GoGo Penguin a todo gas
Gogo Penguin es el Radiohead del jazz, la banda británica que busca cambiar el jazz contemporáneo.
No improvisan. Los músicos de GoGo Penguin, el trío británico, una de las últimas noticias del jazz contemporáneo (o algo parecido a eso), no improvisan. No hay fraseos sobre la marcha, saltos al vacío, solos a partir de sucesiones de acordes: apenas tocan canciones.
En Murmuration, por ejemplo, hay una pequeña introducción, casi un esbozo. Luego, una melodía simple, portentosa: un monumento de claridad. Y, también, una hoja de ruta. Sin embargo, no es una estructura para que la improvisación ocurra. La canción (y no las variaciones alrededor de ella) es el motivo central. Las tensiones y el clímax no son producto de un intercambio de fraseos, de acciones y réplicas en el momento, sino de una interpretación planificada.
Aquí importan más las atmósferas, los detalles o las texturas que las apariciones individuales, los recitales virtuosos. Las piezas de GoGo Penguin funcionan como postales, registros del tiempo y de la emoción, capturas del vértigo (To Drown In You), del desconcierto (Wash). O hermosos ejercicios de contemplación (Unconditional).
Si el formato, las posibilidades técnicas y ciertas composiciones del grupo remiten al jazz (a The Bad Plus, al Esbjörn Svensson Trio, incluso a Vijay Iyer), el resto va en otra dirección. Las influencias son diversas (de Arvo Pärt a Squarepusher, pasando por Radiohead) y sirven para ilustrar la singularidad del trío que conforman el pianista Chris Illingworth, el contrabajista Nick Blacka y el baterista Rob Turner.
Un sonido que es más que jazz moderno de mesa de café, describió John Fordham, el crítico de The Guardian, cuando GoGo Penguin fue nominado en 2014 al premio Mercury, el más prestigioso de la música británica, con el disco v2.0. Fue el segundo álbum del grupo, pero la primera exposición magistral de su estética. Ahí estaban ya las composiciones, los potentes desarrollos instrumentales, las bellas transiciones, los matices. Una pequeña obra maestra. Y, además, un punto de despegue, de no retorno.
Después del éxito de v2.0, empezamos a ir mucho de gira, lo que articuló las actuaciones en vivo, contaba Blacka en el portal Nitelife. El sonido de GoGo Penguin es sencillamente el sonido de nosotros tres y la combinación de nuestras influencias. Supongo que la electrónica, el jazz y la música clásica son las más señaladas, agregaba.
La firma con Blue Note vino poco después, y con ella más giras y conciertos. La banda, a la que Blacka fue el último en llegar, ya era una unidad consumada. Y si el acuerdo con el sello estadounidense pudo hacer pensar en una apuesta más mainstream, los discos posteriores demostraron lo contrario.
Uno, Man Made Object (2016), es una exhibición de paisajes rítmicos, secuencias hipnóticas que en ocasiones invitan al baile. Hay también colores, riqueza de timbres, baladas llenas de silencios, aunque todo con una constante: las canciones fluyen en un solo estado, de una sola forma.
La observación resulta útil al escuchar A Hundrum Star, publicado dos años después. En este caso, los recorridos tienden a ser más complejos, como si fueran historias con inicio, trama y desenlace. O pequeñas piezas de cámara con movimientos. Motivos recreados, deconstruidos, transformados como en Bardo, que ilustra cómo suena una frase de música electrónica interpretada por un trío acústico.
Melodías en los murmullos, en las explosiones de fuerza y ritmo, en las transformaciones de la canción.
Strid, justo a la mitad del disco, lo fija muy bien: una primera parte galopante, a veces intrincada, que abre paso a la voz en solitario de Blacka en el contrabajo y, tras él, a un ostinato que va in crescendo. La pieza alcanza su plenitud con esas repeticiones finales, cada vez más intensas, cada vez más bellas.
Además de esos dos registros, el vínculo con Blue Note produjo el EP del trío en vivo en los estudios Abbey Road y, el año pasado, el notable Ocean In A Drop (Music For Film), donde GoGo Penguin ofrece su versión de la música del célebre film Koyaanisqatsi (la banda sonora original es de Philip Glass).
Una vez más, melodías que abren caminos, formidables tensiones.
A principios de marzo, cuando el mundo empezaba a ser otro, la banda de Manchester publicó Atomized, un anticipo —junto a tres sencillos más— de GoGo Penguin, el álbum con título homónimo que lanzado hace poco. Música a la que aferrarse en estos nuevos tiempos de incertidumbre.