En un periodo turbulento en la política de su país, y cuando se cumplen 50 años desde que comenzó a hacer música, la artista, investigadora y activista (tuvo un cargo fugaz como Ministra de Cultura hace una década, mirándose en el espejo de Gilberto Gil y Paula Marcela Moreno, además de otros cargos destacados en instituciones) arroja un puñado de canciones rotundas que traspasan lo más profundo del alma.
A partir del sonido de raíz que ha explorado durante su carrera (la tradición latinoamericana y la cultura afroperuana, conectando con los tambores del Pacífico negro y otros ritmos liberadores), la limeña sigue mirándose en el espejo de su predecesora Chabuca Granda, y deja un puñado de canciones/alegatos urgentes que no pueden sonar más contemporáneas y necesarias.
Susana Baca suena en 2021 tan transgresora e invencible como sonaba Nina Simone en los 60, su música se dirige a los desposeídos, a los que han sido escondidos, recupera las melodías de las culturas que el poder ha querido ocultar; dialoga con los viejitos que cantan de forma anónima en los pueblos y en las calles de los arrabales. Ella sigue siendo un emblema vigente pese a que, como dice en el tema ‘Cambalache’: “Que el mundo fue y será una porquería, ya lo sé”.
José Fajardo.
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