‘Isqun’ representa al número 9 y en la cosmovisión andina es el reflejo del alma. La artista escogió ese título porque en estas canciones habla sobre ese fuego interior que le está quemando por dentro, atizado por las brasas del olvido al que han sido sometidas las mujeres andinas a lo largo de la Historia. Reivindica a figuras escondidas en los libros oficiales de texto en las escuelas como la mestiza Francisca Pizarro. “Somos fusión, acéptalo. Rosalía, dame la razón”, canta entre un fondo de electrónica y bases de hip hop.
También denuncia el putrefacto aliento del machismo en pleno 2021 (‘Tijeras’) y lanza un alegato dirigido a las autoridades (‘Quim hina’) para acabar con la lacra del analfabetismo de las comunidades rurales de su país, donde los jóvenes tienen que recorrer varios kilómetros para llegar a la escuela y especialmente las niñas se exponen a ataques de indeseados.
La estética de sus videoclips es maravillosa: súper producciones (algunas a cargo del colectivo de creadores audiovisuales Midnight Chifa) que recuerdan al rollo retro-futurista de la película ‘Black Panther’ pero sumergiéndose en el universo inca: coreografías urbanas similares a las de Mala Rodríguez junto a sus coristas mezcladas con danzas rituales, máscaras de ídolos legendarios junto a deportivas con plataforma, la cultura milenaria vista desde la modernidad.
En su canal de YouTube ha ido subiendo vídeos durante el último año, aprovechando las cuarentenas, donde ofrece lecciones de quechua a través de versiones de clásicos del pop moderno, desde Billie Eilish y Alicia Keys hasta el ‘I Like It’ de Cardi B. Una auténtica fantasía. Junto a otros artistas jóvenes como Los Cogelones, Sara Curruchich, Polka Stereo, María Reyna, Tamya Moran y Brisa Flow, Renata Flores está poniendo en valor la fascinante riqueza de una cultura que durante demasiado tiempo el poder ha querido ocultar.
José Fajardo
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