Afortunadamente, con su nuevo disco, la argentina ya no tiene de qué preocuparse. “Calambre” llega más tarde de lo esperado pero, a diferencia del grueso de materiales de artistas en torno a músicas como el r&b o el urban, sorprende todo el rato. En los tres adelantos que presentó a lo largo de los últimos meses se podía intuir que el sonido del neosoul americano de los años ’90 (ese que va desde Missy Elliott y Destiny’s Child a Mariah Carey o Aaliyah) sería la base de una producción que, definitivamente, la distancia del grueso de frontwomans de habla hispana.
Pero lo que no podíamos intuir es la capacidad que ha tenido Peluso no solo de no depender de sonidos tendenciosos como el reggaetón, sino también de captar el espíritu de las primeras grandes producciones de Timbaland, Pharrell Williams, Bloodshy & Avant o Puff Daddy; y, a la vez, permitirse licencias que la acercan a una salsa para la Generación Z (“PURO VENENO”), al tango&b (“AGARRATE”: un epílogo abrasador), al dancehall (“DELITO” es su mirada a Rihanna) o al neosoul a lo Mariah Carey (“BUENOS AIRES”).
El álbum de Nathy Peluso sienta un precedente muy necesario en la escena. No solo consigue quitarse definitivamente algunos sambenitos que se autoimpuso en “La Sandunguera”; sino que proyecta la posibilidad de que una artista joven y empoderada pueda llegar a cambiar las tornas del sonido de la música comercial en español sin replicar modelos ni ser “la nueva” nadie, y ser un poquito todo para conseguir, por fin, ser solo Nathy Peluso.
Alan Queipo
Inicia sesión con tu usuario Gladyspalmera o con una de tus redes sociales para dejar tu comentario.
Iniciar sesión