Ilustración de Sebastián Valbuena.

A finales de los años 60 el Nueva York latino era una caldera plagada de ofertas nocturnas. Decenas de establecimientos abrían sus puertas cada noche de lunes a domingo para ofrecer shows en vivo de conjuntos y orquestas que tocaban pachanga, mambo, boogaloo y latin soul. El trompetista Roy Román recuerda por lo menos 30 locales de baile y una nube de músicos en actividad, entre los que era muy complicado destacarse. El pianista Wayne Gorbea recordaba otros tantos a comienzos de los años 70, y en la revista Latin New York se publicitaban 16 clubes con música en directo y 20 discotecas de Manhattan, 5 del Bronx y 4 de Brooklyn en 1976.

Pero la música latina iba más allá. La salsa se escuchaba en los 60 restaurantes de comida española, cubana, puertorriqueña, mexicana, brasileña, argentina y chilena de la ciudad. Las academias de baile con lecciones de hustle y salsa iban al alza. Las tiendas de discos poblaban los alrededores de la línea 6 del Subway entre el South Bronx y el Down Town; incluso había una tienda en la concurrida estación de Times Square. Por si fuera poco, había 12 programas de radio especializados en el fenómeno musical de aquellos tiempos. Todo eso sin contar los 16 estudios de grabación a los que esa catarata de músicos acudía para tocar para otros y para ellos mismos.

Porque si algo caracterizó ese período musical fue la relación de la música latina con otras músicas. A diferencia de lo que El Libro de la Salsa de César Miguel Rondón promovió como una “verdad”, los músicos de salsa no vivieron encerrados en su ghetto y tratando de tocar música cubana a toda costa. Su estilo y su talento entró en contacto con el rhythm & blues, con el soul, con el rock y especialmente con el jazz. Earth, Wind & Fire era telonera de la Típica 73, Chick Corea era el pianista de Mongo Santamaría, y Johnny Pacheco tocaba con George Benson.

Todos compartían experiencias y los latinos enseñaban a los americanos a tocar las congas, en beneficio de fabricantes de instrumentos como Latin Percussion o de tiendas de instrumentos como Manny’s Music.

Pero la ciudad, al igual que la música se transformó. Nuevas modas llegaron, las casas discográficas fueron arrasadas por las multinacionales, el pop arrasó con todo a su paso, y la euforia latina se trasladó a ciudades como Miami, San Juan o Cali. ¿Porqué no siguió allí de la misma forma?, ¿porqué la salsa no trascendió de la misma manera que el hip-hop? Todo tiene una explicación económica, sociológica y cultural, aunque al final la respuesta siempre tiene que ver con una idea básica: una generación de grandes talentos coincidió en el sitio adecuado y en el momento adecuado. Esa es la idea que originó Where We Were Safe.

Preservar testimonios. Eso es lo más importante para el documentalista y periodista multimedia ecuatoriano Marcos Echeverría Ortiz. El proyecto que ha ideado se inscribe dentro del interés común por mantener viva esa memoria que tienen Pablo Yglesias con sus exposiciones sobre los diseñadores de carátulas, Elena Martínez con sus charlas sobre los salones del baile del Bronx, Gary Domínguez con sus encuentros de coleccionistas, Gladys Palmera con su colección, o Sergio Mondelo con sus documentales para televisión.

Where We Were Safe es un archivo continuo e interactivo de historia oral que se centra en recopilar memorias sobre los lugares perdidos y destruidos de la salsa en la ciudad de Nueva York, como salones de baile, clubes, tiendas de discos y espacio público. Al combinar el mapeo digital y la memoria cultural, este proyecto tiene el objetivo de reconstruir el espacio histórico y de recuperar el patrimonio cultural de estos sitios a través de un enfoque social, racial y cultural que alimentó la experiencia latina en la década de 1970.

Aunque este proyecto ubicó más de un centenar de lugares, la primera etapa de este archivo se concentra en ocho de ellos: Casa Amadeo Record Store y Orchard Beach en El Bronx, Club Corso y Chez Jose en Manhattan, Bethesda Fountain y las rumbas en Central Park, The New Rican Village en el Lower East Side, The Village Gate en Greenwich Village y Hotel St. George en Brooklyn. 

Echeverría explica que este archivo también funciona como un documental interactivo y tiene tres secciones importantes de navegación.

El primero es un mapa que reconstruye la imagen de una escena salsera que ya no existe. Para este proyecto era fundamental elaborar una representación visual de lugares icónicos para la historia latina que han sufrido un proceso de eliminación y olvido en Nueva York. A través de él se puede acceder a la historia y a los testimonios sobre estos espacios.

La segunda sección son los personajes. Como un proyecto de historia oral, es imperativo evidenciar las voces que construyen este archivo y que tejen una conversación comunitaria sobre la importancia histórica de estos lugares. En medio de la crisis de la Covid-19, más de 18 participantes directamente involucrados en la escena salsera desde la década de los años 70, como músicos, bailarines, académicos, periodistas, fotógrafos, videógrafos, DJs, porteros de clubes y fans, fueron entrevistados a través de llamadas telefónica, chats de video y algunas grabaciones en vivo.

Entre los personajes entrevistados están los periodistas Gerson Borrero y Aurora Flores, los fotógrafos Máximo Colón, Robert Iulo y Ricky Flores, el videógrafo Orlando Godoy, la DJ Carmen Cepeda, el productor Robert Gotay, el manager Arnie Segura, el “young-lord” Mickey Meléndez, la bailarina Daisy Fahie y Luis Berríos, el rumbero del Central Park Félix Sanabria, el compositor y vendedor Miguel Ángel Amadeo, o los músicos Ángel Papo Vásquez y Pete Bonet. Vendrán más.

Finalmente, en la memoria de la comunidad estaban presentes siete dinámicas que comúnmente se desarrollaban en los lugares de la salsa. Como un proyecto que archiva la historia de la resiliencia Latina en Nueva York, la tercera sección organiza los testimonios a través de temas de resistencia cultural como integración racial, organización política, orgullo latino entre otras.

Como una pieza mediática digital, el archivo tiene el objetivo de facilitar el acceso de la historia latina en Nueva York. Así mismo, incentiva la discusión de como comunidades Latinas y migrantes sufren el constante desplazamiento en una ciudad mutante e hiper gentrificada.

Pero hay una cosa clave en todo esto. Echeverría deja el proyecto abierto a quien quiere participar con su testimonio. Estamos más que felices de poder escuchar, grabar y preservar tu voz, anota en la sección correspondiente. Y esto es algo que se nota mucho a través de las redes sociales: gente que vivió aquel tiempo y tiene algo que contar.

No hay mejor forma de mantener viva una página tan vital de nuestra existencia musical.

El Corso, el Copacabana, el Chez José, el 3 and 1, el Palladium... Todos tuvieron una canción. Hay muchos que no, pero la idea es hacer un recorrido musical por aquellos lugares míticos y la ciudad donde vivieron su gloria.

Playlist

1. Arsenio Rodríguez - El Elemento del Bronx
00:00:02
2. Machito and his Orchestra - Spanish Harlem Express
00:02:55
3. César Concepción - Mambo en el Palladium
00:07:45
4. Tito Puente and his Orchestra - Harlem Nocturne
00:11:03
5. Cal Tjader Quintet - Lullaby of Birdland live
00:13:39
6. Larry Harlow - Chez José
00:20:06
7. The Lebron Brothers - Village Chant
00:24:01
8. Pete Rodríguez - 3 and 1
00:27:31
9. Charlie Palmieri y La Duboney - Bronx Pachanga USA
00:31:23
10. Ray Barretto - Fiesta en el Barrio
00:33:52
11. Fania All Stars - Red Garter Strut
00:36:32
12. Johnny Pacheco - Corso y Montuno
00:38:35
13. Bobby Rodríguez y La Compañía - Sonero del Barrio
00:44:20
14. The Bad Street Boys - Copacabana
00:51:39
15. Willie Colón - Camino al Barrio
00:57:51
16. Charanga 76 - Manhattan
01:01:22
17. Paquito D'Rivera - Manhattan Burn
01:06:34
18. Bobby Matos - Bronx Trane
01:13:00
19. Jorge Dalto - Spanish Harlem
01:19:01
20. Wayne Gorbea - Fiesta en el Bronx
01:26:10

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