Y lo es porque Cecilia Cassandra Peña-Govea nació en San Francisco, hija de padres mexicanos; creció en un entorno especialmente musical y mestizo: desde los siete años que toca la trompeta en el grupo de sus padres. Padres que siempre se han rodeado de músicos de Puerto Rico, Nicaragua o México; y que han hecho que Cassandra respire y se forme artísticamente en un entorno en donde la comunidad latina de San Francisco sonase como la música que se hacía en su casa; y que ella trasladaría tanto a los proyectos en los que ha participado, como también a sus clases de mariachi que da en institutos.
El resultado se cristaliza en “Algo nuevo”, el debut de Cassandra como La Doña: un álbum en donde la salsa, la rumba, los corridos, la cumbia norteña y el sonido mariachi se funden con la sonoridad del hip-hop callejero de la comunidad latinoamericana del San Francisco de finales de los años ’90 y principios de los 2000. Una propuesta en la que el mensaje empoderado feminista (lo que ella llama “femmetón”) se funde y confunde en un spanglish en la que habla de fronteras, sexo y nuevos modelos femeninos.
En el disco hay momentos que nos recuerda, sí, a Hurricane G (“Ago nuevo”); en otros momentos, a que comparte circuito con otras divas urbanas neolatinas como Mariah o Lao Ra (“Cuando se van”); en otros, a un cruce inesperado entre el sonido salsero de la Fania All-stars y las trap queens contemporáneas (“Le Lo Lai”); en otros, poco tiene que envidiar a los hits de Ms Nina o Tomasa del Real (“Dembow y sexo”); en otros, firma el pacto definitivo entre el corrido y el reggaetón (“Nada me pertenece”); en otros, inicia un puente entre las guitarras tex-mex, la cumbia norteña y una Gloria Estefan del Siglo XXI (“Quién me la paga”); y hasta culmina con un reggaetón orgánico que recuerda al registro de Glory o Ivy Queen.
Alan Queipo
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