Potemkin en La Habana
Cuba renace en el Festival Internacional de Cortos Ciudad de Soria.
Gufi: Mister Frank Grillo, usted grabó con Charlie Parker.
Machito: Se equivoca, caballero, fue Charlie Parker el que grabó conmigo.
El Acorazado Potemkin (Serguéi Eisenstein, 1925) es una de la obras maestras de la historia del cine y fue una de las grandes apuestas de propaganda de la revolución rusa. Tras la revolución cubana de 1959 se intentó repetir la operación. Así se rodó Soy Cuba durante 1962 (y mientras se desarrollaba la crisis de los misiles). Fue dirigida por Mikhail Kalatózov y fracasó estrepitosamente en los cines cubanos y también fracasó en los soviéticos. El resto del mundo ni siquiera se enteró de su existencia hasta que fue visionada por Martin Scorsese y Francis Ford Coppola, que apoyaron su regreso a las pantallas. La película cuenta con dos planos secuencia antológicos y varias secuencias memorables. Especialmente reseñada es la del funeral del mártir revolucionario.
Tras una introducción poética, la primera secuencia se desarrolla durante un concurso de belleza en el Hotel Riviera, mientras un grupo ejecuta un brillante (y decadente) rock and roll. También aparecen Los Diablos Melódicos (interpretando Loco Amor de Paul Anka) y Pello El Afrokán.
He visto muchas veces la película en video y en el ordenador, pero nunca en una pantalla grande. La oportunidad me llega en Soria donde se celebra el 21 certamen internacional de cortos que este año se ha dedicado a Cuba. Me gustan los cortos, lo bueno si breve dos veces bueno.
Soria es una ciudad muy manejable y el festival de cortos está lleno de sorpresas. He conocido a un cubano al que no le gusta bailar. Es un escritor, un director de cine y monologuista, se llama Eduardo del Llano y cuando pinchas un corto suyo en el Youtube lo primero que se ve en la pantalla es… Sex Machine.
Eso me recuerda un episodio de mis Tribulaciones de un DJ Flamenco. Estaba pinchando el Sex Machine de James Brown cuando se acerca a la cabina una dama que pregunta:
-¿No tiene algo más bailable?
-Defina bailable
-Más accesible.
-No, de eso no me queda.
Así que Eduardo no baila. Me consta que ser un cubano que no baila, es un atentado al cliché: un español que no torea, un gitano que no canta o un catalán que no baila la sardana… Le cuento que acabo de descubrir que proyectan Soy Cuba. Coincidimos en que es un delirio. Nos reímos.
-¡Ah! ¿es una comedia?, preguntan.
-Nooo. Volvemos a coincidir.
Eduardo del Llano tiene una serie de cortos que hablan de la vida cotidiana en Cuba gracias a la personal visión de un personaje, por lo general atribulado, que se llama Nicanor.
Playlist Flamenco Soy Cuba
Pepe el de la Matrona fue un cantaor de los pies a la cabeza. Aprendí a leer en frente de un colegio de pago, dijo un día socarrón. Aquí canta En La Habana Hice Una Muerte. En Madrid fue maestro de Enrique Morente y Carmen Linares en la peña Chaplin. En 1917 soltó una muy gorda a sus colegas de bar: Mañana me voy a tomar café a La Habana, y efectivamente vendió sus pertenencias y tomó un barco en Cádiz con destino a Cuba. No fue el primer flamenco que viajó a la isla. Se cuenta que Silverio pasó por la Habana antes de volver del revés el cante flamenco. Lorca pasó un periodo especialmente feliz de regreso del Nueva York de la crisis de 1929. Y así se forjó eso que llaman “cantes de ida y vuelta”, como si los demás cantes fueran estatuas de sal y no viajaran.
Martirio y Raúl Rodríguez llevan décadas conectando con el son de una manera dinámica. Escuchamos a Compay Segundo, Faustino Oramas El Guayabero y Ñico Saquito. Metemos a Bob Dylan entre medias, cuenta más o menos lo mismo y más o menos de la misma manera lo escuchamos con su mejor canción: Like A Rolling Stone. Cantes rodados tradujo Martirio, voodulería añadió Raúl Rodriguez. Haremos lo que podamos grita Raimundo Amador.
Los rumberos gitanos inventaron un nuevo ritmo adaptando los sones cubanos que también son de ida, porque vinieron de África, aunque los tambores hubo que fabricarlos allá mismo.
Peret viajó en las canciones de Ñico Saquito sin pisar Cuba y no sabemos cómo El Noy llegó hasta la canción de José Antonio Castañeda Maracaibo, al que conocimos en Madrid cuando era miembro de la Vieja Trova Santiaguera. Castañeda estaba trabajando de albañil cuando escuchó por la radio que Benny Moré había grabado su composición Maracaibo Oriental. En ese momento abandonó el oficio por el arte. Es lo que cualquiera puede interpretar como “ponerse flamenco”.
Hay canciones que iluminan la imaginación de varios continentes. Una de ellas es El Carretero de Guillermo Portabales, que nos la trajeron, de vuelta docenas de músicos africanos que siempre la consideraron como propia. Aquí la canta Manzanita.
Hay multitud de canciones maravillosas en la música cubana. Tanga fue compuesta por Mario Bauzá y grabada en 1949 por los Afrocubans de Machito con Charlie Parker y Flip Phillips en los saxos. El arreglo es tan prodigioso que te puedes subir en el mambo y viajar al futuro.
Me Pone la Cabeza Mala es la gran contribución de Los Van Van a la timba, la salsa que llevó más lejos los ritmos y contratiempos de la cubanidad.
El rock había explotado en Cuba casi al mismo tiempo que se produjo el cambio de sistema. Los Fakires interpretan Tequila con la misma ingenuidad de los pioneros del rock. Algo así se puede decir de Los Zafiros, un grupo difícil de imaginar. Hay que escarbar en toneladas de sonidos para encontrar los precedentes de Orlando Cachaito López y su Redención (el viaje llega hasta finales de los años 30 con Arcaño y sus Maravillas, charanga en la que militaban su padre y su tío y donde ambos se inventaron un mambo que nunca dejó de viajar).
Ahora viajar es fácil si tienes velocidad en el internet. Un día los raperos cubanos Los Aldeanos pillaron una canción del primer disco de Bebe y le metieron candela. La conexión fue tan inesperada que nunca lograron que trascendiera la colaboración como habían hecho Compay Segundo y Khaled, que abren la sesión. El cierre viene de la mano de Marc Ribot y del espíritu de Arsenio Rodríguez.
Playlist
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Gómez Gufi es crack