AMOR A MÚLTIPLES VISTAS

El día que a Susan Sontag se le ocurrió decir que en su época todo existía para culminar en una fotografía no tenía ni idea de redes sociales ni de mensajes móviles e instantáneos. Aquello se quedó ahí y, si en ese momento levantó algún comentario de oportunismo apocalíptico, hoy es una realidad como un piano sin adversario que le contradiga.

Salvedades aparte, empezar citando a Sontag es un ejercicio de estilo que nada tiene de rito mesiánico -y no es por que no pensamos que la Sontag era una adelantada-. Lo que pasa es que parece mentira que esta afirmación se diera en otra época distinta a la actual donde se cumple esta máxima y su opuesta, es decir, nada existe si no está fotografiado.

 

Por todo esto, no es disparatado decir que la fotografía dirige las reuniones de estados, sino de dónde viene la expresión “quien se mueva no saldrá en la foto” y también se ha convertido en el mayor deseo carnal, mucho más presente que cualquier pasión lujuriosa. Está comprobado que existe toda una patología cada vez más extendida de seres que se entretienen en buscar la postura y ángulo fotogénico de su relación de pareja antes que en satisfacer sus propios antojos.

Hoy nos fijamos en este detalle: la relación de la fotografía con las parejas (y no al contrario). Por raro que parezca estamos seguros que existe una cierta intimidad entre dos que se quieren y la fotografía. Quién no ha temido alguna vez salir poco favorecido en una foto de pareja o quien no se para en escaparates de fotografía a observar a esos recién casados perfectamente desconocidos. Y aún podemos disparar más lejos, quién no ha deseado profundamente que se acabe el primer beso para hacer público un romance en la red. Todo esto ocurre por culpa de la química de la fotografía y no nos referimos ni a productos de revelado ni a los antiguos haluros de plata. Es otra clase de química, ya que se imaginan cuál…

 

 

Llevando este extraño fenómeno al extremo aparece el siguiente nivel de la patología que es la unión sentimental entre fotógrafos. Este hecho no puede ser pasado por alto y requiere de un análisis posiblemente de diván freudiano. Digamos que existe un enamoramiento a primera vista y otros enamoramientos debidos a muchas vistas. Y así la fotografía demuestra que es posible enamorarse a través del ojo y no solo del corazón.

Este prodigio viene ocurriendo desde los primeros tiempos de la fotografía. Edward Weston, instigador de la primera objetiva fotográfica, vivió un célebre romance con la actriz Tina Modotti a la que contagió su pasión por la fotografía y a quien debemos algunas de las imágenes más tremendas de la ebullición mexicana de los años 20. Más conocida es la relación que tuvo Man Ray con Lee Miller, él tuvo como compañera, musa y modelo durante tres años y ella no se separó jamás de la sombra alargada de su surrealista influencia.

 

Otra unión gracias a la fotografía se fraguó entre Alfred Stieglitz y Georgia O’Keeffe. Él es el padre del pictorialismo, la primera corriente de naturalismo en fotografía y ella una suculenta pintora de flores carnívoras. Vale que ella no era fotógrafa pero hay una extraña mezcla de realidad fotográfica y erotismo flagrante en esa flores que han inclinado la balanza para que la incluyamos en esta selección.

 

Más parejas relacionadas por este extraño comportamiento son Lilian Bassman y Paul Himmel. Estos vivieron toda la eternidad juntos. Ella convertida en fotógrafa de cabeceras de moda, revolucionaria con su solemne y elegante estilo de retratar lo efímero y convertirlo en eterno. Él uno de los autores que abrió el objetivo y dejó que entraran extrañas sombras. A ella se le puede ver si estás estos días por Madrid y te pasas por la tienda de la calle Serrano de Loewe.

 

Siguiendo con la moda, hay otro extraño caso de una pareja de fotógrafos que siguen en activo creando iconos de este tiempo, son Inez van Lamsweerde y Vinoodh Matadin. Seguro que hay más contagios si seguimos rascando en la historia de la fotografía, a simple vista parece menos engolados que las millones de parejas que nos prestan sus azucarados retratos de pareja. ¿No creen?