A comienzos de los años 80 contaba Izzy Sanabria en su revista Latin NY que El crecimiento mundial de la música latina de Nueva York se puede atribuir a su etiqueta “salsa”, un término al que casi todos los músicos importantes se han resistido. La principal objeción es que creían que estaban siendo categorizados. Lo que no vieron es que el término en sí es lo que hizo que el mundo se fijara en lo que estaban creando… El mensaje comercial que yo enviaba a través de la revista es que la salsa era un nuevo sonido creado por los hijos e hijas de inmigrantes caribeños. Era una música basada en los ritmos y raíces de la tierra natal de sus padres, pero actualizada y modernizada a través de la influencia y el ritmo acelerado del estilo de vida neoyorquino. Y uno de los principales acontecimientos que dieron origen a la explosión de la música latina fue la película Our Latin Thing, filmada en el club Cheetah en 1971.

El verano de 1971 fue un verano muy caluroso. Había 35 grados en promedio, siendo especialmente bochornosas las noches de agosto. Es la Nueva York de las chicas con hot-pants por Manhattan y de los niños jugando sin camiseta junto a un hidrante abierto en Harlem. Por eso fue tan concurrido el Schaefer Music Festival en el Central Park, por donde desfilaban grandes artistas desde el 24 de junio: Nancy Wilson, Buddy Rich, Ike & Tina Turner, The Beach Boys, Ravi Shankar, Ella Fitzgerald, The Supremes, Peggy Lee, The Allman Brothers, Roberta Flack, Dave Brubeck, Kris Kristofferson, Cannonball Adderley o John Denver; y por el lado latino, Mongo Santamaría, Herbie Mann, Cal Tjader, Willie Bobo y el Sexteto de Joe Cuba. Así hasta el 28 de agosto. Pero miren, ¡qué curioso!, el jueves 26 de ese mes no hubo conciertos en el festival.

Aprovechando esa fecha Jerry Masucci tomó la decisión de hacer el concierto de las estrellas de Fania Records en el Cheetah, ubicado en la calle 52 a mitad de camino entre la Octava Avenida y Broadway. El Cheetah había sido fundado en 1966 por el empresario francés Olivier Coquelin en sociedad con el estadounidense Borden Stevenson. El Cheetah fue la primera discoteca considerada como tal en Nueva York, pero tuvo dos sedes: primero, una en la calle 53 y luego otra en la 52 entre Octava y Broadway. A finales de los años 60 Ralph Mercado, un neoyorquino de ascendencia dominicana que regentaba un club de boogaloo y latin soul en la Avenida Atlantic de Brooklyn, el 3&1, apareció en la oficina de los dos empresarios y les propuso los jueves como la noche latina, con un consumo mínimo, y los martes como la noche de las mujeres. Esa actividad en el Cheetah Club, que hizo en sociedad con Joe Cavallaro, convirtió a Mercado en el promotor latino más famoso de la ciudad.

Pensamos en varios lugares donde hacer el concierto, confesaría Larry Harlow, uno de los ideólogos del proyecto. Yo propuse primero el Fillmore East, en el East Village, que era de Billy Graham y se había convertido en todo un símbolo de la psicodelia. Allí tocaban John Lennon, Frank Zappa, Led Zeppelin… Yo había tocado allí con mi banda de rock, Ambergris. Pero tuvimos mala suerte.

En efecto, el Fillmore East murió de éxito. El local se había vuelto demasiado pequeño para albergar tantísima gente ávida de grandes conciertos. Así que Graham lo cerró en junio de ese año. Masucci dijo entonces que lo hicieran en el Central Park, pero como se estaba celebrando el Schaefer Music Festival, no les dieron permiso. Y ahí fue que surgió la posibilidad del Cheetah.

El Cheetah era importante porque tenía adolescentes bailando música disco y música latina, y desarrollando un nuevo estilo de vida latina en Nueva York, dice Sanabria. Llevaban ropa colorida, zapatos de plataforma (el afro y el cabello largo apenas comenzaban), y las damas tenían un look sexy muy especial con lápiz de labios oscuro y aretes grandes, lo cual era muy latino. Sanabria no se equivoca, la revista LIFE denominaría esa moda como “gipsy look”, en tanto que de allí saldría una forma de baile muy popular en la Costa Este llamada Hustle.

Pero, ¿porqué un concierto de los músicos de un sello discográfico, cuando su primera experiencia en 1968 no había dado ningún resultado económico? Ralph Mercado contaba que cuando se sentó con Masucci para hablar del Cheetah, este ya tenía la idea de filmar ese concierto de las estrellas de Fania. Fue entonces que juntamos los dos proyectos y ahí fue que empezó la explosión de la salsa en el mundo en agosto de 1971.

Esa idea de filmar fue una ocurrencia de Leon Gast. Gast era un cineasta y fotógrafo de New Jersey, que se había dado a conocer con una serie documental de televisión llamada High Adventure With Lowell Thomas, y que estuvo en el aire a mediados de 1964 en la CBS. Luego se dedicó al mundo de la moda: Esquire, Vogue, Harper’s Bazaar… Y se le metió el gusanillo de la música, haciendo las fotos que ilustrarían la carátula de los discos Fania All Stars Live at the Red Garter, aquella experiencia de 1968. Pero en 1971 Gast quería ir más allá.

Yo sólo quería rodar, confesaba Leon Gast. Tenía un presupuesto que esperaba que Masucci me aprobara. Pero el presupuesto fue subiendo en la medida en que todos daban ideas. ¡Y me lo aprobaron!. La idea inicial de Gast era rodar el concierto y luego coger a cada uno de los músicos y hacer algunas tomas adicionales en su vida cotidiana. La inclusión de otros aspectos de la vida del latino en Nueva York no fueron ideas suyas, sino de Larry Harlow y de Ismael Miranda, que estaban entusiasmados con el proyecto.

A Harlow se le ocurrió hacer una visita a una botánica y mostrar la influencia de la santería en la vida callejera. Y Miranda los llevó a una pelea de gallos clandestina en un sótano del que no podían revelar su ubicación, porque las peleas estaban prohibidas. Todo se rodó durante dos días en el Lower East Side, un sector donde Miranda se movía como pez en el agua; y en la llamada “Cocina del Diablo”, en el West Side. Las escenas de Johnny Pacheco como flautista de Hamelin y de Ray Barretto como vendedor de raspados o piraguas, fueron el resultado de acuerdos comunes. Pero todo tenía como telón de fondo el concierto.

Cuando hablaron del rodaje en el Cheetah, Mercado y Masucci pensaron en rentabilizarlo, cuenta Sanabria. A mi me contrataron para diseñar los carteles y crear la publicidad radial que invitaba a la gente a formar parte de la historia del cine y la música latina. Sanabria utilizó para llamar la atención la música de 2001 Odisea del Espacio, concretamente Así Habló Zaratustra de Richard Strauss. Corrió la voz que habría cámaras de televisión, y el público asistió como si de un casting para American Idol se tratara. Para sorpresa de todos, el Cheetah se llenó con aproximadamente 5.000 latinos.

Pero no todos están de acuerdo. Nadie sabía que estaban filmando la película. Nadie… Lo que pasa es que eso fue tan grande y nadie lo esperaba. No podíamos empezar. ¡Nosotros no podíamos entrar! Vinieron los bomberos, eso fue un lío. Eso fue un lío increíble. Tuvimos que buscar una puerta por allá atrás. Había unos tipos con video; todito allí lo graban. Pero de allí para abajo fue que surgió lo de la película. Quien afirma esto es Roberto Roena, y aunque parecen las palabras de un despistado, hay algo de razón.

Jerry Masucci estaba tan entusiasmado con la idea de la película que la música pasó a un segundo plano. Cuenta Johnny Pacheco que Masucci lo llamó una tarde de agosto de 1971 y le dijo: Ralphy Mercado está de promotor en un salón, el Cheetah, aquí a la vuelta, y quiere hacer un concierto. Entonces Pacheco le respondió: Bueno ¿y cuándo lo vamos hacer? Y dijo Masucci: el jueves. ¡Y estaban a martes! Y Pacheco angustiado le preguntó: ¿Qué música vamos hacer?, y Masucci: Tu podrás hacer algo.

Lo primero que hizo Johnny Pacheco fue llamar a Bobby Valentín y los dos se fueron al Hotel Howard Johnson que quedaba diagonal de las oficinas de Fania Records y empezaron a escribir un repertorio. Así surgieron las propuestas de dos canciones: Quítate Tú y Macho Cimarrón. Al cabo de un rato se les unió Roberto Roena y se propuso Ponte Duro. Fueron jornadas agotadoras con alguna triste consecuencia

Yo me tuve que ir a Nueva York por espacio de dos o tres meses, cuenta Bobby Valentín, y yo creo que eso fue parte de mi divorcio de mi matrimonio, porque yo me la pasaba viajando. Jerry Masucci me llamó y me dijo: Bobby tienes que venir a Nueva York, porque vamos a escribir música y vamos a hacer todo esto… Pero para la idea que él tenía, no era la música ideal.

Roberto Roena dice que el miércoles 25 de agosto se citó a la gente importante del sello Fania. Algunos estaban en Nueva York de casualidad y otros vivían allí. Se les dio la idea y decidieron ensayarlo todo al día siguiente durante la prueba de sonido. Fue tan increíble, dice Roena, que nosotros ensayamos por la tarde, y la mayoría de los números no estaban allí. Eran como las 5:30 a 6 de la tarde, y estábamos Johnny Pacheco, Bobby Valentín, no me acuerdo quién más, y yo en el Howard Johnson. La cuestión es que nosotros tres fuimos para el cuarto a cambiar el repertorio que se tocó por la noche. Creamos otra cosa entre 6 y 9 de la noche.

Pero aquí también hay discrepancias. Richie Ray y Bobby Cruz, otros recién llegados de Puerto Rico, llevaron un tema titulado Ahora Vengo Yo, con un arreglo que según ellos era muy complicado. Richie se pasó nuevamente con los arreglos y nadie lo podía tocar, afirma Cruz. Entonces hicimos una descarga. Yo les dije: cuando lleguemos allí yo les digo que tocar, pero allí mismo, en el momento.

Ray lo confirma: Yo me dije: bueno, aquí están los mejores músicos de la música latina. Eso va a ser tremendo y yo me boté a hacer un arreglo, y yo me acuerdo que fuimos al ensayo, y yo rompo a ensayar, y Bobby tuvo que ir a comprar un sombrero, que se yo; y me dice: bueno, te veo ahorita y luego ensayamos las voces. Bobby llegó como a las tres o cuatro horas y yo todavía estaba peleando con ellos para tocar la introducción.

Fue un problema de tiempo, sin duda, porque calidad había de sobra en aquella banda: Larry Harlow, piano; Bobby Valentín, bajo; Orestes Vilató, timbales; Ray Barretto, congas; Roberto Roena, bongoes; Roberto Rodríguez, Larry Spencer y Héctor Zarzuela, trompetas; Barry Rogers, Reinaldo Jorge y Willie Colón, trombones; Johnny Pacheco, dirección y flauta; Yomo Toro, cuatro; Santos Colón, Héctor Lavoe, Ismael Miranda, Pete El Conde Rodríguez, Adalberto Santiago y Cheo Feliciano, voces; además de Ricardo Ray y Bobby Cruz.

Pero el asunto pudo ser más estelar y algo sucedió.

En el folleto promocional diseñado por Sanabria y que se vendía a un dólar a la entrada, figuraban otros nombres como parte del elenco de aquella noche: Monguito Santamaría, Justo Betancourt, Pete Bonet, Monguito El Único Quian, Ralfi Pagan, Markolino Dimond y las bandas La Conspiración y La Diferente. No sólo eso. En la emblemática ilustración donde en cada letra de Fania All Stars Live aparecen los rostros de los músicos, también está Louie Ramírez.

Yo estaba un poco rebelde. Me pelee con Jerry Masucci cuando hicieron la cuestión de la película Our Latin Thing, cuenta Pete Bonet. Querían el baile en el Cheetah, querían la grabación y la película, y pagarnos 50 dólares. Y yo les dije: ¿qué pasa?, ¡tu sabes! Y yo decidí no ir y Louie Ramírez decidió no ir… Pero estamos en el afiche original.

Izzy Sanabria también fue el maestro de ceremonias junto a Symphony Sid, el veterano locutor de radio especializado en noches de conciertos latinos en el Village Gate. Sid representó, de alguna manera, a la vieja escuela de la música en Nueva York. Sanabria era, entretanto, el símbolo de los nuevos tiempos.

El concierto, cuyo diseño fue de Sanabria con fotografías de José Florez y Vance Bryant, fue grabado en audio por Alan Manger y Bernie Fox, entonces dueños de los Good Vibration Sound Studios, donde se hizo la mezcla. Los dos discos de Fania All Stars Live At The Cheetah salieron a la venta a finales de 1971. Estos fueron los primeros álbumes de salsa en obtener discos de platino, siendo Anacaona el tema más promocionado.

Anacaona nació en Hogares CREA, contó Cheo Feliciano. La grabación del LP original fue gracias a Jerry Masucci y Tite Curet con permiso de Hogares CREA. Y también fue con su permiso que yo viajé a Nueva York al concierto. Aparte de las regalías, a mi me quedaron 5.000 dólares de regalo por Anacaona, confesó Tite Curet Alonso, y con eso yo me hice un apartamento.

Las demás canciones de la Fania en el Cheetah fueron Introduction Theme, Descarga Fania, Quítate Tu, Ahora Vengo Yo, Estrellas de Fania, Qué Barbaridad, Ponte Duro, Macho Cimarrón y Closing Theme. Para la película se incluyeron dos temas adicionales: uno de estudio, Cocinando, de Ray Barretto; y uno en directo, Abran Paso, de Orquesta Harlow.

Y es que fue la película Nuestra Cosa Latina, Our Latin Thing, la que le dio repercusión a todo lo que sucedió aquella noche. No se puede hablar del concierto del Cheetah sin hablar de Nuestra Cosa Latina y viceversa. Son complementarias porque la cinta explica de donde salía todo el talento que había en la grabación. Creo firmemente que la banda nunca sonó tan bien como lo hizo esa noche, le confesaría Leon Gast a Russ Slater.

La película de Fania fue muy importante, contó Larry Harlow en La Hora Faniática. Antes de la película yo vendía 10.000 discos, 15.000 discos. Después de la película, abierto a Colombia, Venezuela, México…. Y confirmó la sensación de Leon Gast: Después de esa noche Fania no tocó igual. Toca bien, sin duda, pero lo que sucedió esa noche fue tremendo.

Aunque Nuestra Cosa Latina se rodó en apenas dos días, tuvo casi un año de edición y montaje. Se presentó oficialmente el 19 de julio de 1972 en el Cinema Two Theater de Manhattan. Fue distribuida por A&R Film Distributors y tuvo dos versiones: original e internacional, siendo esta última, de menos duración, la que conoció todo el mundo. La banda sonora salió al mercado en noviembre del 72 y la revista Billboard la mostró como símbolo de la “explosión latina”.

La salsa no nació como nombre en el Chetaah, pero si se oficializó como música y como estilo de vida. La palabra “salsa” todavía no formaba parte del vocabulario habitual de la música latina en Nueva York, aunque en Caracas Phidias Danilo Escalona ya la usase para referirse a este tipo de música. Eso llegaría con la siguiente película de Leon Gast. Pero en este segundo filme el sonido ya no tuvo ese aire de barrio marginal que Nuestra Cosa Latina mostró.

A través de los años, esta película le ha dado a la salsa y a la Fania All Stars una presencia visual y una conexión con sus raíces neoyorquinas, dice Sanabria. Pero este fue un concepto criticado por algunos hispanos de clase media alta que se sintieron ofendidos con la exhibición de gente común de la calle divirtiéndose en entornos de clase baja. De alguna manera sintieron que podría haber sido más interesante y socialmente significativo haber mostrado a médicos y abogados latinos haciendo “boogeying”. Pero la película es un documento del alma latina de Nueva York.

Y eso es la salsa, aunque en aquel torrido verano de 1971 no hubiera ganado aún el nombre. Lo que se tocó aquella noche fue algo nuevo, fresco, intenso, agresivo, duro, con rabia, con alegría y al mismo tiempo con dolor. Fue el eco de una comunidad que recogía de aquella manera su nueva forma de sentir las sonoridades tradicionales. Aquello no sonó al mambo del Palladium, ni a las descargas del Village Gate, ni al boogaloo del Corso, ni a la rumba del China Doll. Fue distinto. Y la película puso por primera vez la salsa en salas de cine que acabaron convertidas en pistas de baile. Al menos yo tengo ese recuerdo de cuando era niño.

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