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Aquí en Los Ángeles dónde me encuentro, se quebró para siempre la voz de Yma Sumac en 2008 a los 86 años y está sepultada en el Hollywood Forever Cementery. En los 50 causó sensación por su registro vocal y sus discos de exotismo latino. Fue la primera cantante en alcanzar el mayor registro vocal en la historia de la música. Alcanzaba la nota más alta y era capaz también de llegar a la más baja.

 

Soltaba el timbre de su garganta y el cristal se hacia pedazos. Sus trinos añadidos a las palabras que su marido el compositor Vivanco se inventaba lo mismo sonaban a inca que a japonés. El exotismo era máximo.

Quizás, por el espectacular nombre con el que fue bautizada: Zoila Augusta Emperatriz Chávarri del Castillo o llevada por sus afanes de grandiosidad se declaraba princesa Ñusta descendiente del mismísimo Inca Atahualpa. Lo de sus altos vuelos también era cosa de nacimiento, ya que desde muy temprano comenzó a imitar el canto de los pájaros.

 

Mujer de gran belleza, además de cantante fue actriz. Es la única peruana en tener su nombre en el paseo de La Fama de Hollywood lugar dónde residió 60 años. Yma Sumac es un vocablo quechua que significa “la más hermosa”. Su carrera la desarrolló con su marido y agente Moisés Vivanco, compositor y director de orquesta.

Tras la II Guerra Mundial, se instalaron en Nueva York, formando el Inca Taky Trío con Cholita Rivera. La fenomenal voz de Yma no pasó inadvertida y en 1950 fichó por Capitol Records. Los cazatalentos sabían lo que hacían: la experiencia bélica había despertado curiosidad por las culturas que consideraban exóticas, especialmente las polinesias y al parecer confundían los mapas.

Con Yma Sumac, Capitol encontró un filón propio: el exotismo sudamericano. Producida por un experto, Lex Baxter, ella brilló con Voice of the Xtabay (1950). Posteriormente, grabó con otro famoso director de orquesta, Billy May. Su repertorio consistía en canciones andinas y composiciones de Vivanco, aunque también se subió al carro de los ritmos afrocubanos con el maravilloso Mambo! (1955).

Vestida, peinada y maquillada como Hollywood podía imaginar a una princesa inca, ofrecía un espectáculo inolvidable. Tuvo dominio sobre su garganta pero como suele ocurrir, no sobre su vida privada: se divorció de Vivanco tras descubrir que era padre de hijos fuera del matrimonio, rectificó y se volvieron a casar. La edad hace olvidar lo malo y llegó a contar “estuve casada sólo dos años, y las canciones las hacía yo pero las firmaba él” -cosa que en ocasiones suele ser muy cierta- “le voy a decir la verdad: él solo compuso dos canciones. La que hacía las canciones era yo. Cuando él descubrió mi talento para componer las canciones, él me obligó a ponerlas a su nombre”

Cuando el público estadounidense se cansó de sus historias de vírgenes sagradas, cholos traicioneros y rituales andinos, buscó nuevos mercados. Se hizo enormemente popular en la Unión Soviética, donde grabó en directo (1961) con la Sinfónica del Bolshói. Más tarde trabajó con el productor Hal Willner en Stay awake (1987), una colección de reinvenciones de melodías de Disney.

En los noventa, la moda del lounge provocó que Sumac fuera remezclada y homenajeada en la película de culto de los Cohen El gran Lebowski.

Al igual que todas las grandes divas atigradas, con la edad repetía incansablemente que fue una mujer que cuidó su reputación “Como mi mamá no me iba a dejar salir del país así nomás, mi hermano mayor siempre me acompañaba. La gente no lo veía, pero él estaba allí”.