Así se confirma en “Bilocada”, el debut de la artista neuquina: un álbum que desde su título comunica esa manera de entenderse a sí misma eternamente bifurcada. Un repertorio que se soñó en la Patagonia y se grabó en Buenos Aires; que combina canciones propias con la de iconos como Luis Alberto Spinetta o compañeros generacionales como Damián Zeni; que se mueve a gusto en las periferias del jazz, del folclore y del formato canción; y que, además, construyen una narrativa que excede lo sonoro, generando piezas audiovisuales que se acercan a la poesía visual, al videoarte y a la performance, con la colaboración del cineasta y fotógrafo Pablo Tesoriere.
Tanto cuando resignifica y redimensiona clásicos de Spinetta como una “Muchacha (ojos de papel)” que la acerca a una suerte de tango-jazz aéreo o una “Durazno sangrando” que suena a canción de corte lounge; como cuando se acerca al registro de la trova rosarina de los años ’80 en “El viaje”; como cuando combina matices que van de Marilina Ross a Lito Vitale en un repertorio indefinible, universal, caleidoscópico, infinito.
Alan Queipo
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