Pero ha sido hace tan solo unas semanas que las canciones de “Um”, casi una especie de onomatopeya que define el universo sonoro que convive en su cabeza, se han puesto en circulación.
Un cancionero centrado en la guitarra y voz, pero completamente alejado de los estereotipos cantautoriles: se acerca a la bossa por la vía digital, trata la guitarra como si fuese un bajo, se inspira en un marco de referencias que conecta con el espíritu de Arto Lindsay, John Frusciante o Eduardo Mateo y construye las canciones desde el reverso psicodélico de la tropicália posmoderna.
Tanto cuando entra en una barrena de loops monotonales para edificar una canción impredeciblemente imperativa (“Pare de correr”) como cuando firma una suerte de canción de autor en clave jazz y suite psicodélica (“Dia”), como cuando se arranca con una pieza incidentalmente funky a lo Red Hot Chili Peppers de su era ácida (“Colapso”), como cuando deconstruye la bossa nova desde las inyecciones digitales (“Um Conselho”), cuando se acerca al blues brasileño (“Quem”), cuando suena a una suerte de Jorge Drexler de la vía láctea (“Ha Úm”) o cuando compone un hit-antihit (“Maior”), Pedro Sá está dando con algo que desconocíamos, pero que ahora vive para siempre.
Alan Queipo.
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