guasá o guitarra -junto a la poderosa voz de estas mujeres y hombres de distintas generaciones- estas canciones hablan de resistencia cultural frente al olvido y recuperan la herencia de África (los Balanta son originarios de Guinea-Bissau y de Senegal). Las noches en familia escuchando relatos asombrosos y tomando a sorbitos viche (un licor artesanal dulzón y poderoso del Pacífico, al que se le atribuyen todo tipo de propiedades), el ruido de la lluvia en los tejados de zinc, los pasos de los chiquillos descalzos al corretear por el suelo construido con tablones de madera…
Canciones como ‘Las siete luchas’, que suena como un rap rabioso con percusiones y ritmos ceremoniales y habla de una enfermedad misteriosa e invisible que la comunidad no sabe si llegó por barco o por avión (nada que ver con el coronavirus: era una especie de sarampión), demuestran la vigencia de esta música. Más allá del costumbrismo, hay denuncia social al criticar injusticias a las que están sometidos a diario como la desigualdad y la escasez de agua potable en un lugar rodeado de ríos y mar (‘Un poquito de agua’).
Rescatamos ahora esta joya que se publicó el año pasado porque apenas acabamos de descubrirla y desde entonces no hemos podido parar de escuchar sus canciones.
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