Monte es el proyecto paralelo a Bomba Estéreo que ha presentado hace tan solo unas semanas. Un alegato naturalista que bucea las fronteras de la música electrónica más orgánica y selvática, con una firme intención: acercarnos más a la naturaleza, imponer una relación más cercana, intentar sentir los olores y sonidos a través de un cancionero que se aleja del poderío enérgico que le aporta Li Saumet a sus bases en Bomba Estéreo, y que se acerca a un registro de un clubbing más ambient, un house orgánico y folktrónico pero repleto de matices que, más que invitarnos a quedarnos adentro, nos lleva de viaje medioambiental.
Prácticamente instrumental, las pocas voces que aparecen son para recitar poemas (Jenny de la Torre en “Mar”) o mantras naturalistas (como el de Natalia Helo en “Colibrí”), para servir casi como instrumentos rituales (en la indigenista “Kaka Hyká (Abuela Piedra)” con la que se abre el álbum) o inyecciones robóticas (con esa voz casi de Loquendo que se cuela en el cierre house de “Sol Amor”).
Pero, en general, y a diferencia de lo que proyectan Mitú, proyecto del que forma parte Julián Salazar, también ex Bomba Estéreo; Monte es una escapada más sosegada y psicológica, menos cargada de estímulos y mucho más orgánica: una electrónica que bucea por un lounge folktrónico, a veces con una mirada más clubber (“Hábitat Sur”, por ejemplo), a veces acercándose al sonido de proyectos como Chancha vía circuito o el primer Nicola Cruz (“Mirla”) y en otras a una suerte de ambient que juega con la idea de un tribalismo cyber-house (“Jungla”).
Alan Queipo
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