Sam Reider, Jorge Glem y la (re) invención del folclor
Dos formas diferentes de hacer música se unen en un proyecto singular: acordeón y cuatro llanero. Una joya que explican sus mismos creadores.
La frase parece el comienzo de una rutina de comedia: “Un acordeonista y un cuatrista se conocen en una fiesta…”. Pero la música del compositor, pianista y acordeonista Sam Reider y el maestro venezolano del cuatro Jorge Glem no es ninguna broma. Su debut discográfico, Brooklyn-Cumaná (Guataca Foundation), es una reinvención inteligente y bellamente interpretada de varias tradiciones musicales.
Los resultados son deliciosamente sorprendentes.
El tema que abre el disco, Homer The Roamer, suena irlandés, o quizás gallego, antes de pasar en una explosión rítmica a Sábana Blanca, una canción venezolana. Pero el total es más que la suma de las partes.
En realidad es más complejo de lo que parece, porque la canción en sí no es irlandesa, dijo Reider en conversación telefónica. La escribió un violinista llamado John Hartford, una de las figuras más importantes de la música folk estadounidense del siglo XX, probablemente en la década de 1970. Es una composición original en la que intentaba crear una melodía de sonido celta. Así que aquí está este americano escribiendo una falsa canción celta que Jorge está tocando ahora, aportando su cultura venezolana, conmigo al acordeón. Y, por cierto, el acordeón no tiene realmente cabida en la música tradicional americana de violín.
El resto de la grabación incluye temas originales de Reider, como Del Boca Vista, escrito para su banda Human Hands, Moonlight Merengue y Skeleton Rag, un gumbo de ragtime, choro y Klezmer. Glem contribuye con Malagueña Cumanesa, una canción nostálgica de su Cumaná natal, y aporta piezas como Amarilis, un vals tradicional de su estado natal de Sucre, Venezuela, y Matapalo y Fuga, un joropo rápido en el que también aporta su voz.
El acordeón, “el sufrido Rodney Dangerfield de los instrumentos musicales“, fue desde los años 20 hasta la década de los 50, y la llegada del rock and roll, el instrumento preferido de la música pop en Norteamérica. Luego tuvo que esperar a la explosión de la World Music en los años 80 y el interés de artistas tan dispares como el tecladista de jazz Gil Goldstein, The Band, David Byrne o Paul Simon, para disfrutar una merecida revalorización. Mientras tanto, casi todos los países de las Américas tienen una tradición musical de acordeón, desde la música norteña en México y el vallenato en Colombia hasta el chamamé en Argentina y el forró en Brasil.
El cuatro, una pequeña guitarra de cuatro cuerdas, es el instrumento por excelencia de la música folclórica venezolana.
El cuatro está presente en más del 95% de la música tradicional de Venezuela, señala Glem. Pero como instrumento de acompañamiento, tocando acordes básicos y manteniendo el ritmo. Lo que Glem no menciona es que, como virtuoso del instrumento, ha tomado las exploraciones de los intérpretes de los últimos 15 años y ha llevado al instrumento más allá de sus límites tradicionales. Un notable intérprete con una gran curiosidad, Glem ha actuado con la Filarmónica de Los Ángeles dirigida por Gustavo Dudamel, pero también con el cantante Rubén Blades o el pianista Jon Batiste en el Carnegie Hall. Y por supuesto, es famoso por integrar la banda que sublimó el instrumento a nivel mundial, C4 Trío.
Glem comenta que su improbable colaboración con Reider comenzó en 2016 en una fiesta en el Upper West Side de Nueva York. Sam y yo empezamos a tocar y había una comunicación perfecta. No hablamos ni una palabra. No podíamos. Yo no hablaba inglés y él no hablaba español, así que todo lo que nos decíamos era a través de la música, cuenta Glem. Por aquel entonces, Sam y yo vivíamos a una hora en tren el uno del otro. Íbamos del sur del Bronx a Crown Heights, Brooklyn. Nos reuníamos en mi casa un día y en la suya al siguiente, y no hablábamos en absoluto. Quiero decir, no podíamos hablar. Todo era a través de Google Translate y todas esas cosas. Fue muy interesante ver lo que se puede hacer con la música. Nos enseñábamos canciones y nos las aprendíamos de memoria, copiando lo que hacía el otro. Fue realmente genial.
Para Glem, la música también tenía un eco familiar.
Tenemos acordeón en la música venezolana, sobre todo en la parte oriental de Venezuela, de donde soy, dice. Pero no es el acordeón de teclado que toca Sam. Es el acordeón diatónico de botones que se usa en el vallenato. Nosotros lo usamos para tocar joropo, la música típica de esa parte del país.
Nacido en San Francisco, Reider, pianista de formación clásica, compositor y educador apasionado por el jazz, se interesó en la música folclórica americana, lo cual le llevó al acordeón. Necesitaba un instrumento más portátil, y además el piano es un instrumento tan grande y tan formal. No tenía la informalidad, la intimidad que yo buscaba, dice. Rescató un viejo acordeón del sótano de su familia y empezó a tocarlo casi como una broma. Reider nunca recibió clases de acordeón. Pero a medida que se adentraba en el instrumento y empezaba a viajar por el mundo con él, conoció tradiciones folclóricas de distintos países. El acordeón se convirtió en mi vehículo para comunicarme con personas de distintas culturas y explorar, afirma. Es un instrumento sin pretensiones y de música de raíz, de pueblo, y la gente responde a eso. Se ha convertido en esta improbable ventana al amplio mundo de la música.
Con el reto de comunicarse sin palabras, la música entre Reider y Glem surgió de la improvisación y la escucha profunda, dice Reider. Los dos instrumentos se complementan muy bien en sus limitaciones. Jorge es un prodigio rítmico y yo no, pero, aun así, gran parte de la música del disco consiste en jugar con el ritmo de formas interesantes. El acordeón es estupendo para tocar los bajos, las melodías y acordes, pero no tanto para marcar el ritmo. Al fin y al cabo, el acordeón es un instrumento de viento. Pero el ritmo es la base común que nos une.
En Brooklyn-Cumaná la música suena orgánica, vivida. Sugiere por momentos una música folk de un país imaginario. Es música de piso de tierra pero sofisticada, vagamente familiar pero también fresca, nueva.
Siempre me ha gustado mezclarme con músicos de otras partes del mundo y decirles: ‘Miren, vengo de un país que amo, con una música que amo y que me apasiona. Y sé que tú sientes la misma pasión por tu música, tu instrumento y tu país’, dice Glem. Conectar esas pasiones desde un punto de respeto y admiración mutuos hace que suceda la música y que pasen cosas bellas e interesantes.
Artículo original de Jazz With An Accent.