Silvana Estrada & Charlie Hunter – Lo Sagrado (Autoeditado, 2017-2020)
La vio tocando con sus compañeros de ‘ensamble’ Álex y Octavio, casi tan jóvenes como ella, sin ser del todo conscientes de que uno de los músicos de jazz más prestigiosos de las últimas décadas (no solo como líder de su propio proyecto, sino también junto a John Mayer, Frank Ocean, D’Angelo o Snarky Puppy, entre otros) los vio actuar en las calles de Guadalajara y tuvo un flechazo. Ese flechazo se tradujo en una llamada de Hunter a Estrada proponiendo grabar un disco juntos, con algunas de las primeras composiciones de una Silvana Estrada que comenzaba a identificar su propia voz.
Eso es lo que se proyecta en “Lo sagrado”, un álbum grabado en aquel mismo 2016, en la casa donde viven los padres de la mexicana, prestigiosos luthieres, en las profundidades de Veracruz. Ese entorno doméstico se convirtió en un estudio de grabación en donde se cuelan sonidos de campo y en donde las segundas o terceras tomas de las canciones quedarían grabadas para la posteridad de un disco que, aunque se publicó entonces, luego se retiró de las plataformas.
Tras encontrar los recovecos legales para recuperar esta grabación, ahora “Lo sagrado” vuelve a estar disponible, ya reconvertido en un álbum de culto, repleto de magia y misterio; y en donde se percibe la identidad de una Silvana Estrada que, con solo 19 años, proyectaba en su cancionero una clara devoción por la canción popular latinoamericana (la de Chabuca Granda, Chavela Vargas, Violeta Parra o Mercedes Sosa), a la vez que descubría su voz en el sonido del cuatro venezolano; pero también su inevitable conexión con esa suerte de ensamble jazz doméstico y posfolclórico, que tanto Charlie Hunter como Álex y Octavio consiguen proyectar.
Lo mejor de “Lo sagrado” no es solo esa sensación de estar ante un repertorio magistral en voz de un prodigio de la nueva canción como Silvana Estrada (que también); sino que es un ÁLBUM, así, con mayúsculas: no hay hits que sobresalgan, ni tratamientos especialmente diferentes entre las canciones. Todas transmiten un conglomerado de folk-jazz, repleto de una personalidad absolutamente inédita. Sí es cierto que canciones como “Lo sagrado”, “El agua y la miel”, “Los días” o “La despedida” se erigen como aproximaciones a la idea de single; pero este disco, recuperado de las catacumbas de la bitácora virtual, está llamado a ser un puntal para descubrir los puntos ciegos entre la canción folclórica y el jazz moderno.
Alan Queipo
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