En la omnipresente nombrada “nueva normalidad” habrá que adaptar muchas cosas de nuestro día a día. Entre ellas, los viajes (o la ausencia de ellos). Afortunadamente, y aunque no parece que el Ministro de Cultura se dé por aludido, la música no solo genera miles de millones de euros al año gracias al gran flujo de turismo que los eventos musicales dejan en las arcas públicas de cualquier nación; sino que también, en tiempos de confinamiento y distanciamiento social, la música también nos permite viajar.

Es el caso del primer volumen de “Un canto por México”, el nuevo álbum de Natalia Lafourcade; y un álbum que no solo reivindica la tierra en la que nació y la que vive, sino que es un viaje por las profundidades de un país que, aunque en los últimos años ha sido más señalado por el narcotráfico y la corrupción política y sufrido terribles catástrofes naturales, sigue siendo una de las colonias artísticas y culturales más importantes del mundo.

El germen del disco nació con un fin solidario: recaudar fondos para reconstruir los daños ocasionados al Centro de Documentación del Son Jarocho de Jáltipan, en Veracruz, a causa del terremoto que arrasó con todo en 2017. Tras una serie de conciertos y acciones solidarias lideradas por Natalia Lafourcade, hace unos meses la mexicana, a pesar de que había anunciado que estaría unos años sin hacer música, decidió convertir en disco aquella experiencia.

Lo que comenzó con la idea de ser un concierto con ilustres colaboradores, se traduce ahora en un canto colectivo, un ejercicio de culto y pleitesía a la canción y las músicas mexicanas. En este primer volumen, icónicos himnos del son jarocho, la cumbia o las rancheras compuestos por José Alfredo Jiménez, María Teresa Lara Aguirre, Tomás Méndez Sosa o Juan Gabriel se funden con composiciones originales de Lafourcade, que comparte micrófono y créditos con artistas de la talla de Jorge Drexler, Panteón Rococó, Leonel García, Los Auténticos Decadentes, Carlos Rivera, Meme de Café Tacvba y Los Cojolites, el grupo detrás del Centro de Documentación del Son Jarocho.

El disco, más allá de su fin solidario, como demuestran canciones como “Sembrando flores”, “Veracruz”, “Nunca es suficiente” o “Cucurrucucú Paloma”, es un viaje por los olores, los sentidos y la memoria cultural e histórica de México; firmado por una artista que, como ya demostró en los dos volúmenes de “Musas” y en “Mujer divina”, sigue siendo la mejor relatora para resignificar el repertorio más imperecedero de México y América Latina.

Alan Queipo