Malandrómeda – Animais da feira / San Amaro (Autoeditado, 2020)
Torrente creativo absolutamente transversal que, siempre con un pie en una suerte de hip-hop que colinda el quejío, la psicodelia, la spoken word y la caldeirada, no solo ha conseguido modelar el sonido de propuestos elementales en el sonido de la música gallega underground con proyectos como Malandrómeda, Fluzo, Juanito Broders o Fodi e Barbacona, entre otros; sino firmar la producción de álbumes fundamentales del circuito, como Novedades Carminha, Esteban & Manuel, FAIA, Néboa u Ortiga, entre otros.
La personalidad de Hevi ha sido siempre esquiva con los procesos naturales de la industria musical. Cuando había que dar conciertos, no tocaba; cuando no había que editar vinilos, se los autoeditaba; y cuando tiene que estar en plataformas digitales, no está. La misma genialidad que lo hace proyectar su música fuera de todos los circuitos, nos presenta a una suerte de rapero futurista con un poso poético y una percepción del realismo cotidiano absolutamente magnético.
Como si de una mezcla entre Curros Enríquez y J Dilla, entre Eduardo Pondal y ?estlove, entre Rosalía de Castro y Q-Tip se tratase, Hevi regresa tras cinco años de silencio después de una de las grandes obras maestras de la música estatal reciente (aquel álbum doble bifurcado que fueron “Os corenta e oito nomes do inimigo” y “Cada can que lamba o seu carallo”) con otro ejercicio doble bifurcado, ahora en forma de EP y con una separación de algunas semanas entre ambos.
En “Animais da feira” va desde una suerte de reconstrucción del “Freed from desire” por la vía del dub calenturiento (“Hoxe dormes fóra”) a sacar la espada láser de la raptrónica (“Xigantes e cabezudos”), un reggaetón lentísimo y más cerca de Cabaret Voltaire que de Daddy Yankee (“Galician Edi Murfi”) o un loop de psicodelia tribal con vocación de hit (“Catro agullas para una bolboreta”).
En “San Amaro” reedifica las posibilidades del loop del “One more time” de Daft Punk para autotunear un medio tiempo con aires de bolero del siglo XXIII (“Días libres”); consigue sonar como una mezcla de Laura Pausini y un cantante de black metal militando en una orquesta de new wave (“Unha casa no camposanto”); acercarse a una especie de lounge pop (“Nin barco nin ostias”); o firmar una suerte de canción protesta por la vía de la comilona y la rapcodelia marca de la casa (“Quero nécoras”).
Alan Queipo
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