Pedro Infante

A Pedro Infante le encantaban los aviones. Solía decir que de morir, le gustaría en el aire y cantando. Por eso se hizo piloto, tuvo su propio avión, sumó casi 3.000 horas de vuelo y compró acciones de la empresa Tamsa, Transportes Aéreos de México. Su afición la demostró cuando llevaba poco tiempo pilotando y grabó una canción titulada Doscientas horas de vuelo, con el Mariachi Perla de Occidente. Pero era un piloto imprudente. En 1947 estrelló su avión mientras maniobraba en el aeropuerto de Guasave, Sinaloa. Al intentar despegar no ganó altura y acabó en un maizal con varios puntos de sutura en la barbilla. En 1949 se quedó sin combustible cerca de Zitácuaro, Michoacán. El resultado fue una placa de platino en el cráneo.

La mañana del 15 de abril de 1957 el actor y músico, ídolo absoluto de México, el protagonista de Pepe El Toro, el intérprete de Amorcito corazón, se subió a un C-87 Liberator Express, un avión de carga de Tamsa, antiguo bombardero reformado de la Segunda Guerra Mundial. El avión en el que lo acompañaban un copiloto y un mecánico de vuelo, alcanzó 200 metros de altura y cayó en picado en pleno centro de Mérida, Yucatán. Murieron los tres ocupantes y nació la leyenda de Pedro Infante.

Pero como en toda leyenda, surgieron los rumores y las especulaciones. La primera de ellas daba cuenta de la escasa habilidad de Infante para pilotar aviones de este tipo. Su intento de maniobra a tan poca altura fue la prueba de ello. La segunda fue un presumible exceso de carga en alguno de los puntos del avión, pues al haber sido construido para llevar bombas, necesitaba una distribución especial de los bultos o crearía un problema de estabilidad. Se dijo entonces que esa carga era marihuana que pertenecía a la mafia local y que los empleados de la compañía llevaban tiempo traficando, y que como Infante se enteró, decidieron provocar un accidente.

También se dijo que todo había sido culpa de una mujer, Christiane Martel, francesa, Miss Universo en 1953. La declarada “mujer más hermosa del mundo” era actriz y estuvo en un puñado de películas en Hollywood junto a Lee Van Cleef, Rhonda Fleming o Tony Curtis, pero un accidentado matrimonio con el empresario Ronnie Marengo la llevó a México, donde se divorció y se comprometió con Miguel Alemán Velasco, hijo del expresidente Miguel Alemán Valdés, uno de los hombres más influyentes del país. Y que con la boda concertada y todo en marcha, Christiane conoció a Pedro Infante (apareció en la carátula de su disco A la orilla del mar). Dijeron que fue amor a primera vista y que ella quedó embarazada, provocando la ira de la familia Alemán, el presunto aborto obligado y el deseo de ajustarle cuentas al cantante.

Y también se habló de la complicada situación sentimental que Infante vivía. Resulta que estaba casado en segundas nupcias con la actriz Irma Dorantes, pero su primera esposa, María Luisa León, decía que ella no había firmado los papeles de divorcio y que por tanto Infante era un bígamo. El 9 de abril de 1957 la Corte declaró nulo el matrimonio con Dorantes. Ella le avisó, pero Infante estaba en Mérida Irma, al recibir la noticia, decidió avisarle a su amado, quien se encontraba en Mérida y quiso ir a Ciudad de México para solucionar el problema, pero por su cuenta. Por eso contrató aquel avión de carga de su compañía.

Por años estos y otros rumores han alimentado la leyenda de un hombre a cuyo funeral asistieron 150.000 personas, y que recordó aquella tragedia del 24 de junio de 1935 en Medellín cuando otro ídolo, Carlos Gardel, pereció en un accidente aéreo. Fue un choque contra otro avión, lo que provocó la muerte de 17 personas, incluyendo el compositor y amigo de Gardel, Alfredo Le Pera.

EL ÍDOLO DE MÉXICO

José Pedro Infante Cruz era de una familia muy humilde, que a duras penas pudo pagar su recuperación de la poliomelitis. Su primer trabajo fue haciendo recados en una empresa de implementos agrícolas, y luego como carpintero. Pero tenía vena musical. Su padre dirigía una banda de música y a él, por allá por 1932, le dio por probar fortuna en la orquesta La Rabia. Muy pronto se destacó y pasó a formar parte de la orquesta de Luis Ibarra. Un tiempo después era figura de la orquesta Estrella de Mazatlán.

Pedro Infante tocaba la batería y a veces cantaba, pero lo que le gustaba de verdad era el violín. Por eso, después de casarse muy joven con María Luisa León, se empeñó en ingresar en el Conservatorio Nacional. Lo hizo, pero sin entrar en la academia, porque su esposa lo convenció de seguir adelante con el canto. 12 pesos le pagaron por su primera presentación radial en la cadena XEW y empezó a ahorrar cada centavo, como le habían enseñado sus padres.

Infante cantaba valses y los cantaba bien, pero lo que gustó de él fueron los boleros, que estrenó en la radio, presentó en el Teatro Colonial, gustó en el famoso Waikikí, y grabó en la RCA Victor. Pero, ¡oh, sorpresa!, a los ejecutivos de la RCA no les gustó su voz. Dijeron que no era comercial, que era una apuesta perdida. Y allí entró en escena Guillermo Kornhauser, directivo del sello Peerless, que le ofreció un contrato de exclusividad.

En noviembre de 1943 salieron a la luz los valses Mañana y Rosalía, que produjeron tanto impacto que tuvieron que prensar más discos de los pensados. Infante grabó en seguida dos números más: El durazno y Soldado raso, para asegurar su continuidad en los almacenes. Al poco tiempo era una estrella, aunque a él no le acababa de llenar del todo.

Desde 1939, Pedro Infante estaba empeñado en ser actor. Había acudido a un par de convocatorias, había sido extra en una modesta película, e incluso había hecho de organillero en otra. El problema es que no le darían mejores papeles sino aprendía a leer. Infante era analfabeto y le dolía. Por eso cogió sus ahorros y se puso a aprender. Al cabo de un año leía con dificultad, pero leía lo suficiente para aceptar un nuevo papel como director de orquesta en el cortometraje Puedes irte de mí.

Así pasó el tiempo, con una carrera cada vez más prometedora en el cine y con un éxito arrollador en el bolero. Su figura se fue agrandando y se convirtió en un galán que llegó a 1947 con un proyecto debajo del brazo: Nosotros los pobres. La película, dirigida por Ismael Rodríguez, era un melodrama en el que Infante encarnaba al humilde, pero valiente, Pepe El Toro. Lo que sucedió con la película está en los anales del cine mexicano como uno de los acontecimientos más impactantes de la historia, por no decir, el más impactante. En seguida se hizo una nueva película, Ustedes los ricos, y el éxito fue mayor, si cabe.

A partir de ese momento, Pedro Infante fue la gran luminaria de México, el hombre tocado por la varita mágica que todo lo convertía en oro. Llegó a amasar una inmensa fortuna con la que fue comprando aviones e invirtiendo en aerolíneas, y con la que construyó una urbanización cerca de Toluca, para que todos sus familiares y amigos vivieran allí.

Y así como fue de importante para el cine y la farándula, fue importante para el bolero. En 1949 Pedro Infante grabó la canción Amorcito corazón, de Manuel Esperón. Se trataba del tema central de las exitosas películas de Rodríguez y era necesario sacarlo cuanto antes. Pero había problemas con los músicos que lo acompañarían, debido a cuestiones sindicales; ante lo cual el director Juan Guitrón optó por grabar con su mariachi.

Fue la primera vez que algo así ocurrió, por lo que se creó un estilo. Había nacido el bolero ranchero, que tuvo continuidad en las composiciones de Álvaro Carrillo y en el vozarrón de Javier Solís. Y claro, Pedro Infante se cubrió de más gloria. Llovieron los contratos y se intensificaron las grabaciones en el nuevo estilo: Ni por favor, Llegaste tarde, Cien años, Te vengo a buscar, Los dos perdimos, Tienes que pagar o Grito prisionero.

Hizo giras por todo el continente, realizó programas de televisión y hasta amenizó tele-maratones. Su siguiente paso, bastante lógico por cierto, era Hollywood, pero primero tendría que arreglar su vida sentimental, llena de amoríos que eran la comidilla de sus fans. Pero murió antes, aquel fatídico 15 de abril. En las penumbras de su muerte, surgió Infante irrebatible, diría Carlos Monsivais.

Dos años después, el 3 de febrero de 1959, los músicos de rock & roll Buddy Holly, Ritchie Valens y The Big Bopper murieron en un accidente aéreo cerca de Clear Lake, Iowa. Ritchie Valens era conocido por La bamba y eso trajo de vuelta a la memoria la tremenda pérdida de Pedro Infante.

Pedro grabó aproximadamente 300 canciones. La mayoría son boleros rancheros, pues fue en este estilo romántico tan propio para la serenata donde pudo mostrar su lado mas carismático. Pero el bolero tradicional fue decisivo porque se pudo ver en su larga carrera como actor. Esta playlist es una muestra de rancheras, sumadas a aquellas canciones que lo hicieron famoso; playlist que rematamos con un cha cha chá, Nana Pancha, donde muestra su faceta humorística y divertida.

Playlist

1. Pedro Infante - Tu recuerdo y yo
00:00:14
2. Pedro Infante - No volveré
00:02:11
3. Pedro Infante - Mi Tenampa
00:06:27
4. Pedro Infante - Las tres copas
00:09:50
5. Pedro Infante - Fallaste corazón
00:12:22
6. Pedro Infante - El mil amores
00:16:03
7. Pedro Infante - Efigenio el sombrerudo
00:18:39
8. Pedro Infante - Cucurrucucú paloma
00:21:50
9. Pedro Infante - Copa tras copa
00:24:40
10. Pedro Infante - Amorcito corazón
00:26:43
11. Pedro Infante - Cartas marcadas
00:28:33
12. Pedro Infante - Ahora soy rico
00:31:29
13. Pedro Infante - La barca de Guaymas
00:34:12
14. Pedro Infante - Tren sin pasajeros
00:36:27
15. Pedro Infante - Cuando el destino
00:38:48
16. Pedro Infante - Nana Pancha
00:42:05

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