Hay que ser nieta de esclavos para cantar que veinte años no son nada. Son muchos, y más si no has conocido a tu padre, un militar español que estuvo el tiempo necesario para procrearla. María Teresa Vera nacida en 1895 en Yaguajay, municipio de Pinar del Río, creció al amparo de una familia adinerada en la cual su madre trabajaba como sirvienta. Y llegó a ser voz imprescindible en la historia de la canción trovadoresca cubana. En sus grabaciones no solo están guardados algunos de los temas más queridos de la música cubana, sino su cadencia auténtica, sin traición, sin engolamiento.

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Algunos dicen que su mayor éxito 20 años no son nada la compuso Guillermina Aramburu, amiga de la infancia y abandonada por su esposo después de 20 años. Guillermina que escribía canciones desde joven le entregó a María Teresa su creación Veinte Años, para que la cantara con la promesa de que nunca dijera que había sido escrita por ella; así que la mayoría desconoció esto hasta hace muy poco.

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En aquella mansión a la que acudían grupos de la trova tradicional comenzó a manifestar su aptitudes musicales y a frecuentar grupos de la trova tradicional, y allí conoció al famoso autor Manuel Corona, quien le recomendó que aprendiera a tocar la guitarra y le enseño algunas de sus canciones, y fue la influencia decisiva en el impulso musical de la joven.

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Con apenas 16 años de edad, María Teresa inició su carrera artística en un dúo con Rafael Zequeira, presentándose por primera vez en el teatro Politeama Grande de La Habana. Fue cantante, guitarrista y compositora cubana. Fue una de las pocas mujeres cantantes de su momento. Un paradigma de la trova, la excelencia de la canción cubana tradicional. Su debut interpretando entre otras, la famosa canción Mercedes, acompañada por su autor, Manuel Corona, fue un éxito rotundo por lo que decidió definitivamente dedicarse a la interpretación y la composición.

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Temprano, allá por 1918 viajó a Nueva York, donde actuó en el Teatro Apolo con Rafael Zequeria, con quien ya había formado un dúo grabando varios discos. Solía recordar “En 1916 comencé a cantar con Rafael Zequeira. Cantábamos cubanerías, hicimos más de cinco viajes a los Estados Unidos […]. Nos sentíamos acoplados e identificados en nuestra creación artística y enseguida nos popularizamos dentro y fuera de Cuba. Nuestro dúo fue un éxito popular, aunque sea inmodesto decirlo.”

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En ese período, María Teresa grabó junto a Zequeira y Corona un total de 149 obras. Al fallecer Zaqueira y después de una etapa en que actuó sola o acompañada esporádicamente por otro trovador, y después de varias uniones terminó formando el famoso Sexteto Occidente, formado por Miguel García, Manolo Reynoso, Julio Viart, Francisco Sánchez e Ignacio Piñeiro. Esta agrupación, compuesta por músicos de brillantes carreras, fue una etapa de gran éxito. Cuando regresan a la patria procedente de Nueva York. Dos situaciones se presentan: el ciclón del 26, uno de los más grandes  y desastrosos que vivió  y sufrió la Isla, y el otro que la religión a la cual ella pertenecía le prohibía seguir en el arte. La joven de Guanajay aceptó tal disposición y le vendió el sexteto a Ignacio Piñeiro, quién rápidamente lo reorganizó y lo llamó “Sexteto Nacional”. Tres años estuvo la joven trovadora en silencio absoluto leyendo novela y jugando con barajas  al solitario. Sin embargo su gran éxito surgió, cuando formó un dúo con Lorenzo Hierrezuelo que se mantuvo activo por más de 25 años.

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Tras los diez años sin cantar privando a su público de su arte, y cuando pasado ese tiempo obtuvo una dispensa del Panteón Yoruba, continúo con su otra religión que no era otra que cantar nostalgias. Durante su larga vida artística, que se extendió por medio siglo, María Teresa Vera compuso varias canciones, entre las que resaltan Por qué me siento triste, No me sabes querer, Yo quiero que tú sepas, y la conocidísima y siempre vigente Veinte años, considerada una de las más bellas canciones cubanas de todos los tiempos. Sus últimas presentaciones en tuvieron en 1961. Se retiró de la actividad musical, enferma, en 1965 falleció hace ahora medio siglo.

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Fueron las dificultades las que obligaron a su madre de origen Lucumí a emigrar a La Habana. María desde muy pequeña canta para la familia pero su color y su género son dos obstáculos insalvables. Pese a todo no es exagerado decir que María Teresa revolucionó todo el movimiento trovadoresco habanero.

También sufrió el momento del chachachá, del mambo y de los discos de larga duración y María Teresa  fue a los tribunales por falta de recursos para poder pagar su alquiler y otros utensilios caseros. En medio de esta situación de embargo, creó en el año 1957 las obras: Sufrir y esperar, Ya no te quiero y Te digo adiós. Títulos claros de su panorama.
Cuba tendrá siempre entre sus figuras emblemáticas a la cantante y compositora María Teresa Vera, la flor de la vieja trova cubana. Un canto que nacía de los interiores de las esencias cubanas.

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