“No me llamen leyenda que suena a pasado” así hablaba la gran María Félix, uno de mis mitos. La actriz fue tan grande como su país: México. Su belleza, su vida sentimental, sus memorables escenas en el cine, sus joyas, sus desplantes. Toda ella tan grande tan total, como para forjar un mito.

“Todo alusión a su existencia es, si se quiere acudir a términos casi exactos, o un altar o un patíbulo o, por lo común, ambas cosas juntas.” (Monsiváis)

 Sus amores legendarios: cuatro matrimonios, uno para escapar de casa con Enrique Álvarez padre de su hijo, otro con Agustín Lara compositor de María Bonita, otro con Jorge Negrete, El Charro Cantor, y el útil, porque le dio tranquilidad y dinero –dos cosas que adoraba- con Alex Berger, que fue el que más le duró. Sin embargo, había por ahí un pintor, con el que dio por finalizada su carrera de amada más que de amante.

“Me casé por interés, no sólo por el interés del dinero, es por otros intereses. Desde que salí de la casa de mi madre, escogí mi independencia, hacer lo que yo quisiera, estar con un hombre cuando yo quisiera, el que yo quisiera. Me lo pueden creer o no, los hombres no me escogieron a mí, porque siempre llevé la manivela de la movida, nunca me dejaron, yo nunca he tenido desgracias de amor”.

Nadie sabrá si la Félix era como su personaje o si la creación del mismo le prohibió mostrarse como realmente era. A lo largo de su vida hizo 47 películas con memorables escenas sobre todo en Enamorada y La Generala. María Félix despierta una fascinación más allá del tiempo que no tiene final. El espectador común no podría distinguir entre la Félix verdadera y la de ficción. Su belleza fue clave, pero más su inteligencia y astucia.

María forjó su personaje con su propio carácter, el de una mujer fuerte que decía que su principal atributo era tener “corazón de hombre”. Lo que en una mujer es una cualidad tener corazón de hombre, en un hombre tener corazón de mujer, es una catástrofe, afirmaba.

A una actriz no se le investiga, a una actriz se le inventan cosas, una actriz es un sueño. Y de las invenciones nacen los mitos. La vida corriente no genera nunca mitos de leyenda.

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