La Movida Villorriana es una de las grabaciones más fascinantes que han salido este año de Colombia. A través de 14 canciones de 9 proyectos musicales radiografía la escena alternativa de Villavicencio, la capital de los Llanos Orientales, las interminables praderas que conectan con Venezuela. Un circuito desconocido dentro de su propio país, donde la música llanera se suela asociar a tradiciones apegadas a la vida en el campo y en las rancherías como el joropo y a nombres como el Cholo Valderrama.

Pero resulta que en Villavicencio hay una nueva generación que bebe del punk cafre y de la psicodelia, de la electrónica de vanguardia y del rock indie, del pop sintético y hasta del country-folk. El mérito de esta obra es de Amhin Casterr, su productor e ideólogo, responsable de seleccionar las canciones y de editar el disco, al que ha bautizado ‘Volumen 1’ con la pretensión de seguir mostrando de aquí en adelante la diversidad de una escena que hasta ahora permanecía escondida.

Más allá de la curiosidad inicial, el álbum descubre varios nombres a los que vale la pena seguir la pista. Entes Controladores le dan a un rock poético desenchufado que recuerda a Él Mató A Un Policía Motorizado por sus voces melódicas, las referencias al pop underground y la ironía costumbrista en las letras. Matorral es la propuesta más experimental, que juega con el minimalismo y el spoken word, construyendo paisajes sonoros alucinados.

Myriam Venegas es una auténtica rara avis de la escena local, una cantante de country folk con letras en inglés que rinde homenaje a Joni Mitchell o a cantantes indies contemporáneas como Alela Diane. The Flynns se decantan por el pop electrónico y espacial, con generosas dosis de psicodelia. También llaman la atención Koi, que podrían ser parientes lejanos de Los Planetas por su rock drogado, así como la rabiosa energía punk de The Klap¡, el pop siniestro de LCDZ o el rollo súper original de Locomotora 45, mezcla entre Devo, Bunbury y la sección de sucesos del periódico.

Es este un título fascinante para quien se quiera asomar a esa nueva Colombia que huye de los tópicos y de los reduccionismos, un país exuberante deseoso ya no sólo de abrirse al exterior, sino de conectar dentro de sus propias fronteras el talento de sus creadores y romper de una vez por todas las fronteras invisibles que durante demasiado tiempo han asilado al Caribe, el Pacífico, los Llanos, los desiertos de La Guajira, las selvas del Putumayo, las montañas del Catatumbo, el Amazonas, los Andes, la Sierra Nevada...

José Fajardo