La locura del rock and roll en Cuba. Primera parte
Su historia en los años 50 a través de los discos de Colección Gladys Palmera.
Los pelos de los chicos se engominaron y los de ellas pusieron más de moda que nunca los pony-tailso el corte italian boy. Los pantalones de ellos se estrecharon a punto de reventar, y los de las chicas se hicieron omnipresentes como garantía de comodidad para el baile acrobático que arrebataba. Los gritos, las guitarras eléctricas y el frenesí del rock and roll habían llegado a Cuba a inicios de 1956, generando –una vez más– otra enconada polémica que polarizó no solo a la crítica en los medios de difusión, sino incluso, a la sociedad, a los políticos, y de la que la industria del disco sacó también buenos dividendos.
Desembarcando en La Habana
Las imágenes que proyectaban las pantallas de los cines en Cuba a través de filmes como Blackboard Jungle (Semilla de maldad, Richard Brooks. 1955), Rock Around the Clock (Fred F. Sears. 1956), Love Me Tender (Ámame tiernamente, Robert D. Webb, 1956) o Jailhouse Rock (El rock de la cárcel, Richard Thorpe, 1957) desataron la locura de jóvenes que pensaban que el cha cha chá había dado todo de sí y, en actitud imitativa, improvisaron verdaderas pistas de baile en medio de las lunetas de las salas de cine. Así empezó todo.
Cada vez más, los fans adolescentes y jóvenes es esfuerzan por convertir el rock and roll en un way of life que sólo alcanzan a decodificar en la imitación calcada de Elvis Presley y Bill Haley and his Comets, sus ídolos norteamericanos. Tal fanatismo y afición se traduce primero, además de la afluencia torrencial a las salas de cine, en las terroríficas cifras y dividendos de las tiendas de discos. Humberto Manduley, estudioso de la historia del rock en Cuba, con publicaciones excepcionales y únicas sobre el tema, aporta en su libro Hierba mala. Una historia del rock en Cuba datos reveladores de cuál era la situación al finalizar 1956: La casa Humara y Lastra, distribuidora nacional del catálogo de Elvis Presley comercializó 50.000 copias de sus singles en unos meses, mientras Decca, que atendía la producción de Bill Haley, vendió 12.000 unidades. Eran cifras inimaginables para cualquier producción musical local que, como norma, no lograban rebasar los 2.500 o 3.000 como cifras realmente excepcionales. De manera que la motivación musical como acción y la iniciativa comercial como reacción marcaron los años 1956 y 1957 en Cuba en cuanto al auge y polémica del nuevo y frenético ritmo.
A finales de 1956, el rock and roll de Elvis Presley y de Bill Halley and his Comets –sus máximas estrellas– se emite por emisoras radiales cubanas, y hasta alguna, como Radio Continental, destina un programa especial poniendo al frente del micrófono a un chico de 14 años, Jorge Luis Hernández, quien con el look de Elvis no sólo anima, sino que a la hora de bailar lidera como un terremoto a la audiencia joven presente en el estudio. El chico era hijo de un político, el Representante a la Cámara Facundo Hernández, y eso seguro le abrió puertas y ayudó a que la revista Show –el principal medio dedicado al espectáculo–, escribiera favorablemente sobre él, aunque no lo libró de tener un lugar en la gran polémica que ya se había desatado.
El ímpetu rocanrolero empieza a abarcarlo todo: la publicidad, que tira de él para llegar a su segmento defensor y para estar en la onda; el cine, que sin son ni ton introduce en el filme ¡Olé… Cuba!, dirigido por Manuel de la Pedrosa, un delicioso momento donde Los Llopis tocan y la popular pareja Anisia y Rolando bailan, con Pototo y Filomeno, en uno de las pocas escenas audiovisuales que pueden decirnos cómo fue aquello. El negocio de la moda también apela al rock and roll: proliferan en las tiendas todo lo necesario para llevar un look a lo Elvis y las chicas de su entorno; los siempre oportunos Olga Chorens y Tony Álvarez –Olga y Tony– aumentan las vendas de sus faldas “paraderas tipo clavel”, ideales para las piruetas del baile, dejando ver todo lo cristianamente mostrable. Se abren clubes y espacios dedicados a la fanaticada rocanrolera, como el Johnnys Dream o el Bar Anita, cuyo dueño presumía de tener la victrola mejor pertrechada de rock and roll de La Habana. Pero el boom llega a todo el país.
A lo cubano
La presencia del rock and roll (R&R) en la vida urbana rebasa los horarios juveniles de las tardes y se mete de lleno con impulso arrollador en la vida nocturna habanera, como atractivo novedoso de los shows de cabarets: las bailarinas Raquel Bardisa y Maricusa Cabrera arrasan en el prominente y hasta ahora comedido Montmartre, acompañadas por la orquesta Casino de la Playa; una de las más populares, en la pista del cabaret Las Vegas, Natty Alfonso (quien años después sería la primera esposa de Juan Formell y madre del baterista Samuel Formell, actual director de Los Van Van), quien ya es presentada como “vedette del rock and roll”; Kippy Casado con Blasito Soler, Amelita Pita, Kary Russy y hasta la soprano Ana Margarita Martínez Casado, son los nombres de algunos de los pioneros en estos escenarios.
Con rapidez, los empresarios intentan, sin resultados, contratar a las grandes figuras norteamericanas para presentarse en Cuba. No logran llegar a buen puerto las negociaciones de Tropicana en 1956 para que “el Dios” Elvis plantara sus divinas botas sobre su escenario. A lo más que se llega es a llevar a La Habana a los afroamericanos Dinamita Thomas con la cantante y bailarina Fluffy Hunter para presentarlos en teatros. Manduley también remarca que la italiana Jula de Palma se presentó en una revista en Tropicana con música de rock and roll y a finales de 1958, Arlena Fontana cantó en el Casino de Capri. Pero ninguno de los grandes íconos del momento –Presley y Haley– pisó un escenario cubano
Y a falta de los originales, comienzan a surgir las copias criollas: el primero en posicionarse es Jorge Bauer, un chico rubio quien con apenas veinte años logra pegarse en el ambiente rocanrolero cubano, en buena medida gracias a la atención mediática que recibe, al punto de convertir su boda en todo un espectáculo signado por el ritmo de moda y donde, probablemente por primera vez una novia vistió los populares “pescadores”, los pantalones que las chicas preferían para bailar. La boda “a lo rock and roll” de Bauer con la bailarina Mercy Casas el 15 de febrero de 1957 posicionó al emergente night-club Johnny’s Dream como destino importante en la ruta del R&R habanero.
¡Que sí… que no!
La enardecida y creciente polémica en torno al ritmo de moda es parte del paquete con que los cubanos reciben el año 1957. La aparición, al parecer descontrolada, de bailarines y músicos rocanroleros en la televisión, había sido la última gota para rebosar la paciencia de los “guardianes de la decencia” en oposición a los defensores del nuevo ritmo, representados por el llamado Club Rock and Roll que presidía un profesional: el doctor Luis Hernández de Hita. El 13 de febrero, a dos días de la boda de Jorge Bauer, se hizo pública la resolución ministerial, que dañaba la presencia del ritmo norteamericano en las pantallas de los televisores cubanos.
Pues bien, la presión del club rockero y también de músicos, algunos periodistas y productores, tuvo un efecto positivo, aunque hoy suene risible y hasta grotesco como fueron formuladas las demandas aceptadas: Ramón Vasconcelos, entonces Ministro de Comunicaciones accede a matizar la ley y emite nuevas normas que permiten el R&R en la televisión, siempre que el baile no atente contra la prohibición establecida en el servicio de radiodifusión. Las normas suprimen todo pasillo o postura grosera, reducen los movimientos, por vivos que sean, a los usuales en la coreografía de bailes populares norteamericanos, eliminándose frente a las cámaras los pasillos que en el baile del ‘rock and roll’ se conocen como ‘el reloj’, ‘la tijera’, ‘la campana’, etc., así como todos los actos acrobáticos y frenéticos y el uso de vestuario inadecuado y provocativo. Quien no nos crea, que busque en la edición del Diario de la Marina, del 17 de febrero de 1957, el artículo Normas a que debe ajustarse el baile del rock and roll.
Músicos establecidos y periodistas reconocidos habían comenzado a opinar: en el caso de Chico O’Farrill se da la paradoja de “lo critico, pero lo uso”: con la experiencia de vivir y trabajar en Estados Unidos y un elevado prestigio como músico sobre todo en medios jazzísticos, no se resiste a la tentación comercial de la fiebre rocanrrolera y graba e incluye su tema Rock, roll and cha cha chá en uno de sus mejores álbumes: Chico’s Cha Cha Cha, recién grabado en La Habana.
Pero el Chico músico deja bien clara su postura y no vacila en declarar a la misma revista Show que el rock and roll es un paso atrás que experimenta la música americana; lo peor que pudiera haberle acontecido. Tuvo su principio hace como seis o siete años, y el germen de ese estilo puede atribuirse a músicos como Bill Haley, que ejecutaba jazz muy simplificado, donde el elemento rítmico era lo primacial [sic]. El rock and roll –agrega Chico– pone mucho énfasis en lo erótico, donde el valor armónico y melódico no reza, una repetición de notas hasta lo infinito, al solo objeto de producir excitación rítmica. Yo no dudo que haya algunos artistas sinceros que sintieran ese género, pero estoy seguro de que la mayoría de los que lo explotan no hacen otra cosa que aprovecharse de una oportunidad comercial. Cada música se acomoda a determinado estado del alma, y mientras mejor es la música, más altos y sublimes son los sentimientos que exterioriza. Y el experimentado músico se arriesga en un vaticinio: Creo que este nuevo ritmo no tenga más de dos o tres años de vigencia.
Ignacio Villa, el gran Bola de Nieve dio una opinión singular: ¿Un coctel?… No. Es una palabra muy fina. No es ni siquiera una mezcla pura. Yo llamo mezcla pura, por ejemplo, al mulato que es hijo de una negra retinta y un blanco rubio. Como el mambo. El mambo quedará… ya quedó, en el mundo entero, gracias al genio instrumental de Pérez Prado. Pero el rock’n’roll no tiene nada que tenga color ‘fijo’. El tiempo lo ‘lavará’. Es una mezcla de dos ritmos distintos que se apoyan. Por un lado, el de las canciones de cow-boys que cantaban los aficionados jóvenes americanos que no son cow-boys. Por otra, el boogie-woogie, sin demasiadas complicaciones. Y, en paso de baile, el jitterbug del fin de la guerra. Es ritmo, antes que melodía. Es una exaltación del primitivismo, que no podrá evitar un regreso a las corrientes románticas de la canción melódica. (…) Resulta incompleto como sensación auditiva. Es, sobre todo, visual. Si no es bailado, o interpretado en explosión de energía joven y jovial, no sirve. Es el inicio de un viaje a otra cosa, sin decir a dónde y sin saber demasiado bien de dónde viene.
En una línea similar a la de O’Farrill, Celia Cruz, que se está presentando en Venezuela en el momento más álgido de la polémica cubana, en febrero de 1957, protagoniza titular en el periódico caraqueño Últimas Noticias: El rock and roll es un ritmo loco que muy pronto será olvidado y al ser entrevistada, anuncia: Traigo una guaracha que se llama así mismo: Rock and Roll. Es muy buena. El ritmo norteamericano también lo es. Lo baila casi todo el mundo, pero nunca podrá con la música cubana y desaparecerá pronto. ¿Quién va a poder con una guaracha?
Entrevistado para el mismo medio venezolano, el cantante porteño Carlos Argentino, una de las voces de la Sonora Matancera fue rotundo: No puede desplazar nunca a la música el Caribe. Subió cuando el público languidecía con las canciones de Lucho Gatica y la monotonía del cha cha chá. Su vida será efímera. Muy pasajero es. El popular cantante, sin saberlo, está introduciendo de alguna manera la explicación al modo en que los músicos cubanos en activo, las orquestas y conjuntos establecidos, asumieron una música hecha exclusivamente para adolescentes y gente muy joven, aprovechan el boom, quizás en un sentido positivamente oportunista y se suben al carro del R&R de la manera que sabían y podían. Otro boom transcurría ya de pasada en la música popular cubana: el del cha cha chá y no es gratuito que muchos apelaran a fusiones más o menos logradas de ambos ritmos, que serán las que en mayoría llenarán la discografía del rock and roll en Cuba.
Los precursores
Parece haber consenso en que fue el grupo Los Llopis, que integraban los hermanos Manuel Ñolo Llopis (guitarra y segunda voz) y Frank Llopis (guitarra y arreglos) junto a Manolo Vega (primera voz) y Leandro Torres (saxofón y acordeón). Son ellos quienes de manera más sostenida introducen y popularizan el R&R con sus versiones en español de los grandes éxitos de Elvis y Haley, como See You Later, Aligator (Hasta luego, cocodrilo), Rock Beating Boogie, Estremécete, Rock, Enamorada, que recogen en sus primeras grabaciones del nuevo ritmo para el sello publicadas en el LP ¡Chiquita! (Kubaney). Habían tenido un acercamiento al repertorio norteamericano en los primeros años de la década de los años 50 cuando eran el Cuarteto Llopis-Dulzaides, y en el que el gran pianista Felipe Dulzaides tuvo un rol crucial. Dulzaides volvería por los fueros años más tarde con su agrupación Los Armónicos, ya en una época en que su accionar tenía más que ver con el jazz y el jazz-rock.
Pero atentos: encontrar la grabación de Son-Boogie-Woogie (Adolfo O’Reilly) por el conjunto Jóvenes el Cayo con su cantante Alfonsín Quintana, fijada por el sello estadounidense Coda Records probablemente en los últimos años de la década de los años 40, introduce un elemento antecedente de mucho interés. El boogie woogie, que surgió en el sur de Estados Unidos, al parecer sin interferencias foráneas, se venía tocando desde los años 20, pero a nivel discográfico tiene un hito importante en 1946 cuando Louis Jordan logra gran éxito con Choo Choo ch’Boogie y en 1948 Arthur Smith consigue algo similar con Banjo Boogie y Guitar Boogie, hechos que probablemente impactan en cierto sector de los músicos cubanos que miran muy atentos a lo que está ocurriendo en la escena musical norteamericana. Lo interesante es comprobar cómo el patrón rítmico que después utilizarían Elvis Presley y Bill Halley –entre otros– es asumido mucho antes por este conjunto cubano, que curiosamente pretende y logra mantenerlo dentro el sabor sonero, preservando la estructura de voces, como en los tradicionales formatos del son cubano.
Los Llopis son, sin dudas, el grupo pionero en el auge del R&R en Cuba. Pero tal y como lo marcaba la brújula norteamericana –por la que desde Cuba se guiaban una y otra vez–, al nuevo ritmo lo movía más una figura individual con carisma y liderazgo escénico. Y aunque como cuarteto, Los Llopis sabían emplearse a fondo, quien primero va a representar el prototipo del rockero ideal, al estilo de los ídolos norteamericanos, será Jorge Bauer. Sin embargo, Bauer no tendrá una repercusión en el mercado discográfico al nivel de Los Llopis, su entrada a estudio será algo tardía y en los años 50 su figura sería mucho más explotada en la televisión y los espectáculos en directo. Graba primero algunos singles y sirve de estímulo a otros que le siguen en la escena rocanrolera cubana.
Rock and roll cubano y los discos
La discografía del R&R en Cuba recoge el impacto que el ritmo norteamericano tuvo en orquestas y conjuntos de música bailable y otros músicos con inquietudes experimentales a nivel popular. En la práctica la mayoría de los sellos discográficos apuestan por ese tipo de fusión con la que los músicos intentan refrescar la escena bailable más tradicional, revitalizándola en ciertas zonas que demandan asimilar influencias más juveniles, es decir, se pretende emparentar al nuevo ritmo con lo que ya se hace y escucha en Cuba, en las voces e instrumentos de los artistas de sus respectivos catálogos. A esta corriente se suman los estelares Conjunto Casino (Maestro de rock and roll, RCA Victor), Orquesta Aragón (Guasabeando el rock and roll, RCA Victor). Celia Cruz y la Sonora Matancera graban el tema Rock and Roll (Seeco), del compositor y pianista Frank Domínguez, quien luego incidirá también en el twist, como variante rockera de los tempranos años 60. De este tema hace su versión el cantante Manolo Monterrey con la Billo’s Caracas Boys. Bebo Valdés con la orquesta Cosmpolita primero (Cha cha rock, cantando El Indio (Seeco), y después con su orquesta Sabor de Cuba (El día que…, Mi risa nerviosa, ambos acompañando a Jorge Bauer (Maype), el siempre dúctil Julio Gutiérrez, en su versión de Rock Around the Clock con la orquesta del canal 4 de TV (Panart). Además Manolo Leicea y su Conjunto (El rockan cha (Discos Meca), Enrique Pérez y su Conjunto Modelo (Rockan chi qui cha (Discos Meca), Enedina Boza, con sus versiones en plan R&R-cha cha chá de temas internacionales como Chiribiribin y Danza macabra (Panart). Y hasta Carioca, con su humor paródico, se mete a la moda y graba, acompañado por el Trío Chiapaneco Las broncas de un Guapan Roll (Millón), una parodia del tema La historia de un gran amor.
Vale destacar que los consagrados Bebo Valdés, Julio Gutiérrez y Chico O’Farrill, al sumarse a la fiebre rocanrolera, apelan a la verdadera génesis del R&R dejando ver en sus composiciones y arreglos la esencia jazzística inevitable en sus respectivas obras, del mismo modos en que las orquestas y conjuntos traslucirán la filiación sonera y guarachera de la que no es posible para ellos desprenderse.
Se crean además nuevas bandas a propósito, y algunas llegan a grabar: Rosendo Ruiz Quevedo crea Los Rockin’ Cha (Mi rockin’ cha y Rockin’ cha cha cha (Panart); Luis Yáñez arma The Cuban Roll (El rockin del cha cha cha). Con una motivación más económica que musical –según confesaría años más tarde–, el saxofonista Leonardo Acosta funda The Hot Rockers –también conocidos como Los Bárbaros del Rock and Roll– con el pianista Raúl Ondina y eligiendo como cantante a Tony Escarpenter, que cumplía los requisitos de ser un baby face, al estilo “elvispresliano” (Cachita rock, Rip it up (Hi Havana).
Son solo algunos ejemplos, pues la lista no termina aquí: la mayoría de los sellos produjeron discos cubanos de R&R: Panart, Kubaney, Maype, Discos Meca, Hi Havana, Millón, como otros foráneos que trabajaban el repertorio cubano como RCA Victor, Seeco y Ansonia. Los músicos cubanos también llevaron el R&R en sus giras y presentaciones en otros países: Celia Cruz, artista todoterreno, lo cantó en Venezuela; para asombro de todos, Bienvenido Granda lo bailó en teatros y clubes de Barranquilla, Colombia. Tony Escarpenter con Los Hot Rockers lo llevaron con éxito a Venezuela. El cuarteto Los Riveros hicieron época en México con el R&R en sus espectáculos. Y Los Llopis contribuyeron mucho a su popularidad en México y en España, donde lo introdujeron después. Eso, sin contar las bailarinas y bailarines cubanos que los llevaron a múltiples escenarios en Latinoamérica.
Una exposición mediática menor y un impacto entre músicos y un público más selectivo tuvieron en la década los cultores afroamericanos del R&R, que fueron en realidad los pioneros de un género o ritmo, cuyos orígenes se encuentran en el blues, pero a quienes la propaganda mediática y las campañas de la industria y el showbussiness no beneficiaron. Chuck Berry, Little Richard, Richard Berry, The Platters con sus magníficas baladas-rock, y otros influirán, no obstante, en la escena rocanrolera cubana y en algunos de los músicos que comienzan a destacarse ya al final mismo de la década y a inicios de la siguiente.
En 1959 parece iniciarse el tránsito del R&R en Cuba hacia otro estadío. Llega a La Habana un exponente del temprano rock latino, el argentino Luis Aguilé, y arrasa. Cultor de un rock más slowy menos violento que el de sus predecesores norteamericanos, Aguilé compone sus propias canciones y estimula en buena medida el surgimiento de Luis Bravo, otra figura recordada del R&R cubano quien recoge la cosecha sembrada por el argentino durante sus presentaciones en Cuba. Se le abren las puertas de la televisión y de los estudios, y graba para el sello Velvet su primer album Luis Bravo,(Kubaney) que en sus doce cortes incluye nueve versiones del repertorio rocanrolero norteamericano, en su expresión más lenta y romántica.
Chicos y chicas jóvenes se van inclinando más a este estilo, del que el canadiense Paul Anka se convierte en el gran referente a adorar y a imitar a través de sus discos. Los brincos, las contorsiones y el frenesí parecen compartir espacio con un R&R para enamorar, y así, el disco Los 15 de Paul Anka se convierte en el must de toda fiesta quinceañera que se precie de estar en la onda y marcará la entrada a una nueva etapa que, pasando por el twist, derivará en los largos años del reinado de la balada en la Cuba de los años 60. La Lupe en sus inicios como solista en Cuba, haría del slow-rock uno de los vehículos para su irrefrenable frenesí musical, tomando prestado de Paul Anka su clásico Crazy Love para hacer de él su propia e inimitable interpretación.
Pero el ambiente del R&R en los años 60, es otra historia. Manténte conectado para contártela en próximos días.
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Rosa y Tommy- La influencia de la música norteamericana en nuestros ritmos (Cuba, Puerto Rico, Colombia, Brasil y el resto de Hispanoamérica) no se puede negar, comenzando con el ragtime, charleston, jazz, blues y otros ritmos que la juventud abrazó indiscriminadamente a través del tiempo. El boogie woogie, precursor de los ritmos que siguieron y que se originaron en el sur de Estados Unidos por los descendientes de los esclavos y penetraron en la juventud blanca que se apoderaron por un tiempo de esos ritmos. Con este trasfondo es que Rosa Marquetti y Tommy Meini han escrito esta joya y así la llamo porque los kilates que envuelve esta historia salpicada y enriquecida con publicaciones de las grandes revistas como Bohemia, Show, Diario de la Marina, fotos de los discos 78 RPM y LP´s, opiniones por músicos de la talla de Celia Cruz, Bola de Nieve, Chico O´Farrill y otros más que pusieron una cruz en este ritmo; pero el paso arrollador de esta música que tiene raíces profundas como lo tiene el Son, la Guaracha, el Cha Cha Cha, Mambo, lanzó al olvido las opiniones de estos grandes músicos que no tuvieron en cuenta los pensamientos y deseos de la juventud y eventualmente, aunque en forma tímida y presionados por las disqueras grabaron esta música cuyos ejemplos se pueden escuchar en este magnífico articulo cuya segunda parte esperamos con ansias. y también grupos como los Llopis, Dulzaides y músicos de otras latitudes como Luisito Aguilé fueron parte de esta nueva locura musical abrazado por jóvenes de la generación de ese tiempo y que ha trascendido y sigue vigente. Esperamos que los nuevos ritmos como el Reggae y el Reggaetón vilipendiados por muchos pero que se ha apoderado de la juventud sea estudiado propiamente sin que los críticos que aparecen siempre condenando los ritmos nuevos, los crucifiquen porque se enfrentan al paso arrollador de estos ritmos.