Amanda Lear: El Mito de la Ambigüedad Sexual
Amanda Lear siempre fue y será una mujer con una arrolladora personalidad.
¿Quién era, quién es realmente Amanda Lear? Según se contaba en la época, fue la primera transexual en convertirse en una de las modelos más famosas del mundo, amante de las grandes estrellas del rock entre otros Mick Jagger y Bowie, y sin ninguna duda, la diva de la música disco durante más de 40 años. En su carnet identidad francés ponía: Amanda Lear, nacida en Saigón, (Vietnam), el 18 de noviembre de 1950.
Fue muy conocida su relación con el divino Dalí y con Gala, el pintor que gustaba de la publicidad en una época sin redes sociales, se basó en el estilo andrógino de Amanda, para montar lo que yo denominaría un: “amando lío”. Sin duda, a Lear le atraían más los chicos malos, y sus encuentros amorosos con gente de la canción, darían para escribir la historia de la música a través de las sábanas de la rubia. En su agenda de encuentros también estuvo Brian Jones y Bryan Ferry.
Amanda Lear siempre fue y será una mujer con una arrolladora personalidad. Firme, fuerte, responsable, inteligente, muy artista, capaz de tocar cualquier tema artístico. Y culta, muy culta. “Siempre fui triste y solitaria. Todas mis amigas tenían novios rockeros y yo no tenía éxito. Pero fue precisamente mi tristeza lo que le gustó a Dalí: “tú eres el ángel de la melancolía de Durero“, me decía.
Cuando tenía 18 años y vivía en París, trabajó como maniquí para Paco Rabanne. Su novio por entonces, Brian Jones, el guitarrista de los Rolling, le llevó a una discoteca. Gracias a Anita Pallenberg, que había abandonado a Jones para irse con Keith Richard, conoció a mucho rockero. En algunas noches, frecuentó mucho mundo.
También Dalí estaba rodeado de una horrible corte de peluqueros, mujeres pintadas y falsos aristócratas. Nos invitó a su mesa. Lo primero que me dijo fue: “¡Qué bello esqueleto! Tienes la cabeza de muerto más hermosa que he visto. Me sentó fatal. Dalí gracias a su surrealismo, podía decir lo que le saliera de sus bigotes y me dijo: querida, las mujeres no tienen ningún talento, sólo sirven para hacer tortillas. El talento reside en los cojones“.
Le han inventado fechas de nacimiento y sexos, si es que puede haberlos. Ella se ríe y sigue cantando. Ahora ya sin contorsiones, porque dice que con su edad, es mejor subirse a un taburete porque es más elegante.
Desde la muerte de su marido y de su amigo Gerald Nanty que fue líder de la noche parisina, ya no la frecuenta. La noche en la ciudad le aburre y prefiere la compañía de sus diez gatos.
“La soledad, ¡qué felicidad! –declara- Estoy en el límite de la grosería. No invito a nadie. Si quieren venir, allá ellos pero quizás no me encuentren“. Así fue, es y será Amanda.