Publicaron apenas dos pero fundamentales álbumes para construir la identidad de lo que sería el rock uruguayo de años venideros (el homónimo “El Peyote Asesino” y “Terraja”) y dejaron un bonito y joven cadáver que recoger en 1999, y al que solo exhumaron del cajón en ocasiones puntuales a lo largo del siglo XXI.
Sus músicos, sobre todo Santullo y Juan Campodónico, se dedicaron a dar a luz algunos proyectos elementales del nuevo sonido rioplatense como Bajofondo, o en el caso de Campodónico, convertirse en un célebre productor artístico de algunos de los álbumes elementales de Jorge Drexler, Ximena Sariñana, Zoe Gotusso o de los proyectos más importantes del rock uruguayo, antes mencionados: La Vela Puerca, El Cuarteto de Nos y No Te Va Gustar.
Por eso es especialmente curioso que, tras más de dos décadas sabiéndose un grupo de culto en el rock de su país y en unas figuras a las que rendir culto y pleitesía por aquel repertorio urgente que basculaba entre el rock musculoso, el rap-rock noventero y un marco de referencias especialmente oligofrénico; despertarnos en los últimos compases con un álbum nuevo del Peyote Asesino es pura ambrosía.
Y es que “Serial” lo es. Es un disco que suena a los Peyote de siempre, pero distintos. Quizá más directos y explícitos (literalmente: más de la mitad del disco tiene la etiqueta de “explícito” por “lenguaje malsonante o violento”) manteniendo su incorrección política y ese sonido mixto a tientas entre el rock, el funk, la electrónica y el rap más angulosos; dejando nuevos clásicos como “La Tumba de los Crá”, “Vos no me llamaste” o “En la B”; incluso suenan ñu metaleros en “Flor de gil”, neomilongueros en “Es lo que hay”, trap-rockeros “Tierra derretida” y rocktrónicos en el “Pump Up the Parla” que rehace el clásico de Technotronics. No nos volváis a hacer esto: quedaos para siempre.
Alan Queipo.
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