Agustín Lara

ID Colección: 2233
Formato: Fotografía
País origen: México
Año: 1941
Featuring:
Agustín Lara - Piano, Compositor(a)
Descripción:

Poco antes de esta fotografía, el músico poeta Agustín Lara había visitado París y, por segunda vez en siete años, después de un primer intento fallido, había vuelto a La Habana para cumplir un contrato con la radio Cadena Crusellas, consiguiendo esta vez mucho más éxito. Fue entonces la ocasión de una entrevista realizada por el periodista Don Galaor y publicada el 4 de junio de 1939 por la revista Bohemia. De cigarro en cigarro, el genio mexicano, marcado por casi un año de bohemia en París, contó su admiración por la Ciudad Luz y reveló cuál fue su primera composición y cuáles eran sus intérpretes favoritos.


Aquí en este apartamento del Vedado que ha ocupado Agustín Lara, con portal y jardín, y muebles de mimbre, se puede hablar tranquilamente. El famoso autor de Farolito, de Amor de mis amores y de Noche de Ronda, es un conversador interesante. Su palabra es serena, anecdótica, y tiene sabor de nostalgia. Lara es un nostálgico y eso está latente en sus canciones. Cada recuerdo, cada emoción sabe él traducirlo como nadie en ritmo fácil, en poema musical. Cuando llegué a visitarlo para que habláramos para esta interviú, el maestro se entregaba al recuerdo, dejando deslizar sus manos inquietas y nerviosas por el teclado de piano. Yo le dije:

- Eso que usted tocaba maestro, tiene sabor a París…

Y él, entre sonriente y grave, fue diciéndome:

- París, divina palabra que se pronuncia con el corazón y que se escribe con letras del espíritu…

- ¿Trae usted buenas impresiones de París?

- París es crisol del arte, paraíso de la bohemia, ciudad donde se afinan los sentidos hasta el paroxismo, y en donde se agiganta la sensibilidad hasta el deleite. Yo creo, Don Galaor, que todo hombre que guarda dentro de su ser un poquito de ensueño, lleva consigo la inquietud de París. Yo llegaba a México después de haber hecho en California la música para El embrujo del Trópico, y con esa sed de aventuras que me ha devorado desde niño, sentí más que nunca el deseo irrefrenable de conocer París. Don Emilio Azcárraga, ese hombre prodigio de energía, dinamismo y esplendidez que maneja los negocios más grandes de Radio en México, proyectaba también su viaje a Europa y fomentó en mí con su ayuda espiritual y económica la idea del viaje a Francia, en donde nos reuniríamos a su tiempo. Además, yo contaba con la ayuda del general Cárdenas, Presidente de mi país, que es un gran hombre y un gran presidente. Así las cosas, todo fue obra de unas cuantas horas. Mi conocimiento del idioma, y mi pequeña cultura me sirvieron de mucho.

Lara se queda un momento en silencio. Yo le dejo coordinar sus pensamientos. Después pausadamente, emocionándose a medida que habla… sigue su peroración:

- En París, después de los aciagos días de septiembre, en el que el destino parecía suspendido de un hilo, la suerte me acompañó. Hice radio, en español y en francés. Trabajé en Sherezade, acompañando a Leo Marjane, la sensación artística del momento, mujer de origen ruso que domina cuatro o cinco idiomas, y en quien pude encontrar la intérprete soñada por mi corazón para cantar las cosas de mi espíritu. A ella le debo los aplausos de Francia. A ella también el haber ido a Niza durante el Carnaval y haber hecho con ella en Tabarín, donde se congregan los más célebres números de París, una temporada preciosa a base de tres canciones mías, dichas en español: Amor de mis amores, Farolito y Noche de ronda… ¡No puedo hablar de París sin que mis ojos se llenen de lágrimas!

Y para justificar esta emoción, sigue hablándome, mientras se pasea a lo largo del portal:

- No sé qué cosa es recordar esas noches inolvidables de Montmartre. No sé qué extraño encanto tiene para mí la evocación del Casanova, del Montecristo, del Boule Noire, en donde germinó esa Java mía que se quedó en París como una muchacha olvidada y tristona… ¡Cuántas cosas bellas me ha dado París! ¡Qué cantidad de arte me ha dejado en el alma! ¡Qué maravilla de cultura y qué preparación hay en ese pueblo de Francia! ¡Es preciso vivirlo, sentirse, meterse dentro de él y contagiarse de su misma grandeza!

- ¿Le ha inspirado muchos motivos musicales París?

- ¿Qué voy a decirle de mi música hecha en París? ¡Que apenas es un tributo pequeñísimo para esa gran ciudad que es, nada menos que la capital del mundo!

- ¿Cómo trabaja usted, maestro? ¿Cómo concibe esas melodías que tan emocionalmente se adueñan de todos los gustos?

- Voy a decirle: se cuentan tantas y tan raras leyendas de mí, acerca de esto, que me parece su pregunta oportunísima, ya que me proporciona la ocasión de sincerarme con el público. Contra todo lo que las gentes han inventado a este respecto, voy a decirle que en mí, lo más natural es producir una canción: con esto quiero significarle que no necesito, como muchos creen y hasta aseguran, de recurrir a medios artificiales para plasmar en música y en palabra un sentimiento mío. ¡No, Don Galaor! El proceso anímico de mi canción es enteramente natural. Mis pobres melodías y mis humildes versos son producto de mi alma. Usted es muy galante al decirme que mis cosas se adueñan de todos los gustos. Creo que exagera un poco. Algunas tienen suerte, otras pasan inadvertidas, pero modestia aparte, el público, a quien le debo todo lo que soy, ha sido extraordinariamente generoso conmigo.

- ¿Recuerda usted alguna canción suya que haya fracasado?

- Gracias a Dios, ninguna.

- ¿La música inspira al poeta en usted, o son los versos los que inspiran su música?

- La idea literaria y el dibujo musical, llamémosle así, vienen generalmente al mismo tiempo.

- ¿Cómo sintió usted la necesidad de escribir su primera canción?

- Por contagio. Se celebró un concurso de canciones en el Teatro Lírico de México. Guty Cárdenas, que fue mi amigo entrañable e inolvidable, triunfó con su canción Nunca, que cantaba maravillosamente el trío Garnica-Asencio. Yo escribí entonces mi primera canción: se titulaba Yo sé que es imposible que me quieras.

Una pausa que aprovecha el músico poeta para encender un cigarrillo.

La interviú continúa en este orden:

- ¿Usted nació en el mero México?

- No. Yo nací en Tlacotalpan, estado de Veracruz.

- ¿Cómo vive usted, Agustín Lara?

- ¿Que cómo vivo? Pues… algunas veces de milagro. Otras, como todo un señor, y casi siempre ¡del aire, Don Galaor!

- ¿Cuáles son sus canciones que más le satisfacen?

- De verdad: la canción que ha de satisfacerme plenamente, aun no la escribí.

- ¿Cuál de los intérpretes de sus canciones cree usted el más completo?

- No quiero herir susceptibilidades, ¿comprende? Pero si usted me promete ser discreto, le diré que, en mujeres, y cada una en lo suyo, Toña La Negra, Ana María Fernández, Elvira Ríos y Graciela Naranjo, esta última venezolana, me satisfacen de manera incomparable. Y, en cuanto a los del sexo feo, muchos artistas hay que me hacen el honor de cantar mis canciones. Pero aquí, entre nosotros y que nadie lo escuche, el que más me gusta es Pedro Vargas.

- Entonces, ¿no lo publico?

- Será mejor. Guárdeme el secreto.

- ¿Qué se propone hacer en La Habana, por los micrófonos de la Cadena Crusellas?

- Dar todo lo que humanamente sea posible para complacer al público cubano. No escatimar ningún esfuerzo para llegar a dejar una buena impresión en esta tierra linda que, como sentí en el mensaje enviado a la Cadena Crusellas, es la hermana gemela de mi cielo, la dulce patria que me brinda su tropical regazo, para dejar en él, como un collar de besos, la lírica ofrende de mi corazón mexicano.