Fuimos legión los que nos equivocamos al usar adjetivos como “extraterrestre” para definir durante los primeros pasos de su carrera (circa 2015, cuando debutó en el festival Sónar junto a Jesse Kanda) a una artista que, en realidad, no ha hecho más que adelantarse al futuro. Su propuesta no puede ser más visionaria: la destrucción del género, la conexión con la realidad virtual, la tecnología implantada en los cuerpos… Su arte es pura confusión, encuentra la belleza en el caos, destruye las convenciones sociales con ironía brutal y talento.
En esta monumental saga teje conexiones con el hyperpop y el reggaetón digital (cruce imposible entre Alice Longyu Gao y Kelman Duran), con la electrónica gorda y oscura de Fuck Buttons, con el arte experimental y el sonido abstracto, con las pelis de Cronenberg… una amalgama de referencias que ella convierte en algo único, una suerte de neo ciberpunk queer. Ahí está su mensaje más poderoso: el orgullo de ser diferente ante los ojos de una sociedad que aún habita el pasado; ella es una de las voces que ya están construyendo el presente.
José Fajardo.
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