Rigoberta Bandini

El himno de la cuarentena en España no fue ninguna de las cansinas versiones de Resistiré del Dúo Dinámico. La canción que todxs bailamos encerradxs en nuestras casas fue In Spain We Call It Soledad de Rigoberta Bandini. Mientras las carreras de mogollón de artistas quedaban en barbecho por culpa del virus, esta barcelonesa saltaba a la fama con insospechados éxitos virales como ese y Too Many Drugs, donde mezcla bases electrónicas de discoteca bakala con mensajes intimistas de un extraño poder evocador.

Si el 2020 fue el año de su explosión mediática, este 2021 debe ser el de su confirmación como una de las nuevas estrellas del pop en español. Su plan es seguir soltando singles, como el más reciente Perra, y ver hasta dónde puede alcanzar su onda expansiva. Es consciente de todo el revuelo que ha generado pero, al hablar con ella en persona, parece ser la única que mantiene la calma al respecto.

Llevo mucho tiempo en esto y sé lo que es fracasar y actuar en una sala vacía, así que ahora no voy a perder la cabeza, dice Paula Ribó (Barcelona, 1990) con la sabiduría de quien comenzó a los siete años como dobladora de grandes producciones de dibujos animados (Bichos, Toy Story 2…) y desde entonces no ha parado de crear, ya fuera como actriz, escritora, directora escénica o cantante y compositora.

José Fajardo: ¿De dónde sale Rigoberta Bandini?

Rigoberta Bandini: Más que un personaje, es una de las muchas caras de Paula Ribó. En realidad, es una forma de unir todo lo que me interesa: la escritura, la música y el teatro. Las letras son poemas musicados, además canto y escenifico esas canciones a la hora de plantear el directo. Hay una dramaturgia detrás pero no pretendo subir al escenario y ser otra persona. Conecto con el público porque es honesto.

JF: Has alegrado a mucha gente con tus canciones cuando no se podía salir a bailar. ¿Cómo has vivido esa situación tan marciana?

RB: Siento que ha sido un regalo que me ha dado la vida, si tenía que ser en un año tan raro, pues adelante. El mundo Covid está guay, en el sentido de que siempre tenemos tanta prisa para todo, y el virus es un recordatorio constante que te dice ‘tranqui, tranqui, tranqui’, todo a su tiempo. Que el mundo esté parado es un aprendizaje bastante guay. Eso, por buscarle una parte optimista, es obvio que han pasado muchas cosas negativas estos últimos meses. Pero en mi caso me ha quitado un montón la ansiedad, no existía esa sensación de que se te están escapando todos los trenes, alrededor no pasaba nada.

JF: ¿Cómo te sientes ahora?

RB: Estoy súper confiada con el proyecto aunque sé que el éxito no es garantía de nada, igual la siguiente canción ya no funciona. Lo vivo como un juego, con mi pareja (el cómico Esteban Navarro, de Venga Monjas) hago pantallazos de las visitas de los temas en plan ‘ostia, neng, que ha subido 10.000 en un solo día’. Ha sido muy heavy todo lo que está pasando y además haber sido madre por primera vez en 2020. No ser el foco de tu vida está guay, te quitas mucho ego. Mientras mis canciones se volvían virales yo estaba cuidando de mi hijo. No le das tanta importancia a las cosas porque no tienes tiempo de pensar demasiado, dejas que vaya fluyendo. He hecho mogollón de cosas en mi vida que podían haber llegado a la gente y no sucedió. Sé perfectamente lo que es estar al otro lado. Y no pasa nada, tú sigues siendo la misma con o sin éxito, lo importante es seguir haciendo las cosas en las que crees.

JF: Eras muy pequeña cuando empezaste a trabajar, ¿alguna vez tuviste miedo de convertirte en un juguete roto?

RB: Lo del doblaje era como un juego para mí, como una actividad extraescolar donde simplemente me lo pasaba bien. No me sentía como una niña prodigio ni nada parecido. Aunque eran pelis importantes de Disney, nadie me reconocía por la calle porque no salía delante de las cámaras, sólo usaba mi voz. Es verdad que insistí mucho a mis padres para ir a Lluvia de Estrellas, quería imitar a Marisol. Ellos siempre se negaban y ahora les comprendo, me querían proteger, pero entonces me daba mucha rabia.

JF: ¿Qué te gustaba de Marisol?

RB: Era un referente muy anticuado para una niña que había crecido en los años 90 pero en casa escuchaba el Corre, Corre, Caballito, el Corazón Contento, seguramente en Cine de Barrio. Me fascinaba su figura, tenía esa fuerza increíble, en mi cuarto hacía playback con sus canciones. Me gustaba porque era una pequeña diva que tenía mi edad de entonces, unos 11 ó 12 años. Ella representaba lo que yo quería ser, siempre estará en mi corazón.

JF: Quizá sea una coincidencia, pero también te gusta Jeanette, un referente que no había sido tan reivindicado desde lo contemporáneo y ahora mismo hay varias cantantes jóvenes en España que os estáis inspirando en su figura, desde dani hasta rebe.

RB: Me emociona mucho su voz, transmitía tanto, con ese acento inglés súper exótico. Tenía algo increíblemente carismático, no sabría decir qué es. Mi padre me ponía en el coche de pequeña el grupo que ella tenía antes, que se llamaba Pic-Nic y ha pasado bastante desapercibido, pero tiene canciones geniales. Su música es como un hilito, súper minimalista, a mí me llega mucho.

JF: Coincidiendo con la pandemia, habéis salido muchos artistas nacidos entre los 90 y principios de los 2000, que quizá no tenéis nada que ver pero sí formáis parte de una escena invisible: todos mostráis una soltura especial para desnudaros sin pudor en temas súper intimistas y, de ahí, saltar a celebraciones del hedonismo más bestia.

RB: Es curioso eso que dices, cuesta desde dentro saber a qué burbuja perteneces. Aunque es de una generación un poco mayor, a mí me inspira muchísimo La Bien Querida, ha sido un gran referente, me siento muy conectada con ella. Hoy he escuchado a un pavo que no conocía, un rapero de Puerto Rico, se llama Residente. Luego he visto que es súper conocido, que tiene millones de escuchas mensuales, pero a mí me pasan estas cosas, que vivo en mi peli y no me entero. Iba en el AVE y me he puesto a llorar con su canción René. Cuando pasa eso, me flipa, y hacía tiempo que no sucedía.

JF: Quizá la principal característica de los artistas de tu generación sea la falta de prejuicios para mezclar influencias que hasta ahora parecían irreconciliables.

RB: Con la explosión del trap y todo lo que ha pasado estos últimos años se le ha dado la vuelta a la música. De repente el autotune está bien visto, y otras muchas cosas que antes no se podían hacer, ahora están guay. Te libera muchísimo como artista porque todo está permitido. Ahora que lo dices, me siento muy identificada con esa idea de dejar atrás los prejuicios; cuando estoy en el estudio, obviamente tengo mis miedos, pero no pienso si una base es de reggaetón o de electrónica, simplemente la uso si me apetece, tengo toda la paleta del universo a mi alcance, ya no hay música buena ni mala.

JF: ¿Qué piensas cuando se te mete en el saco de la electrónica?

RB: No me siento parte, para empezar porque he escuchado muy poco, algo de Daft Punk, me flipa Didi D’Agostino, pero no soy muy endogámica de una escena concreta. También me ha influenciado La Oreja de Van Gogh, con 10 años me marcó El Viaje de Copperpot (2000). Los prejuicios son elitistas: La Oreja de Van Gogh puede tener temazos igual que Billie Eilish o el más alternativo del mercado.

JF: Los prejuicios terminan por ser una jaula para los propios artistas, que no logran ver más allá de su circuito.

RB: C. Tangana ha abierto mucho camino en eso. Al principio yo misma me puse un poco elitista con él sin querer, me flipaba desde sus inicios en el hip hop con Crema, y de repente hizo una cosa reggaetonera. Tuve la típica reacción del fan amargado, en plan ‘tú antes molabas’. Pero al final me cambió el concepto, le di una oportunidad y entré a saco en su nuevo universo. Ahora nos la ha colado otra vez. Es capaz de coger lo mejor de cada cosa y convertirlo en temazos. Me inspira mucho: los malabares que hace, la gente con la que se rodea, es un artista muy guay.

JF: También reivindicas a Franco Battiato.

RB: Me gusta porque hace lo que le sale de… Tiene esa libertad como artista que no responde a ningún canon, emana libertad, espiritualidad y con una música bastante innovadora para su época. Además canta en italiano, y a mí la música en italiano no sé por qué pero me emociona mucho. Cuando produzco una canción muchas veces busco referencias similares, algún sintetizador que me recuerda a Battiato.

JF: ¿Te gustaba escuchar tu voz de pequeña en las películas que doblabas?

RB: Caillou fue el primer personaje que doblé y me sentía guay después escuchándome. Cuando eres pequeña tienes menos tonterías, si hubiera sido adolescente quizá hubiera pensado ‘qué mierda de voz’. Pero a mí me encantaba oírme, tenía una voz enana, la de una persona enana, es curioso oírme ahora, mi voz está ahí enlatada, ahí está la personita que yo era. Cuando mi hijo empiece a ver pelis de animación, ¿qué pensará cuando descubra que la voz de esos personajes es la de su madre?

JF: Tras el doblaje, saltaste al teatro. De ahí, ¿cómo llegaste a la música?

RB: Yo de pequeña ya veía que ahí había algo que me interesaba, aunque no tenía claro el qué era. Estudié filosofía, historia del arte, y así hasta que empecé a hacer teatro, primero musical y después arte dramático. Descubrí que me gustaba interpretar pero sólo ser actriz me parecía aburrido, yo también quería escribir e incluso dirigir las obras. Con dos colegas formamos una banda, The Mamzelles, y dimos muchos conciertos por Cataluña. El primer disco nos lo produjo Miqui Puig y funcionó muy bien; era 2013 y salimos en todas las teles. Aparte de grupo de música, éramos compañía de teatro. Mi foco de creación estos años ha sido el teatro, pero siempre he escrito poesía. En 2019 publiqué un pequeño librito, se llama Vértigo (editorial Círculo), es un relato largo de autoficción sobre una ruptura.

JF: Y entonces, surgió Rigoberta.

RB: Cuando cumplí 29 años, el 30 de abril de 2019, hice un primer concierto para amigos, aquello fue el embrión. Iba con una guitarra y teclados, me ponía yo misma las bases, una cosa muy lo-fi, en el altillo de un local en Barcelona. Toda la vida he hecho muchas cosas, pero ahora ya me quiero centrar, no sé si por ser madre, si por haber llegado a los 30 o por qué. Pero siento que la energía hasta ahora se me dispersaba mucho. 2020 ha tenido un poder especial para mí, me ha hecho ver las cosas con claridad. Ahora sé que voy a escribir canciones… por lo menos, hasta que me canse.

Una selección exclusiva para Gladys Palmera de los temas que inspiran a Rigoberta Bandini, un ecléctico viaje sin prejuicios que va desde la electrónica de Gigi D'Agostino hasta el rap intimista de Residente, el pop para la Generación Z de dani y la libertad creativa de Franco Battiato.

Playlist

1. Gigi D’ Agostino – Ininterrottamente
00:00:03
2. Billie Eilish – xanny
00:06:03
3. Residente – René
00:09:10
4. dani – Lágrimas
00:16:41
5. Polo & Pan – Nana
00:19:44
6. Master KG, Nomcebo Zikode – Jerusalema
00:22:48
7. Vulfpeck & Charles Jones – Baby I Don’t Know Oh Oh
00:27:01
8. Kylie Minogue – Real Groove
00:30:30
9. The Vogues – You’re the One
00:33:41
10. Georges Moustaki – Le métèque
00:35:58
11. Franco Battiato – Radio Varsovia
00:38:20
12. Lana del Rey – The Greatest
00:42:18
13. Sia, Diplo, Labrinth, LSD – Heaven Can Wait
00:46:55
14. Picnic – Cállate niña
00:50:08
15. Johan Papaconstantino - Les mots bleus
00:53:23
16. ROSALÍA – Dolerme
00:57:30
17. Angèle – Oui ou Non
00:59:33
18. Nicolas Jaar – No
01:03:05
19. Mocedades – Secretaria
01:09:35
20. Albert Plá, Pascal Comelade – Somiatruites
01:12:35

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