Tras el iniciático “Cómeme” de hace cinco años y el “Veranito de San Juan” que hizo junto a la Orquesta Florida (una orquesta de más de diez músicos en escena y en el estudio), “La Fuerza” es un viaje a las profundidades de una canción de corte más folclórico, pero dialogando tanto con texturas electrónicas como incluso más propias del pop-rock alternativo o de la música tropical.
Paz Court dibuja una suerte de nuevo ecosistema musical chileno desde la distancia. Y lo hace tanto resignificando una pieza como “Ausencia” de Violeta Parra junto al hijo de esta, Ángel Parra, en una canción repleta de morriña y anhelos; pero también lo hace cuando imagina una canción folclórica tan posmoderna (en “Canto de Ordeño”, “La Fuerza” y “La Noche Oscura” utiliza programaciones y bases de trap en una estructura de profundidad tradicional) como cerca del pop (“Pajarillo Negro” o “Un día planté una rosa”).
Incluso se permite licencias que la acercan a una sonoridad más propia del rock alternativo (“De qué sirve”), de la canción pop de sus inicios (“Somos”) o de la cumbia indie (“Lamento”), a la vez que traza un mapa de colaboraciones (El David Aguilar, Natisú, Fernando Milagros, Ampersan) que imagina una coalición generacional de cancionistas y productores inclasificables, cada vez más difíciles de encasillar: algo absolutamente esencial para entender las derivas que artistas como Court proyectan en un repertorio que cada vez encuentra más márgenes de libertad, sin anclajes de ningún tipo.
Alan Queipo
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