Las protestas de la plena
La plena, uno de los ritmos tradicionales de Puerto Rico, se mantiene firme aunque las dificultades la asedian cada día.
La plena que yo conozco no es de la China ni de Japón, porque la plena viene de Ponce desde el barrio de San Antón. El inolvidable Chivirico Dávila cantaba esa plena de Chano Montes con Kako y su Combo Gigante allá por 1960. En aquel entonces la plena era una de las muchas expresiones caribeñas que se englobarían dentro de la salsa alcanzando un tono y un manejo armónico diferente al tradicional. Porque la plena venía del folclore boricua y era orgullo de todos los puertorriqueños de raíz.
Cuenta la leyenda que en 1910 una pareja de isleños oriundos de Saint Kitts llegaron a establecerse en la sureña ciudad de Ponce. John Clark y Catherine George habitaron una casa ubicada en el sector de la Joya del Castillo. “Los ingleses”, como llamaban a la pareja, convivieron con los intérpretes del ritmo tradicional bomba en el sector y en los primeros bailes programados juntos, dieron algunas pautas de la música que se tocaba en su isla, el calypso. Al poco tiempo la fusión de los dos ritmos dio lugar a uno nuevo que fue denominado plena.
El nombre plena significaba completa y tuvo como elemento primordial un instrumento llamado pandero, que era una pandereta de gran diámetro y sin sonajas. Hubo tres variantes: el seguidor, el banao y el requinto, que acompañaban a un cantante solista que improvisaba seguido por un coro. Y fue Carola Clark, hija de “Los ingleses”, la primera cantante de plena que tuvo renombre. Pero el primer virtuoso del canto y también de la pandereta fue el ponceño Joselino Vargas, conocido como Bumbum Oppenheimer, arador de hacienda por oficio y animador de bailes por malabarismo con el pandero.
Pero eran ambientes turbios y la violencia no faltaba. El primer gran éxito de Bumbum fue Cortaron a Elena, dedicado a una bailadora llamada Elena Sánchez, a quien le cortaron la cara en la Avenida Hostos. Y el propio Bumbum, considerado como el “Rey de la Plena”, fue acuchillado en un baile y murió en su casa al poco tiempo, en el Patio de Morenos de San Antón en 1929.
De su influencia nacieron varios pleneros, como Manuel Jiménez, El Canario, quien grabó por primera vez una plena en Nueva York. Con él comenzaría la diáspora que llevaría la plena a Chicago y Philadelphia, y se haría famosa gracias a genios de la música puertorriqueña en general como Rafael Cortijo, Mon Rivera, Joe Valle y a agrupaciones contemporáneas como Los Pleneros del Quinto Olivo.
En gran medida esa diáspora orgullosa de su pasado permitió que la plena no fuese apocada por fuerzas bailables como el merengue dominicano, que marcó con furor los años 80, ni por todas las expresiones del nuevo pop latino que florecieron a partir de los años 90. Los Pleneros de la 21, banda creada en 1983 por Juan Gutiérrez y Marcial Reyes, fue toda una escuela en Nueva York, y de sus alumnos surgirían las bandas que posibilitaron una nueva moda de la plena cuando arrancaba el Siglo XXI.
Viento de Agua fue una de ellas. Esta banda que revolucionó la plena en ese momento, fue creada por el percusionista Héctor Tito Matos y los saxofonistas Ricardo Pons y Alberto Toro a partir de sus experiencias en Los Pleneros de la 21 en el East Harlem de Nueva York. Luego de su impactante álbum De Puerto Rico para el Mundo, Pons hizo carrera en solitario en el jazz y Matos se convirtió en San Juan en promotor de nuevas bandas en su local La Junta de la calle Loíza en San Juan.
Y tuvo éxito, hasta que en septiembre de 2017 el huracán María, uno de los peores ciclones tropicales que se recuerden, se lo llevó por delante. El huracán se llevó por delante buena parte de la isla y más allá de la tragedia humana, dejó unas pérdidas económicas de las que aún Puerto Rico no se repone. En busca de ayuda, Matos organizó plenazos, que es como se conoce a los encuentros callejeros de plena. Una música contagiosa y alegre intentaba sobreponerse al drama.
Los problemas de la plena
Y es que esa ha sido una de las luchas contantes de la llamada “Isla del Encanto”: primero, las inclemencias como el huracán. Luego, ya en 2019, las protestas sociales que llevaron a la dimisión del gobernador Ricardo Rosselló, en lo que se denominó “Primavera Latinoamericana”. Fue un momento de unión social por la protesta, pero al mismo tiempo de incertidumbre por el futuro inmediato. Y en 2020, la pandemia del coronavirus que le ha dado un golpe casi mortal a la música en vivo… como en todo el mundo.
De todas esas circunstancias hablaron las letras de la plena. Somos nosotros la fuerza, sabrosura y conciencia, tradición que se reinventa, como dice la canción.
Pero los pleneros de Puerto Rico están convencidos que hay un problema mayor y es la falta de oferta privada para mostrar su música. Matos, quien tiene otra banda de plena llamado La Máquina Insular, dice que los grupos de música de raíz reciben menos ofertas que los de reggaetón. Y es que estamos en la isla de reggaetón.
Hiram Abrante, líder de la banda de bomba y plena La Tribu de Abrante, afirmaba en una entrevista que cuando viajo a otros países, la gente dice que el reggaetón es la música tradicional de Puerto Rico. Al principio se quedaba asombrando, ahora intenta buscar una respuesta sensata. No, no lo es, aunque si se trata de la forma musical más extendida y mediática.
Vivimos en la isla del reggaetón y por eso a veces sentimos que formamos parte de algo invisible, pero aun así existe una escena vibrante donde hay muchas bandas haciendo ruido, con gente de todas las edades tocando diversos géneros, desde rock hasta rumba y canción de autor, contaba en Radio Gladys Palmera la pareja de música alternativa Buscabulla.
Para la plena en particular, el reggaetón ha ocasionado un problema lingüístico y educativo. Hay un estilo de música del mismo nombre que surgió en Panamá, la plena panameña, también conocida como reggae en español. Pues bien, a comienzos de este siglo, esa forma musical que entrelazaba reggae, dancehall y soca, entre otros ritmos, llegó a Puerto Rico y encontró un marco natural de expresión en el hip-hop local de artistas como Vico C o Tego Calderón. Al poco tiempo apareció el reggaetón inundándolo todo.
Por ese antecedente, muchas personas confunden esa plena de Panamá con la plena tradicional de la isla. Y no es la única confusión. Hoy en día esas nuevas generaciones, marcadas por el reggaetón, no distinguen sus ritmos autóctonos y confunden bomba con plena, plena con seis y así sucesivamente.
Más allá de Puerto Rico
Pero volvamos a Viento de Agua. Su repercusión a comienzos de Siglo XXI vino acompañada del impacto de otra banda, Plena Libre. Dirigida por el bajista Gary Núñez, Plena Libre acumuló una sucesión de nominaciones al Grammy y alcanzó un estatus que hasta ese momento sólo tenían los artistas de salsa. Más de 15 álbumes la avalan como referencia de la música de raíz en Puerto Rico. Eso si, yo produzco mis propios discos, dice Núñez, quien es consciente que la publicidad y el eco mediático se ha alejado de la plena tradicional. ¿Qué crees que pasará con los músicos del mañana?, le preguntaron y Núñez contestó: soy testigo que en países donde no se habla español la recepción ha sido grande.
Núñez se refiere a la simpatía que despierta Plena Libre en Francia, por ejemplo, pero también a la diáspora. Tito Matos defiende que los centros culturales de Estados Unidos eran los que estaban dándole oportunidades a los pleneros. Ahora habrá que ver que pasa después de la Covid 19.
Lo que si está claro es que la plena ha ido desarrollando una expansión similar a la de la cumbia. Su facilidad de expresión, su formato instrumental sencillo y su ritmo contagioso, ha hecho que llegara para quedarse en el cono sur de América. En Montevideo está, por ejemplo, el Combo Camagüey, con mucha fama y acogida. Y en Buenos Aires está Quitiplá Música. A cada sitio a donde llega, la plena tiene cariño y se la ve como diversión musical.
En cambio en Puerto Rico es sobre todo callejera y reivindicativa. Siguiendo una similitud con las batucadas de Salvador de Bahía, tipo Banda Olodum, las bandas de plena resuenan a mucho volumen. Sus letras hablan de defensa de valores sociales, declaración de identidad nacional y protesta política. Es una música que corre el riesgo de convertirse en música de mitin, pero es al mismo tiempo su forma natural de sobrevivir.
De la herencia de bandas como Viento de Agua o Plena Libre queda la mezcla musical. Daniel Díaz, por ejemplo, es un virtuoso chico que ha popularizado el tripandero, unión de los tres panderos originales del ritmo, y con este ha entrado en los terrenos del jazz. A ello ayuda la vocación didáctica de un influyente músico, el trombonista William Cepeda, autor de la obra La Música de Puerto Rico: Raíces y Evolución. La música tiene que evolucionar es su mensaje.
Hay bandas de largo recorrido que aún se mantienen. Una de ellas es Truco y Zaperoko, banda creada por la asociación de Zaperoko, dirigido por el trombonista Edwin Feliciano, y Los Pleneros Del Truco, dirigido por el percusionista Héctor Valentín. Otra es Atabal, fundada por el percusionista Héctor Rodríguez, que nació en 1983 como un cuarteto vocal y de percusión y se transformó en un ensamble capaz de mezclarlo todo.
Y hay bandas de formación más reciente donde la lista es larga. Los Pleneros de la Fe, Los Pleneros de Fuego, Los Pleneros de la Solución, Los Pleneros de la Cumbre, Los Pleneros de la Cresta, Los Pleneros de Severo, Los Pleneros de la 23 Abajo, PlenaSon, Plena Combativa, Plena Rebelde, La Tropa… Hay supervivencia.