Hasta que un buen día decidieron dar un giro a su proyecto: motivados por la herencia de sus antepasados indígenas, consagraron su arte como una forma de conectar con esa espiritualidad milenaria. En sus directos practican rituales y danzas, mezclan guitarras eléctricas y la furia del punk con instrumentos tradicionales como el huéhuetl, una especie de tambor con forma de tubo que empleaban los mayas.
“Nosotros no somos mexicas (no nacimos en una comunidad indígena), pero crecimos en un pueblo donde se vive igual: hay carencias, hay sed, hay hambre”, explican. Aunque este es su debut en formato disco, hace tiempo que sus canciones son los himnos de la juventud rebelde mexicana. Temas como ‘Hijos de puta’ desprenden la rabia de los invisibles. En directo, donde colaboran con la artista Dalia Xiuhcoat, ofrecen una experiencia alucinante.
José Fajardo
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