Esa economía de medios y ese elogio de la sencillez es con la que juega la joven artista mexicana, de apenas 28 años, con formación de jazz y querencia de cantora templada y serena, en el debut homónimo que la oaxaqueña se ha autoeditado.
Y precisamente en un momento en el que parece converger una generación de cantores muy bien formados (algunos también en el jazz, como su compatriota Silvana Estrada; otros, como Alex Ferreira, Augusto Bracho o Daniel, me estás matando, en lindes que van desde el pop al folclore), Laura Itandehui asoma la cabeza como una de las revelaciones de la canción en lo que llevamos de año.
Tanto cuando resiste desde una crudeza casi a capella en la mentada “Yo no necesito de mucho” como cuando firma una suerte de bolero de espíritu bluesero (“Ojalá me olvides”), cuando se puede respirar ese universo del jazz vocal desde la perspectiva del cancionismo más cruento (“Trataré”, “Tiempo al tiempo” o “Cuido tu recuerdo”), cuando suena tan cerca de la serenata mariachi como del pop vocal de mediados de siglo XX (“Días de tristeza” o “Rancherita”) o cuando encuentra trazas de reggae y funk en un bolero veloz y ultrarromántico (“Queriéndote en silencio”). Habemus nueva diva cancionista, y se llama Laura Itandehui.
Alan Queipo.
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