El “Coco” de Harvey Averne
Una visita al creador de Coco Records, la alternativa de Fania durante el boom de la salsa. Una charla con el productor del primer Grammy latino y el "descubridor" de Madonna.
La casa de Harvey Averne en Queens es un caos que haría las delicias de la influencer organizadora Mary Kondo. Hay muebles repartidos por toda la estancia y no se puede avanzar sin tener que eludir uno de ellos. Sólo un hermoso gato blanco de cresta negra puede pasar sin problema. Y el exceso de cosas está acentuado por unas paredes llenas de fotos, diplomas, carteles de exposiciones, recortes de prensa enmarcados, pinturas y discos de oro. Averne fue un auténtico Rey Midas en la industria discográfica latina y su paso por esta dejó producciones que aún se siguen vendiendo y Premios Grammy que hoy son leyenda.
Harvey Averne nació en Brooklyn en 1936 y pertenece una generación de músicos judío-americanos que llevaron la salsa a su sitial más alto. Siendo muy joven se dio a conocer con la banda Harvito & his Latin Rhythms por la que pasaron otros jóvenes talentos judíos como Larry Harlow o Mark Weinstein. Gracias a esa banda Averne entró en contacto con el mundillo musical latino que tocaba en clubes de Manhattan como el Palladium o en hoteles de las Castkill Mountains como el Grossinger’s.
Sin embargo, la escena musical latina no fue la única que nutrió sus gustos. Averne iba ver a los grandes del bebop como Dizzy Gillespie y Thelonious Monk al Village Vanguard, al Birdland o al Village Gate. No le fue difícil tampoco hacerse amigo de quienes presentaban aquellos shows como los locutores Dick Ricardo Sugar o Symphony Sid. Y de estos a los productores, managers y agentes que deambulaban por el sector bailable nocturno de Nueva York: Stan Lewis, Monty Kay o José Curbelo. Y de estos productores a otros escenarios donde florecían el Doo-Wop, el Twist y el Rock and Roll.
Pero Nueva York no era en ese entonces una ciudad que desplazara los sonidos a causa de las modas. De alguna manera todos los ritmos tenían cabida en algún escenario de la ciudad para algún público fiel. Los músicos de un estilo alternaban con los de otro y muchos se atrevían a tocar cosas desconocidas en su propio mundo. Por supuesto, las bandas de moda eran las que más ganaban y las que más cobraban, pero habían muchos músicos buenos disponibles en la ciudad… muchísimos.
A lo largo de su carrera musical, Averne no grabó mucho, pero casi todas estas influencias se sintieron en su obra. Grabaciones suyas como Brotherhood, Dozen, Viva Soul o Barrio Band/Rock’n Latin son actualmente joyas que todo DJ quiere tener precisamente por lo eclécticas y diversas. Pero Averne no llegó muy lejos con esto porque el destino lo llevaría por el sinuoso camino de la producción.
El punto de inflexión se dio en 1967 con el álbum Viva Soul, en un momento en que a muchos discos de corte latino se les antecedía la palabra “Viva” como un sinónimo de Latin para el público anglosajón. Era una herencia del cine, muy en la línea del Viva Las Vegas, con Elvis Presley, o del Viva Zapata, con Marlon Brando. Viva Soul fue un disco que arregló Marty Sheller, que diseñó Izzy Sanabria, que grabó Irv Greenbaum, que produjo Jerry Masucci, pero que prensó Atlantic. Es curioso como sin ser un disco de Fania Records, le permitió a Averne entrar al mundo Fania, la exitosa compañía que comenzaba a marcar las líneas de acción de la música latina.
Yo le agradezco mucho a Masucci por relacionarme con Atlantic y darme la oportunidad de producir en aquel tiempo, dice Averne recostado en un enorme sofá de cuero blanco, mientras yo contribuyo al desorden con mis papeles llenos de preguntas, mi grabadora, mi mochila y mi cámara.
Masucci lo relacionó con Bob Kornheiser de Atlantic y con Morris Levy de Tico/Alegre/Roulette, entre otros. Por eso comenzó a tener una doble vida: productor en el día, músico en la noche, y por su manos empezaron a pasar artistas y proyectos. Fue algo muy modesto, pero fue un comienzo, hasta que llegó a su manos un peso pesado de Fania, Ray Barretto, con un proyecto que acabó siendo un hit, Acid. Averne estuvo presente en cada detalle y ese tono diferente que tenía el disco con el resto de proyectos anteriores de Barretto lo hizo especial. El tema homónimo con un juego de clave y bajo al comienzo se convirtió rápidamente en un clásico.
Muchas cosas pasaron en su etapa en Fania, pero destacamos dos: la creación de la filial Vaya Records, en la que entró como accionista, y la formación de un staff discográfico para abogar por una categoría latina en los Premios Grammy. Así nació LARAS, Latin Academy of Recording Arts & Sciences.
Así que con muchas cosas aprendidas del oficio discográfico, en 1972 Averne tomó la decisión de crear su propio sello. Le puso por nombre Mango que de alguna manera jugaba con la idea de una fruta tropical diferente a la manzana, símbolo de la ciudad de Nueva York, y con el nombre del sello discográfico de los Beatles en Londres, Apple Records. Pero Averne es más explícito:
Había una revista, todavía existe, llamada New York Magazine. Sale todas las semanas. En el momento en que yo estaba comenzando mi empresa, sacaron un artículo hablando de Big Mango. Y era una historia sobre la latinización de Nueva York, de como la comunidad latina, Puerto Rico en general en ese momento, principios de los años 70, estaba impactando en Nueva York. Entonces pusieron un mango en la portada y me dije: me gusta la idea, así que va ser Mango Records.
El catálogo de Mango comenzó firmando a bandas jóvenes nuyoricans que podían ser una buena alternativa ante el poder que ya demostraba Fania: Orquesta Dee-Jay y Paul Ortiz y su Orquesta Son. Y a comienzos de 1973 anunció su gran fichaje, Eddie Palmieri, un músico genial, una mente brillante, un talento privilegiado, uno de aquellos artistas a los que todos deseaban tener en sus filas. Pero también un hombre complejo, con ideas muy marcadas y un deseo de libertad absoluta en sus decisiones.
Haber comenzado con Al Santiago y Alegre Records para después ser absorbido por el imperio Brandson Music de Morris Levy para Tico, no era algo que le sentase muy bien a Palmieri, ni que favoreciese su deseo de libertad, lógico. Así que aceptó la propuesta de Averne diciendo: Queremos ser la orquesta de los pies felices. Y con eso en mente, nuestra dirección será cumplir ese objetivo y al mismo tiempo experimentar.
Pero justo después de firmar a Palmieri comenzaron los problemas. Tal vez hice cuatro álbumes en Mango, pero entonces recibo una carta de Chris Blackwell, el productor británico propietario de Island Records. La familia de Blackwell era poderosa en el mundo de los supermercados con condimentos etcétera. La carta decía: Escucha, tenemos una pequeña compañía de reggae llamada Mango Records. Inmediatamente me dije que no iba a perder mi tiempo en un pleito con un multimillonario por el nombre de Mango. Demás está decir que el Mango de Blackwell tenía en la firma las grabaciones de Bob Marley & The Wailers.
De modo que Averne cambió el nombre de una fruta por otra fruta. Le puso Coco Records. Mucho mejor, más fácil de manejar para sus amigos diseñadores gráficos como Jorge Vargas o Chico Alvarez. Así que como eslogan le puso “El sonido creativo”. Faltó Banana Records, Piña Records, entonces, le digo yo. Si claro. Ralph McArthur solía llamarme la compañía de frutas, ríe él.
Yo vivía en Hell’s Kitchen (322 West y 48th Street), así que puse allí mi oficina, dice Averne y recuerda que el ambiente familiar era el que deseaba para su empresa. Les ofrecía vino y refrigerios a los invitados, recuerda. Y Coco era tan familiar que contrató como gerente a su primo Eddie Gueits. Y entonces surgió el segundo problema.
Eddie Palmieri era la banda favorita de mucha gente. Pero todos los artistas vendían el doble de discos en Puerto Rico que en Nueva York o en la Costa Este, el doble, excepto Eddie Palmieri. Así que pensé: ¿sabes qué?, quizás la banda es demasiado dura estilo Nueva York, quizás es demasiado sofisticada para el sonido de la isla, quizás demasiado jazzística. Así que me dijeron: déjalo venir. Y así le dije a él: Escríbeme una canción sobre Puerto Rico. Así llegó la canción Puerto Rico, que se convirtió en número uno. Y no más problema con Puerto Rico.
El álbum de Palmieri fue un hit. Se tituló Sentido y sólo tuvo cinco canciones, aunque todas muy extensas para ser emitidas en radio. Incluso la canción Puerto Rico dura 6:50. Pero eso no impidió el éxito. Cuando tienes un problema en el negocio discográfico, por lo general, puedes encontrar que la solución será una solución musical. No un bla, bla, bla. Una solución musical… Esa es la forma de aclarar el problema, reflexiona Averne con satisfacción.
Coco abrió sus oficinas en el 254 West con 54th Street, en el meollo de la acción en Broadway, muy cerca de Fania. Y el sello siguió, como no podía ser de otra forma, con la mirada puesta en Puerto Rico. Su siguiente fichaje fue el trompetista boricua Nelson Feliciano y a continuación un proyecto de fenómeno, un niño cantante, Miguelito.
Miguelito se llamaba Miguel Ángel Gonzáles Sánchez y era un niño rubio de once años muy simpático que ayudaba a su familia cantando en las calles. Averne lo vio por casualidad cantando en el aeropuerto de San Juan y su carisma y su voz lo encandilaron, así que decidió contratarlo.
Música y niños no tenían en aquel tiempo una relación fructífera. En los años 60 las bandas juveniles abundaron, pero habían entrado en una especie de pausa comercial y tardarían al menos una década en volver a brillar. Sin embargo, The Jackson 5 era el ejemplo a seguir para los cazadores de talentos. Miguelito tenía una voz potente e intensa. Pero sobre todo tenía dos cualidades tremendas para un artista en ciernes: sentido del ritmo y carisma en escena.
Miguelito grabó el álbum Canto a Borinquen, con el apoyo de Papo Lucca y Kito Vélez, organizó un concierto de salsa en el Madison Square Garden con su presencia, y el chico pasó de una vida pobre y alejada de cualquier opción de triunfo a codearse con las grandes estrellas de la salsa. ¿Era demasiado? Quizás, porque un día desapareció. Fue un hecho realmente extraño para todos, incluido Averne, tan desconcertado como su familia que se había mudado a Nueva York. Más de 40 años después el cineasta australiano Sam Zubrycki pudo reconstruir esta historia.
Lo que si quedó claro es que Averne estaba haciendo las cosas bien. Su siguiente fichaje fue la banda de latin rock psicodélico Toro. Walter Vélez, recién separado de Izzy Sanabria y de la productora artística We2 Graphics, hizo una ilustración bellísima para la carátula en un diseño de Chico Álvarez. Eddie Palmieri volvió a meterse al público boricua en el bolsillo con un concierto en la Universidad de Puerto Rico, y Rafael Cortijo, el mismo timbalero que había construido el mito de Cortijo y su Combo junto a Ismael Rivera, se reinventó con una banda de salsa funk llamada Cortijo y su Máquina del Tiempo. Y luego llegó la gloria.
La creación de LARAS como alternativa a NARAS al interior de los Grammy había dado sus frutos y en 1976 se estableció el Best Latin Recording como nueva categoría de los famosos premios. Los nominados fueron: Bobby Paunetto por Paunetto’s Point (Pathfinder Records), Camilo Sesto por Quieres Ser Mi Amante (Ariola), Fania All Stars por Fania All-Stars Live at Yankee Stadium, Vol. 1 (Fania), Mongo Santamaría por Afro-Indio (Vaya), Ray Barretto por Barretto (Fania), Willie Colón por The Good, The Bad and The Ugly (Fania) y Eddie Palmieri por The Sun of Latin Music (Coco Records). Y ganó Palmieri.
El disco de Eddie Palmieri que ganó el primer premio Grammy lo grabé en el estudio de Jimi Hendrix, Electric Lady, en Greenwich Village, con el ingeniero de Jimi Hendrix, anota Averne con orgullo.
El Grammy latino fue un verdadero suceso para la industria. El locutor Carlos De Leon, de la WKCR, dijo: ¿Qué otro álbum en el ’74 o ’75 podría igualar su influencia? Pablo Yoruba Guzmán escribiría en la revista Latin New York: Se le ha dado un Grammy. Es el comienzo de un reconocimiento general largamente esperado tanto de las contribuciones de la música latina a los sonidos del mundo como de la genuina forma de arte que es la salsa en sí misma. En particular, representa un homenaje al propio papel de Eddie para lograr esto. Sin duda, el disco se podía sintetizar en el tema Un Día Bonito, una obra maestra insuperable en composición (Palmieri), interpretación (17 músicos) y arreglos (Barry Rogers), un viaje que incluía guaguancó, son montuno, jazz y elementos sinfónicos. Extraordinario por donde se le mire.
El Sol de la Música Latina ganó el primer Grammy otorgado a un LP latino. Y por supuesto arrasó en los Latin New York Awards de 1975 ganando tres premios: Mejor Orquesta, Mejor Músico y Mejor Pianista. Y obtuvo el premio al Mejor LP dado por la Stereo Review Magazine. 1976 fue un año glorioso para Coco Records y para Harvey Averne. Y 1977 no sería la excepción.
Eddie Palmieri volvió ganar el premio Grammy al Best Latin Recording con su siguiente disco, Unfinished Masterpiece, superando a Eydie Gorme, Fania All Stars, Joe Cuba, Johnny Pacheco y Mongo Santamaría. Palmieri estaba en estado de gracia como músico y Averne en la cumbre como productor. El músico había encontrado en la voz de Lalo Rodríguez una nueva manera de enfrentar la música (lo fichó cuando aun era menor de edad), y el productor tenía al frente la línea de trabajo ideal: la pequeña casa que era capaz de vender a los gigantes de la industria.
Pero en Latin New York, Yoruba Guzmán también había anotado: Si se otorgara un premio al músico más controvertido de la música latina, Eddie Palmieri ganaría sin dudas en todos los aspectos. Ha indignado a promotores, compañeros músicos, ejecutivos discográficos, fanáticos y gerentes por igual; las historias de Palmieri se encuentran entre las más coloridas y animadas en el negocio (y como dice Eddie, “las cuento mejor”). De estas mismas personas, un momento después, puede generar un torrente de admiración, asombro y risas, el porqué de su arte y humor. A la vez ambicioso y lleno de dudas, un amante de los buenos tiempos y preocupado por el curso de la sociedad, sociable y reservado, Eddie es probablemente uno de los más complejos del puñado de artistas que dan forma al curso de la música popular de Estados Unidos.
Así que el siempre inconforme Palmieri dejaría Coco al año siguiente y firmaría con la CBS. Averne había perdido su mejor baza, aunque no su buena mano para los éxitos.
En 1975 había firmado a la Orquesta Broadway, aunque no sin reservas. Puerto Rico nunca tocó charanga. No tocan charanga y yo tuve mucha charanga, dice recostándose por fin en el sofá. Me fue muy bien con charanga en Francia, en la África francófona, Senegal, Costa de Marfil, etcétera. Y la Broadway realmente es lo mejor que hay en esto. En América, la Broadway era la mejor charanga. Así que les dije: escuchen, estoy muy fuerte ahora. La compañía es muy fuerte ahora en Puerto Rico. Denme algo. Tratemos de hacer algo por Puerto Rico, aunque sabemos que allí no tocan charanga. Y llegó Isla del Encanto, la original. Les pregunté: ¿del Encanto? Y Eddie Zervigón me respondió: Sí.
El catálogo de Coco creció tras un acuerdo con Joe Quijano, dueño del sello Cesta, con una leyenda del sonido charanguero como José Fajardo y con el hermano mayor de Eddie, Charlie Palmieri. Tras ellos llegaron las divas Noraida Moré, Yolandita Monge, Lisette Alvarez y Graciela, la hermana de Machito con un proyecto muy bonito junto a Mario Bauzá. El propio Machito hizo un trabajo magnífico, Fireworks, con Lalo Rodríguez como voz principal. Y en la medida en que las grandes estrellas como Larry Harlow o Johnny Pacheco liberaban sus contratos con Fania, aparecían en la oficina de Averne con un proyecto bajo el brazo.
Cuando él menciona a Fajardo yo le señalo un cuadro con el arte original de uno los discos suyos que cuela de la pared. Sí, lo hizo Jorge Vargas. Está viviendo en Puerto Rico. Esta es una selección clásica, que es uno de los discos que produje con Fajardo. Hice cuatro. Y esto realmente fue un trabajo de amor porque estaba tocando muy bien hasta que murió (en 2001). Pero estas fueron las canciones que me enamoraron de Cuba. Ritmo de pollo, Sayonara, Kikiriki, etcétera. Así que hicimos esas y tres canciones nuevas.
En 1982 Coco Records hizo su última grabación: Esa Brujería, un disco muy especial de Chico Alvarez con Eric Salgado y sus 7 Potencias más la Orquesta Habana Brass.
Déjame decirte algo. Mi concepto con Coco era este, escucha: Jerry Masucci era un buen amigo mío. Dirigí Fania en los primeros dos años. Así aprendí el negocio discográfico, porque Jerry había fundado la empresa con Johnny. Él era un abogado y me dijo: Harvey, si vienes a trabajar conmigo puedes dirigir la empresa y te daré una oficina en mi bufete de abogados. Tienes toda mi ayuda, toda. Sin gastos generales. Y yo le dije: escucha, trabajo como músico, soy Harvito desde que tengo 14 años. Pero nunca he grabado nada original ni nada. Él dijo: No te preocupes. Dije, no conozco el negocio discográfico. No te preocupes por eso, aprenderás rápido. Sé que aprenderás rápido. Empecé a trabajar y así aprendí el negocio discográfico. Pero había cosas que no me gustaban de Fania y otras cosas que me gustaban de Fania. Coco tenía un concepto diferente. Fania quería controlarlo todo. Fania quería ser la más grande, la más artista, la más fuerte, que es en lo que se convirtió, sin duda. Pero en los créditos, Fania estuvo terrible. Jerry Masucci puso su nombre como productor en cada álbum. Nunca vino al estudio, ni una sola vez. Pensaba que porque eres dueño de la empresa, tienes derecho a poner tu nombre. Y yo no me sentía de esa manera viniendo de un trasfondo musical. Entonces, en Coco, incluso si soy productor ejecutivo de un álbum, no lo puse. Ya mi nombre estaba en suficientes álbumes, así que en Coco nunca puse lo de productor ejecutivo.
Harvey Averne se toma una pausa antes de seguir con su reflexión: No quería ser el más grande. Sabía que nadie podía ser tan grande como Fania, ¿ok? Y no quería eso porque vi lo que ya estaba volviendo loco a Jerry: el teléfono sonaba con los artistas infelices, enojados todo el día. Así que no quería esa vida. Pensé, déjame conseguir cinco o seis superestrellas, darles la producción personalizada, promoción que no pueden conseguir en una gran empresa, en una empresa ocupada, y mostrarles que tenemos el poder para hacer ese trabajo. Y lo demostramos con Eddie Palmieri. Sí. Y les pagamos más y vendimos más discos, ¿ok?
Aunque Coco Records se ha mantenido vigente en el mercado discográfico, Averne emprendió nuevos proyectos tras el cierre de los prensajes y esos proyectos lo llevaron a trabajar en Francia y Bélgica y a asesorar a grandes compañías como CBS. El mundo del pop y del show business lo abrazó encantado. Un episodio da fe de su brillante manera de hacer negocios en el campo de la música moderna: estando en Europa le dio la alternativa al cantante francés de música disco Patrick Hernandez y éste tuvo un éxito tremendo con la canción Born To Be Alive (vendió más de seis millones de copias). Averne organizó entonces su gira mundial para la que contrató un cuerpo de bailarinas dentro del que estaba un chica de inmenso talento que se daría a conocer tiempo más tarde con el nombre de Madonna.
Tras mucho deambular por diferentes tipos de negocio, Averne volvió a Nueva York y se estableció en Queens. Amante de los gatos y de los recuerdos suele vérsele en shows de viejas estrellas que fueron amigos suyos. Días después de pasar aquella deliciosa tarde en su casa llena de objetos, lo volví a ver en un show de la Spanish Harlem Orchestra en las Taino Towers del alto Manhattan. Y se la pasa así, siempre sonriendo.