Esa es la liga donde siempre jugó N. Hardem. Este bogotano del 93 jamás ha sentido la necesidad de apuntarse a ninguna moda. Es ya un icono del hip hop en Colombia, una de las escenas más potentes del planeta ahora mismo. Frente a las rimas callejeras y sociales que predominan en Medellín, él propone desde la capital un rapeado poético y filosófico, una suerte de costumbrismo introspectivo. Su flow es imparable y magnético pero es en las bases donde realmente se distingue entre su generación.
Si J Dilla hubiera nacido en Bogotá, probablemente se habría cruzado con N. Hardem. Como el de Detroit, autor de obras seminales como ‘Donuts’ (2006), el bogotano se inspira con sonidos que beben del funk y el free jazz, convirtiendo sus rapeados en cuasi ejercicios de spoken word atiborrados de humo verde. Lo extraño es que todavía no haya trascendido apenas la escena de Colombia. ‘Verdor’ tiene que ser la obra que le haga internacional; es un trabajo valiente donde se mezcla con algunos de los talentos de la música colombiana, no necesariamente del rap: Edson Velandia, Lianna, Briela Ojeda…
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