El ragga morffa (también llamado repa) presume de ser “el último género de Cuba”, una aproximación local al reggaetón y el trap con sonidos propios de la isla (timba, rumba) que carga con cierto estigma porque es música que sale de las calles del barrio. Ese es el valor de esta nueva generación de reparteros (como se conoce a los artistas del género): sus canciones capturan la cultura popular, mezclan la jerga adolescente con la estética de la Generación Z y todo ello con una pretensión de sonar para un mundo global.
Son muchos los nombres que ya empiezan a despuntar, desde El Chulo hasta El Kímiko, Wildey o Chocolate MC, pero es Wampi el que más oportunidades tiene de despuntar en el pujante mercado internacional de la música urbana. Su flow es tan pegajoso como una tarde paseando por las bulliciosas calles habaneras, su habilidad para combinar ritmos autóctonos del Caribe con tendencias juveniles y, al fin, su tremebunda carisma le convierten en el nuevo héroe de los chavales cubanos.
José Fajardo
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