Su aproximación a la obra de La Mulata es una de las cumbres de un circuito al que todavía le queda mucho recorrido desde abajo.
La Mulata es una reggaetonera del Bronx de origen dominicano inspirada en la obra de la puertorriqueña Ivy Queen, referente absoluto desde mediados de los 90 con su voz de mujer poderosa que reivindica su lugar no sólo en la pista de baile sino en la cabina del DJ y como protagonista desde el escenario. Su voz melódica, con su grito de guerra “es la mulata, la que arrebata”, funciona a la perfección con los ritmos caóticos y terroristas (y aun así, bailables) de Rosa Pistola.
El mejor ejemplo de esta acertada unión es ‘Soy una dama’ (con ecos al himno de Ivy Queen ‘Quiero bailar’), auténtico hit oculto de este verano que no pudimos celebrar por la pandemia, una canción que exige respeto para las mujeres con calculadas dosis de hedonismo y rabia, desde un punto de vista cotidiano y sencillo: el de una mujer que acude sola a la discoteca para pasárselo bien, que puede bailar con quien le dé la gana y ser tratada con educación sin necesidad de tener que aguantar a babosos.
Este trabajo, más allá de una necesaria reivindicación de La Mulata, no es más que la punta del iceberg de un ecosistema que está literalmente ardiendo por debajo de la superficie que se ve a simple vista (ese reggaetón blanco y comercial que sale de las factorías de Medellín y Miami) y que tiene en otros nombres de mujeres como la DJ Clara!, el colectivo Chica Gang y la reina del neoperreo Tomasa del Real mucho futuro por delante.
José Fajardo
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