Conjunto de Lobo y Melón.

Tal vez hoy día pocos recuerdan que hace algunas décadas hubo un movimiento fuerte de son cubano en México, en donde su escuela nacional era, incluso, considerada superior a la de Nueva York, por la calidad de sus músicos y la frescura de sus propuestas. En la época de oro de ese género en tierra azteca (aproximadamente de 1945 a 1954) se impusieron los cabarets y salones de baile en los que tocaban los grupos mexicanos. También se abrían espacios para el son en los teatros, las carpas y las radiodifusoras como la XEW. A finales de los años 40 y principios de los años 50 del siglo pasado, llegaron a contarse 400 soneros en activo. Hasta en el cabaret más humilde había un buen grupo de son. Como los clubes estaban muy cerca unos de otros, era posible escuchar hasta 10 grupos cada noche.

Fue en la época de oro del son cuando apareció en la escena un joven inquieto, aprendiz de contador, apasionado del fútbol, que desde pequeño conoció el veneno del género antillano. Luis Ángel Silva, de nombre artístico Melón, reconocía a 1949 el año en que inició su trayectoria profesional como sonero. Medio siglo después Melón contaba en su haber lo que pocos. Formó con Carlos Daniel Navarro Lobo, el sexteto Lobo y Melón, único grupo mexicano de son en trascender al plano internacional. Con la fusión del be-bop y el son cubano, y trasladada esta modalidad al español, Melón sistematizó las sílabas para que formaran frases musicales, singular aporte de México al son cubano. Ya como solista, Melón fue uno de los pocos mexicanos en grabar con la casa discográfica neoyorquina Fania, en pleno boom del movimiento de la salsa.

Los inicios

Melón era oriundo de la Ciudad de México, de una colonia de clase media, con “un sabor a provincia”, Santa María la Ribera, barrio al que cantó en sus décimas. Nació en la calle de Naranjo 98 y vivió su infancia en Ciprés 148, arriba de la peluquería de su padre, Heleodoro Silva, y después en Chopo 158. Cursó la primaria en El Pensador Mexicano, escuela ubicada en la calle de Ciprés. En casa, su madre cantaba tangos, pasodobles y las canciones de moda, mientras cocinaba o lavaba ropa. Su carrera como cantante se inició en el coro de sexto año de la escuela, dirigido por el profesor José Trinidad Rodríguez, quien descubrió las cualidades de su voz y le animó a estudiar canto. Pero el chico de 10 años sólo tenía ojos para el fútbol, el cual jugaba con el equipo Oviedo que patrocinaba El Peque Sánchez.

El niño tuvo su primer contacto con el son en la vecindad donde vivía su “mamá grande”, o sea, abuela materna. Allí había un “sonecito de zaguán”, como se le decía. Al estar en tercero de primaria se montó un número de Día de las Madres donde varios compañeros, entre ellos el pequeño Luis Ángel, fueron seleccionados para bailar como danzantes. Para eso hacían falta un par de sonajas que acabaron en maracas fabricadas por uno de los integrantes del son. Fue el primer instrumento que tuvo Melón y que fue guardado con celo.

La Santa María la Ribera ha dado varios músicos al mundo, entre ellos, David Ferruzca, director de un grupo llamado El Latino, que impulsó al pianista y arreglista Luis González Pérez y al cantante Tony Camargo. Como muchos de su generación el primer cantante de son que Melón recordaba haber escuchado en la radio fue al puertorriqueño Daniel Santos. El acercamiento del adolescente a la música continuó en la colonia Cuauhtémoc, donde su familia se mudó cuando tenía 12 años, al obtener su padre un premio de lotería. Allí conoció a Rodolfo y Alberto Bonilla, hermanos de Héctor, el actor, quienes tocaban la guitarra. Con ellos formó un trío que se llamó Guerra a la Oreja; Melón tocaba maracas. Aunque montaban los números como mejor les parecía, los jóvenes adinerados de la colonia los contrataban para dar “gallos” (serenatas).

Melón tuvo su entrada formal al son por medio del trompetista Armando Thomae, a quien conoció en las fiestas de entonces. Una tarde Thomae lo invitó a los ensayos del conjunto con el que estaba, Los Guajiros del Caribe, con la recomendación de: a lo mejor con el tiempo te quedas en el grupo. Para esto Melón carecía de cualquier formación dentro del canto. Como es de imaginar, era algo “descuadrado”.

Un día Los Guajiros del Caribe se quedaron sin cantante; Melón les dijo: yo canto. Pero escogió un número difícil, Majarete, y les puso una “atravesada” que ya lo querían matar. Finalmente, Los Guajiros decidieron dejarle hacer coros un tiempo, para que me fuera acostumbrando. Cuando a Melón le llegó una segunda oportunidad ya no le fue tan mal, pero no le pagaron. Para entonces el joven había conseguido trabajo en la Fábrica Nacional de Clavos como ayudante de contador, donde ganaba 700 pesos mexicanos al mes.

En eso a Los Guajiros del Caribe les salió un contrato en Acapulco, pero a Melón le negaron el permiso en la fábrica. Así que renunció. Para su mala suerte hubo una tormenta y se cayó el contrato. Al poco tiempo el grupo entró a trabajar al Zandam que estaba en la calle de Sonora y la Avenida México, en la colonia Hipódromo-Condesa, de Ciudad de México. Ya que Melón no tenía un ingreso, cada quien optó por darle un peso; eran ocho.

Como empezó cantando una canción por turno, pronto hubo problemas con el cantante titular. Luego, a Los Guajiros les salió un contrato para Ciudad Juárez y como no podían llevar a dos cantantes, escogieron al de mayor antigüedad. Gracias a una maniobra del cubano Mariano Oxamendi, Melón se quedó en su lugar con el grupo de Hermilo Salas en el Faja de Oro. A los dos o tres meses le llegó una carta del director de Los Guajiros del Caribe, diciendo que se les había ido el cantante y pidiéndole que los alcanzara en Ciudad Juárez. Aunque Melón estaba molesto por la manera en que lo había discriminado, les mandó decir que aceptaba. Como a la semana le llegó el boleto para viajar en ferrocarril.

Juárez y el be-bop

Los cuatro meses que el joven pasó en la ciudad fronteriza, en el cabaret La Cucaracha, serían toda una revelación. Allá oyó por primera vez los discos de Gene Krupa –en especial le impresionó el instrumental Lemon Drop– y de otros jazzistas cuyo estilo, literalmente, lo volvió loco. Recordaba que en el Palacio Chino de Juárez tocaba la orquesta de Roy Ramos y su pianista, Willy Guzmán, cantaba be-bop. Cuando sabía que iban a tocar, porque también acompañaban a la variedad, Melón pasaba sus turnos de descanso yendo a escucharlos, hechizado por el estilo.

De regreso de Juárez, un día llegó al Macao y quiso cantar así, pero los músicos se burlaron de él. Le dieron que no estuviera vacilando, que cantara las cosas como eran. Luego, cuando les dijo que eso era be-bop le empezaron a cotorrear: ¡ay sí, tú, be-bop!

Los Diablos del Trópico

En México, Melón empezó a trabajar en varias “guerrillas” (grupos formados únicamente para una “tocada” o temporada). Un día fue al Macao donde trabajaba Tony Camargo, para devolverle un arreglo que le había prestado para copiar. La llegada del joven sonero cayó como anillo al dedo de Los Diablos del Trópico, porque a raíz de un pleito, Camargo tenía varios días de no presentarse a trabajar. El conguero, José Bonilla Carioca, en seguida fue por el archivo e invitó a Melón a “echar la paloma” (cantar sin recibir retribución). Así pudo constatar que cantar con Los Diablos era algo muy distinto a trabajar con Los Guajiros.

Al día siguiente Melón tenía poco tiempo de llegar al lugar donde trabajaba, cuando pasó un taxi lleno de Diablos que venían a ofrecerle una prueba de una semana. Después de pensarlo unas horas, Melón les dio un rotundo si. Aunque pasó la prueba inicial, la luna de miel duró un mes mientras no tuvo que aprender el nuevo repertorio. En números como Juventud amaliana o Pancho el ripiao, siempre entraba mal con la clave. Una noche la situación hizo crisis. Galo Almazán, el director, ya no tenía elementos para defender al joven cantante ante las quejas de los demás músicos cuando de repente llegó el tresero y percusionista Pablo Zamora Peregrino quien, en voz alta, informó a Melón que lo esperaba la mañana siguiente en los Estudios Churubusco para hacerle coro a Benny Moré. El sobrino de Toña La Negra sabía que el chamaco traía algo diferente, que no era un sonero como en aquel entonces surgían.

Las influencias

Benny Moré ejerció una gran influencia en Melón, especialmente en el aspecto de la improvisación, al igual que el también cubano Cheo Marquetti, y los mexicanos Julio del Razo e Ignacio Cabezón Téllez. Estos dos últimos ya le habían empezado a enseñar algunas cuartetas y décimas. Con Moré grabó coros para un número que se llamó Bocón. Salieron bien las cosas. De ahí en delante Melón empezó a ver más seguido a “La Voz de Oro de Cuba”, como se le conoció en México. Era una relación chistosa. Cuando Benny estaba “en su juicio” no le hacía caso, pero con unos tragos lo iba a buscar. Incluso, cuando Melón trabajó en el cabaret Astoria y llegaba Moré, si lograba hacerle cantar, que era casi siempre, todo lo que consumía era gratis.

A Melón lo empezaron a invitar más y más a las grabaciones, donde se codeaba con grandes como Lalo Montañé y Homero Jiménez. Cheo, a quien le decían “El rey de la guajira”, le aconsejó que cantara como sí mismo y no como nadie más. Melón, de paso, le pidió sus cuartetas, pero Cheo le dijo que no porque quería que el joven aprendiera a improvisar por sí solo. Sin que Cheo se diera cuenta, y como sabía taquigrafía, Melón le copió todas sus inspiraciones y las cantaba como si fueran suyas. “Ni tardo ni perezoso” alguien fue con el chisme. Una noche Melón llegó al lugar donde trabajaba Cheo. Este le invitó a subir a cantar con él, pero primero el veterano sonero cantó todos los versos que el joven le había copiado. Cuando le cedió el micrófono Melón se vio forzado a improvisar algo propio.

También constituyó una gran influencia en Melón el pianista y arreglista Luis González Pérez, apodado El Viejo. Eran del mismo barrio, pero por la diferencia de edades no se dirigieron la palabra hasta mucho después. Cuando Melón lo volvió a ver, tocaba el piano en la orquesta de Chucho Rodríguez. Tardó en darse su amistad, pero gracias a ella Melón recibió muchos consejos que hasta el final de su vida le funcionaron. Incluso, El Viejo lo ayudó a entrar a la orquesta de Chucho.

Otro paso importante en la carrera artística del joven sonero fue la vez que Pablo Zamora Peregrino lo fue a buscar al Astoria, donde trabajaba de nuevo con Los Guajiros del Caribe que se había vuelto a formar, para que entrara con el pianista cubano Juan Bruno Tarraza. No sólo pasó la prueba sino que Tarraza le pidió que preparara los números María Cristina y Pachito E’ché para la filmación de una película, por lo cual recibió la increíble cantidad de 5.000 pesos mexicanos. Melón duró unos tres meses con Las Estrellas de Juan Bruno Tarraza en el desaparecido Hotel Del Prado.

La última agrupación con la que trabajó Melón antes de tener sus propios grupos, fue la orquesta de Ray Montoya. Desde 1953, Melón ya se reunía con varios compañeros, entre ellos el pianista Pepe Bustos, a cantar boleros y guarachas en El Jacalito. Ahí surgió una versión de Rareza del siglo, de Bebo Valdés, pero con sílabas en vez de metales. En una de las giras que hizo la orquesta de Ray Montoya, por 1954, Melón regresó a Ciudad Juárez y también cultivó el be-bop con varios compañeros. Ya por su cuenta formó Los Cuatro, Los Marcianos y Sensación Combo, que fue el antecedente de Lobo y Melón. En un viaje a Acapulco, Lobo lo encontró en Caleta y le propuso hacer un conjunto. Melón dijo que mejor hablaran en México. Lo más curioso del asunto es que no eran amigos. Una vez habían trabajado juntos pero no había resultado. Sin embargo, Melón regresó sin un centavo de Acapulco donde se había separado del Sensación Combo.

Lobo y Melón

De vuelta a Ciudad de México se encontró con Lobo en la radiodifusora XEW, éste le ofreció un trabajo esa misma noche en el H-8, un local con licencia de nevería en el número 8 de la calle de Humboldt. Melón gustaba decir que tocaron tan feo que al terminar el primer turno ya se quería retirar. Lobo lo convenció que se quedara hasta el final para poderse llevar el sueldo que tanto necesitaba. Las cosas empezaron a mejorar en la última pieza del último turno. Esto fue el comienzo de una asociación que se prolongó durante 13 años.

El grupo Lobo y Melón no adquirió su nombre sino hasta que realizó su primera grabación. Fue Carlos Castillo, técnico de la RCA Víctor, quien de pura casualidad los escuchó primero. El los recomendó con Rafael de Paz, director artístico de la compañía discográfica, quien los fue a escuchar pero esa noche se habían quedado sin pianista. De todos modos le gustó y le pidió a Melón que lo buscara cuando estuvieran listos para grabar. El problema fue el nombre. Entre Luis Ángel Silva Nava y Carlos Daniel Navarro Pulido, iba a salir del tamaño del mundo. El cantante sugirió: a él le dicen Lobo, a mi me dicen Melón. ¿Qué le parece Lobo y Melón? Y así se quedó.

Varios músicos pasaron por el grupo antes que adquiriera su nombre definitivo. Incluso, no todos los que comenzaron a grabar el primer disco de larga duración lo terminaron. No obstante, para cuando salió a la venta su opera prima, a mediados de 1959, integraban el grupo: Mauro Enrique Chávez Vergara Gallina, en el piano; Ángel Romero Donís Chamaco, en los timbales; Cresencio Paredes Guzmán, en el bajo; Manuel Osorno, también conocido como Manolo Güido, en la trompeta, y Lobo y Melón. Más adelante, Arturo Reyes Moreno hizo coros y hasta cantó como solista. Antes que cumpliera el año ya grababan el segundo vinilo.

En su ascenso a la popularidad mucho tuvo que ver el empresario Emilio Azcárraga Milmo, quien les dio un programa diario en radio, además de especiales estelares, así como programas de televisión. Quedaron atrás las actuaciones en lugares como el H-8. Al estar en el Teatro Blanquita, Ninón Sevilla pidió que le acompañaran en el centro nocturno La Fuente. En un lustro ganaron cinco Discómetros (por altas ventas), aparte de los discos de oro que les daba la compañía.

Su primer viaje a Estados Unidos fue en 1961. Melón venía todo un año negociando esta primera salida al extranjero. Lo que finalmente lo decidió fue el cartel con que tocarían en el Palladium de Hollywood: Tito Puente, Machito y el pianista Eddie Cano. Tito Puente les dijo que la versión hecha por Lobo y Melón de su composición Qué será mi china, era la mejor que había escuchado. Tito acabó dedicándoles el número TP On The Strip. Años después el pianista puertorriqueño Papo Lucca, director de la Sonora Ponceña, grabó Franqueza cruel con un arreglo a la manera de Lobo y Melón. El primer viaje a Nueva York fue en 1964, para presentarse en el Palladium, con la Sonora Matancera y Eddie Palmieri. El cantante Tito Rodríguez le hizo una buena oferta al mexicano, pero no fue aceptada.

Todo marchó bien con Lobo y Melón durante el primer lustro de su asociación. Después, vinieron los problemas, mucha indisciplina y cambio de músicos. La fama nunca es fácil de “aquilatar”. Durante todo el tiempo que permanecieron juntos grabaron una docena de discos de larga duración. A partir de su primera salida, cada año realizaban una gira internacional que invariablemente los llevó a diferentes ciudades de Estados Unidos, pero también a Centroamérica (Panamá y El Salvador). En 1971, después de un contrato en Los Ángeles, Melón se despidió para siempre de Lobo en el aeropuerto de la Ciudad de México. Y no obstante se quedó con el grupo, éste se desintegró a los pocos meses.

De solista

Después de 22 años de carrera, Melón tenía un lugar bien ganado dentro del espectáculo en México. Aunque ya no estuviera con su compañero, le llovían las ofertas de trabajo. Debutó como solista en un lugar de nombre Czíngaro, en la capital. De estas primeras actuaciones sin el apoyo de un grupo que el cantante dirigiera, recordaba haber sentido la pista tan grande como el estadio Azteca.

Melón trabajó solo hasta 1973, cuando se encontró con Luisito Martínez, un músico que conoció desde sus días con Lobo en un viaje a Alvarado, Veracruz. En ese entonces Luisito tocaba la trompeta con la Sonora Veracruz. De momento tuvo la idea de incorporarlo al grupo para darle un nuevo giro, pero no pasó de allí. Al año siguiente volvió a ver a Luisito, pero ahora tocaba el piano con Toño Barcelata. La próxima vez que lo encontró fue en la capital del país, como director artístico de la disquera Rex. Empezaron a intercambiar ideas que dieron pie a un primer disco, con una dotación pequeña, sólo trompeta y sax tenor, pero con buenas ventas.

Siguió un segundo acetato, Salsa con descarga. Luego, trabajaron juntos en varios centros nocturnos. En el Cadillac, por ejemplo, le hicieron un lugar que se llamó La Cita con Melón. En eso el empresario jarocho Baltazar Pazos les habló para grabar el disco Las estrellas veracruzanas a fin de conmemorar medio siglo del carnaval del puerto. Fue una asociación que duró muchos años.

Los problemas comenzaron en el Villa Florencia, donde también trabajaba Lobo con su grupo. Cuando unos compañeros lograron saber cuanto dinero ganaba Melón –1.000 pesos mexicanos diarios–, se fueron a quejar al Sindicato Nacional de Trabajadores de la Música. Pero, como Melón había firmado un contrato, el entonces líder del Sindicato, Venus Rey, les dijo que no podía hacer nada. El apretón vino cuando se acabó lo firmado. Esto fue en 1975. Melón no se explicaba por qué de repente nadie les daba trabajo. Un día recibió una llamada de José Bonilla Carioca, quien le dijo: puedes cantar donde sea menos aquí, y si por casualidad se te ocurre abrir la boca qué yo te dije algo, lo voy a negar. Es tu palabra contra la mía. Estás vetado.

Después de unos trabajos en Acapulco y Veracruz, Melón recibió una llamada telefónica de Agustín Raúl García El Pájaro, desde Los Ángeles, para invitarlo allá. Como Luisito Martínez no lo pudo acompañar, Melón llamó a Gallina, quien aceptó. Primero, estuvieron unos días en Tijuana. El flautista Ramón Nieto los alcanzó desde Mexicali. Entraron a Estados Unidos el 4 de julio de 1975, en pleno Día de la Independencia de ese país.

En Estados Unidos

Ya en Los Ángeles de inmediato se pusieron a ensayar. Hicieron un grupo que se llamó Salsa Azteca que trabajaba cinco días a la semana cuando allá se acostumbraba sólo los fines de semana. Luego, resultó que seis músicos de la Fania All Stars se encontraban en la ciudad grabando el disco California Jam. En el Virginia’s, el lugar de los soneros, Melón se encontró con el flautista dominicano Johnny Pacheco, se formó la descarga y lo invitó a Nueva York para hacer algo. Cuando Melón finalmente viajó a la urbe de hierro ya era la primavera de 1976. Esa misma noche fue al lugar donde tocaba TitoPuente, así como Joe Cuba. Al terminar el turno, el timbalero de éste último, Jimmy Sabater, se le acercó y lo invitó a subir con ellos porque no tenían cantante. Melón se quedó allí un mes.

No obstante, Melón ya se estaba desesperando porque nadie lo había llevado a Fania Records con Jerry Masucci. En eso sonó el teléfono. Era Louie Ramírez a quien le hacía falta un coro para un disco de Benítez & Nébula. En la grabación también estaban Rubén Blades y Vitín Avilés. Melón seguía preocupado acerca de su situación. Lo que menos quería era regresar a México como un fracasado. Cosas del destino, ese mismo día Willie Colón lo encontró en el Asia, restaurante chino-cubano, le dijo que no podía regresar a Los Ángeles y lo llevó a firmar con Masucci. De todos modos, Melón dejó Nueva York, pero con el contrato bajo el brazo. Por esa indisciplina, lo llamaron a grabar sólo hasta el año siguiente.

En la Costa Oeste Melón cantó con un grupo que llamaba “la sinfónica” por lo bien que sonaba. Con esa banda alternó en el Palladium con la Fania All Stars que venía de Japón. Melón aprovechó la ocasión para hablar con Pacheco y arreglar la grabación del disco. Estuvo en Nueva York nueve meses y acabó grabando su primer LP con Fania en nueve horas, a número por hora. Para el cantante Llegó Melón salió bendito. En siete días, y sin publicidad, ya estaba en primer lugar en el hit parade, donde duró 26 semanas, es decir, seis meses. Para el año quedó en tercer lugar en el área de Nueva York y sexto respecto a los sitios tomados en cuenta para la salsa: la ciudad de los rascacielos, Miami, San Juan, Los Ángeles y Chicago, entre otras.

Melón estaba de nuevo en el pináculo del éxito. Cantaba por su cuenta y con Pacheco. En 1980 tomó parte en el concierto celebratorio de los 25 años de la carrera artística de Pacheco en el Beacon Theater en Nueva York. Al año siguiente grabó el segundo LP con el dominicano, Flying High. Por aquel entonces, Melón conoció a una representante que manejaba a estrellas de cine como Dustin Hoffman y Marlon Brando. Gracias a ello pudo trabajar muy bien y a finales de 1986 grabó el número De todo un poco para la película Dirty Dancing, que en México se conoció como Baile caliente.

De vuelta a México

Melón pasó 14 años en Estados Unidos, sin embargo eso no significó que durante ese lapso nunca regresó a México. Hizo varias temporadas en centro nocturno. En 1980 grabó los números Xicoténcatl y Los virreyes para un proyecto de Luis Demetrio sobre la historia en México. En 1984 realizó un disco de 20 éxitos de Lobo y Melón y otro de Melón y Luisito. Para 1987 decidió radicar de nuevo en su país, esta vez de manera definitiva. De inmediato retomó su relación con Luis González Pérez y Luisito Martínez. Primero, grabaron un disco para Musart con arreglos de ambos. Con una orquesta de 18 músicos participaron en el espectáculo Lo dulce de lo amargo, en el Salón Margo, y luego viajaron al Primer Festival Afroantillano de Cancún, Quintana Roo. Se trataba de dar batalla a las agrupaciones que vendrían de Cuba.

Así, 1994 fue en particular fructífero para Melón. Se le rindió un homenaje dentro del primer Festival Internacional Afrocaribeño, en el puerto de Veracruz. En ese contexto, se publicó el libro biográfico Luis Ángel Silva Melón, escrito por Rafael Figueroa Hernández (Consejo Nacional para la Cultura y las Artes-Instituto Veracruzano de Cultura). Como parte del mismo reconocimiento, el intérprete fue enviado a Santiago de Cuba, donde también recibió honores. Para Melón, cantar en Cuba fue como “ir a vender camotes a Puebla”, como se dice en México.

Al año siguiente le fue encomendado el programa radiofónico Tropicaliente, en la XEQ, en el que durante dos horas diarias, cinco días a la semana, y a lo largo de cuatro meses, debía interpretar en vivo con su grupo canciones del repertorio sonero de todos los tiempos. En paralelo, en la misma estación fue titular del programa Del son a la salsa; allí explicaba la música seleccionada por él mismo.

En 1999 Melón recibió un homenaje por sus 50 años de sonero con un acto celebrado en el Palacio de Bellas Artes. En 2002 fue invitado a participar en el Festival Internacional de la Trova Pepe Sánchez, que se realiza anualmente en Santiago de Cuba. También actuó en la Biblioteca Nacional José Martí, de La Habana.

En 2004 tuvo una aparición estelar en el programa televisivo El Estudio de Manzanero, y en 2005 en Acústico, con Eugenia León. El 6 de enero y 18 de agosto de 2006, y 2 de febrero de 2007, se presentó en el programa Animal nocturno, de Ricardo Rocha, en Televisión Azteca. Tanto la discográfica Musart, como Sony BGM le han editado en fechas recientes un paquete antológico de tres discos.

TV UNAM realizó en 2007 un documental sobre la vida de Melón. A Melón le tocó abrir el renovado ciclo de jazz en el Teatro Casa de la Paz, dependiente de la Universidad Autónoma Metropolitana. Volvió a hacer un temporada en ese recinto en 2008 y 2010, así como presentaciones en el Teatro Ocampo de Cuernavaca y dentro del Festival Internacional Afrocaribeño en Veracruz.

A lo largo de 2009 Melón realizó diversas actividades para festejar sus 60 años de trayectoria artística. El 1 de agosto de ese año se presentó nuevamente en el Teatro Ocampo de Cuernavaca y recibió un reconocimiento por parte del Instituto de Cultura de Morelos. El Gobierno de Veracruz, por medio del Instituto Veracruzano de Cultura, le otorgó la Medalla Dr. Gonzalo Aguirre Beltrán al mérito musical, el 29 de agosto, dentro del 15 Festival Internacional Afrocaribeño. El Museo Tamayo se sumó a los festejos, también el Instituto Politécnico Nacional, y el Museo Diego Rivera Anahuacalli dedicó su Sexto Festival de Música a su trayectoria.

En 2010 Melón, acompañado de sus Lobos, se presentó de nuevo en el auditorio del Centro Cultural Jaime Torres Bodet, de Zacatenco, concierto que fue grabado por Canal Once para su exhibición en Foro Once el 30 de agosto de ese año. También fue invitado de la periodista Cristina Pacheco en su programa Conversando.

Otra faceta de Melón fue la composición. Sus canciones se remontan a la época de Lobo y Melón: Michité, De Lobo y Melón a Cuba, Comparsa Lobo y Melón, Guaguancó en México, Miel de abeja y ¿Cómo te fue?, ésta última ya con Melón y su Sonora. Quiero llegar a Puerto Rico, Pacheco el tumbao y yo, Esa va, y No te olvido, que dedicó a su barrio natal, fueron grabadas por Fania.

Escribir también fue una inquietud. A principios de los años 60 del siglo pasado colaboró en la revista Musicorbe. De 1990 a 1991 tuvo la columna semanal El rincón de Melón, en el periódico vespertino El Universal Gráfico; de 1992 a 1993, Son y no son, en El Nacional, y de 1993 a 1994, Melonmanía en La Jornada, diario con el que colaboró de nuevo a partir de 2001 hasta su muerte.

Preocupado por la preparación de nuevos soneros mexicanos, Melón se dedicó a la docencia. A partir de 1998, y durante cuatro años consecutivos, impartió un taller de son cubano en el Centro Nacional de las Artes. Fue Luis Ángel Silva Nava, Melón un cultivador del son cubano en su patria.

El estilo de Melón cubrió toda una gama de canciones populares, estándares universales y piezas del folclor. Todas ellas se revistieron con su enfoque tan especial, desde el chuá-chuá junto a Lobo hasta su tonalidad vocal junto a Pacheco. En esta selección hay temas dominicanos (Juancito Trucupey), colombianos (El cuchipe), puertorriqueños (Askarakatis-Ki) y de otras regiones. La universalidad de Melón.

Playlist

1. Lobo y Melón - Que será de mi china
00:00:15
2. Lobo y Melón - Juancito Trucupey
00:03:10
3. Lobo y Melón - El cuchipe
00:05:57
4. Lobo y Melón - Askarakatis-Ki
00:08:45
5. Lobo y Melón - Guaguancó en México
00:11:35
6. Lobo y Melón - Rumbeada en Pueblo Nuevo
00:15:44
7. Lobo y Melón - Que pasa en el Congo
00:18:30
8. Lobo y Melón – África
00:21:40
9. Lobo y Melón - En un pequeño bungalow
00:24:39
10. Lobo y Melón - Cha cha chá de Paris
00:27:40
11. Johnny Pacheco y Melón - Esa va y suena bien
00:30:08
12. Johnny Pacheco y Melón - Solo estoy
00:36:24

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