Esther Rojas dirigiendo la Big Band Femenina.

Se presentó en el pasado Festival de Jazz al Parque en Bogotá y fue un suceso. La Big Band Femenina de Bogotá integrada únicamente por mujeres marcó un antes y un después en un género musical en el que, como en tantos otros, ha sobresalido la mujer pero a cuentagotas. Pensar en una orquesta es pensar en grande y además, con la firme convicción de seguir adelante.

La Big Band Femenina de Bogotá la dirige Esther Rojas, bajista barranquillera, graduada en la Universidad Javeriana y del Berklee College of Music de Boston. Es joven, pero lleva una vida entregada al jazz, y así como heredó una manera de hacer jazz de Nathalie Gampert, inculca esa línea de acción en sus dirigidas. Es como si el viejo sentido de la tradición oral de los pueblos alrededor de la música popular, se trasladara a las ciudades modernas para hacer jazz. Ella, que fue alumna, es ahora la maestra, y seguramente dejará su batuta en manos de alguien con su mismo espíritu formador.

Detrás de la Big Band hay, por supuesto, un grupo de personas del Instituto Distrital de las Artes, Idartes, con una idea clara entre ceja y ceja. Su directora Catalina Valencia Tobón, el director de música Michael Navarro, y la programadora de Jazz al Parque Daniella Cura. Siento una inmensa alegría porque se están abriendo cada vez más espacios para las mujeres, le contó Esther al portal Furiajazz, quienes tradicionalmente no hemos tenido las mismas oportunidades que los hombres. Vemos que las big bands que hay en Bogotá, que son varias y muy buenas, son en su 99% masculinas.

Pero el asunto no es nuevo y Daniella lo constata: A lo largo de once años sólo ha habido 16 mujeres en la formación de la Big Band Bogotá, por eso era urgente ya en este regreso del Festival, después de la pandemia, ahora como Big Band Femenina Bogotá. Al principio fue muy difícil porque una no conoce muchas mujeres en el ámbito del jazz, pero a pesar de eso se presentaron 93 mujeres ¡Entonces mira lo urgente que era, y la deuda histórica tan grande que se tenía que saldar, que uno abre una convocatoria para una Big Band Femenina, y para ocupar 18 plazas se presentan 93 mujeres, todas con un excelente nivel interpretativo!. De modo que hagamos un poco de historia.

Mujeres colombianas en el jazz

La presencia femenina en el jazz no ha ido a la par de su presencia en otras músicas. La música tropical, la música del interior y expresiones foráneas establecidas como el bolero, la balada o la salsa siempre han tenido representación de la mujer. Están las cantaoras, están las voces de grandes orquestas, están las intérpretes románticas, y están, por supuesto, las orquestas de salsa, con una trascendencia de tal magnitud que la ciudad de Cali llegó a tener 15 bandas femeninas grabando continuamente y haciendo presentaciones internacionales.

Es decir, el papel de la mujer en la salsa si que ha sido descollante y el libro Abran Paso, de Umberto Valverde y Rafael Quintero, demuestra la vitalidad del fenómeno. ¿Que les contó salir adelante y mantenerse? Sin duda alguna, pero lo consiguieron. ¿Porqué con el jazz no sucedió lo mismo? Bueno, habría que ver qué tipo de jazz, pues si nos referimos al jazz afrocubano, hay lo que podríamos llamar un árbol genealógico.

Quien hace salsa hace jazz latino. Son dos géneros que siempre han ido de la mano. Eso pasó en Nueva York con la orquesta Latin Fever, creada en 1977 por la esposa de Larry Harlow y con la producción de este último para el sello Fania. Y eso pasó en Bogotá con Yemayá, un grupo femenino que integró una generación increíble de mujeres que le dieron una vida particular a la escena musical nocturna de Bogotá a comienzos de los años 80.

Yemayá fue un ensamble que se formó gracias a una serie de encuentros casuales. Por un lado el que unió en Bogotá a la percusionista Bertha Quintero con las tres hermanas pianistas Liliana, Jeannette y Connie Riveros; y por otro lado el que unió en Cali a la también percusionista María del Carmen Alvarado con la bajista de origen suizo Nathalie Gampert y la flautista Amalia Vergara. Fue sobre todo un encuentro generacional que se formalizó en 1982 y recuerdo que todos los que andábamos metidos en el mundillo salsero nos sentimos “tocados” por la varita mágica de una expresión femenina tan contundente y clara.

A ese ensamble pertenecieron, aparte de las citadas, Giselle Ivonne Chaparro, Vivian Ara Regueros y Sylvia Casas; y esa generación la integraron también Jean Gálvez, Dora López y un montón de chicas un poco más jóvenes, entre las que descollaba la trombonista Eliana Zumaqué Gómez, hermana menor de Francisco Zumaqué, de quien recuerdo que tenía ya en mente un proyecto revolucionario para el jazz colombiano titulado Macumbia.

Pues bien, el asunto es que había mucha adrenalina y demasiada energía en aquellas mujeres de Yemayá y el grupo duró poco, yéndose cada una por su lado. Bertha (también educadora, gestora y parte de una familia musical) y María del Carmen liderarían cada una en su ciudad sendas orquestas de salsa como Siguayara y Cañabrava. Nathalie se dedicó al jazz y a la academia, Connie se fue a Barcelona con diferentes proyectos de jazz (entre ellos un programa en Radio Gladys Palmera, Homenaje Sincero); Giselle también acabó en Barcelona cantando jazz; y Vivian, gracias a su relación con Edy Martínez, se sumergió en el mundo del latin jazz neoyorquino.

Así fue que descubrimos que esta generación coincidía con aquella que estaba cambiando el jazz femenino en el mundo. Pianistas como Eliane Elías, Tania María, Kathy Kidd, Marilyn Lerner o Rebeca Mauelón, y saxofonistas como Jane Bunett o Jean Fineberg, estaban llevando el papel de la mujer más allá de la voz, pues hasta entonces si uno hablaba de mujer en el jazz sólo se refería a las cantantes.

Y esas cantantes en Colombia, que seguían floreciendo, ya no estaban solas. En el libro Jazz en Colombia, de Enrique Luis Muñoz, se menciona a las cantantes Isabel Ortiz, Marta Patricia Yepes, Ana María González, Pilar Botero y Claudia Gómez, además de Lucía Pulido, María Olga Pineros y Liliana Montes. Pero ellas, aunque hacían jazz porque les nacía del alma, cantaban otros géneros y ritmos. El caso de Ana María González es evidente. Voz privilegiada donde las haya, siempre estuvo al servicio de proyectos de diferente calibre como Madremonte, verdadero origen del nuevo tropicalismo colombiano.

¿Porqué sucedió de esta forma? Dedicarse al jazz nunca ha sido rentable como proyecto profesional. Es música para un sector de la población que escapa del encorsetamiento mainstream. Pero también porque hacer jazz requiere de una formación académica rigurosa. Como decía El Gran Combo de Puerto Rico respecto a la salsa, esto no es llegué y pegué, esto tiene su truquito.

La educación musical

La educación superior musical en Colombia comenzó en 1936 cuando el Conservatorio Nacional pasó a ser parte de la Universidad Nacional. Se formalizó así un sistema de aprendizaje europeo y de corte clásico. Los pensums de las escuelas parisinas fueron el modelo a seguir y poco a poco se fue abriendo a otros sistemas llegados de Alemania, Austria y Estados Unidos. En cualquier caso fue la música sinfónica el ejemplo dominante. Tendrían que pasar 70 años para que el jazz se convirtiera en objeto de estudio, pero eso fue medio siglo más tarde que en Estados Unidos, donde Berklee School of Music había abierto el camino en Boston al finalizar la Segunda Guerra Mundial.

En otras palabras, ya había un atraso considerable en la enseñanza musical que partía del jazz en Colombia (y en general en América Latina), aunque este fuese considerado como “la música clásica del siglo XX”. Como no, había músicos colombianos de jazz muy notables en diferentes generaciones familiares: los Uribe, los Arnedo, los Martínez, los Sandoval. Maravillosos exponentes de un jazz nacional. Pero faltaba la mujer.

Y esta llegó tarde al jazz por tópicos arraigados, por un machismo soterrado, por una tradición patriarcal y por tantos problemas condicionantes históricos de la sociedad. Y el número de casos de abrumador. Me refiero a aquellas mujeres que se sintieron atraídas por el jazz, pero que estaban destinadas a tener una familia antes que desempeñar un papel en la música. En el mejor de los casos se harían músicas autodidactas y ejercerían un papel de tutoras para nuevas generaciones.

Sólo hasta que se empezó a estudiar jazz en la Universidad Javeriana y posteriormente en El Bosque, la INCCA y el EAFIT, surgieron los proyectos femeninos de vida en torno al jazz.

En la playlist adjunta a esta nota podemos ver diferentes maneras de hacer jazz colombiano, pero con una característica: es un jazz joven, ejemplificado por las pianistas Adriana Vásquez, Carolina Calvache y Melissa Pinto, a quienes se sumaría Francy Montalvo y Natalia Mendoza en una All Stars ideal. Y también lo demuestran las cantantes Gina Savino, Urpi BarcoCatalina García y Victoria Sur, a las que podríamos sumar a María Mulata y Marta Gómez. Todas además de la flautista Anamaría Oramas.

Futuro hay, desde luego; pero camino por recorrer también y mucho.

Cada una tiene un estilo y una forma de expresión. Nathalie Gampert hizo, en su momento, de Bajos Distintos un referente del jazz colombiano y El Golpe es un clip de aquella innovadora propuesta. Le sigue el jazz funk de Lucía Pulido, quien le pone voz de cantaora acompañada por auténticos pesos pesados de la expresión como Héctor Martignon, Satoshi Takeishi y Jairo Moreno, es decir, el New World Spirit de Ray Barretto. Catalina García con Monsieur Periné acude al jazz manouche mezclado con cumbia. Las interpretaciones de las pianistas Adriana Vásquez, Carolina Calvache y Melissa Pinto son prodigiosas, al igual que las de las cantantes Gina Sabino, Urpi Barco y Victoria Sur. Pero en todas se siente una elegancia y toque refinado que podría ser la marca definitiva del jazz femenino de Colombia; algo que demuestra Ana María González con su maravillosa evocación de Billie Holiday en God Bless The Child, e incluso Vivian Ara haciendo coros para un pro-hombre del latin jazz como Chico O'Farrill. El colofón lo ponen las pioneras, Yemayá, con una grabación de un cover instrumental de Pérez Prado en 1982. 

Playlist

1. Nathalie Gampert - El Golpe
00:00:13
2. Lucía Pulido - Círculo Vicioso
00:05:18
3. Adriana Vásquez con Juan Sebastián Monsalve Trío - Las Plazas
00:10:39
4. Catalina García & Monsieur Periné - Cou Cou
00:14:47
5. Vivian Ara con Chico O'Farrill Orchestra - Te Quiero
00:18:04
6. Carolina Calvache - El Sotareño
00:23:26
7. Quinteto Gina Sabino - María Helena
00:28:42
8. Urpi Barco & Nicolás Torres - Tonada del Cabestero
00:34:54
9. Melissa Pinto - Familia Caribe
00:39:36
10. Ana María González - God Bless The Child
00:44:28
11. Esther Rojas & The Big Band Bogotá feat. Victoria Sur - Hasta el Nuevo Sol (live)
00:50:27
12. Yemayá - Mambo Nº 5
00:55:12

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