Los años le hicieron entender mejor la idiosincrasia bonaerense y porteña, viviendo y trabajando en ciudades como Carlos Tejedor o el barrio de Almagro, donde conoció al payador José Luis Betinotti, que se convertiría en un modelo a seguir. Un modelo que le inyectó la pasión por canciones de tinte campero, folclórico o los géneros que mejor definieron su perfil artístico: el tango y la milonga guitarrera.
Para bien o para mal, coincidió en tiempo y lugar con Carlos Gardel, la omnipresente figura y casi logotipo del tango en todo el mundo, que eclipsó figuras como las de Corsini que, sin embargo, dejó un repertorio indeleble de clásicos populares que forman parte de la genética de la canción federal argentina, que ayudaron a construir un proto-lunfardo de tango-canción elemental.
De ahí que un trovador contemporáneo como Pablo Dacal haya decidido reivindicar la figura del trovador italo-argentino que compuso clásicos como “La Pulpera de Santa Lucía”, “La China de la Mazorca” o “La Bordadora de San Telmo”, entre otras. La reivindicó en el ensayo “Por qué escuchamos a Ignacio Corsini”, que editó Gourmet Musical; y, mejor y más gráfico aún, lo revindica en este “Cancionero Federal” en el que versiona varias de las canciones más populares de Corsini, especialmente las que escribieron iconos olvidados como Héctor Pedro Blomberg y Enrique Maciel.
Un cancionero en crudo y casi en directo, en el que Dacal se rodea de tres guitarristas que llevan estas milongas, valses y el clásico formato de tango-canción a un nivel de transparencia y frontalidad que es la mejor manera de entender cómo repertorios que empiezan a contar sus años en siglos sigan floreciendo atemporales y absolutamente necesarios de recuperar.
Alan Queipo.
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