A propósito del fallecimiento del sonero venezolano Juan Jhonny Pérez vuelve al tapete la historia de la Sonora Caracas. Y nadie mejor que el periodista y melómano venezolano Gherson Maldonado para hablar de ella. Eso, si, con la inestimable colaboración de una de las grandes especialistas en música del Caribe que ha habido siempre, Lil Rodríguez.

Rodeada de un aura de misterio, discografía esquiva, y un atractivo especial como pionera de los grupos de son en Caracas. Por un buen tiempo fue la plataforma musical de no pocas giras y grabaciones locales a luminarias de la música caribeña, cuando nos visitaban en la época dorada de la radio e incipiente televisión. Avalada con más de un centenar de inmortales grabaciones, que van desde algunos de los primeros registros al acetato de Celia Cruz, hasta Daniel Santos y su tema prohibido por una conservadora iglesia católica.

Al contrario de lo que opinaban algunos críticos para la época, no era una mala copia de su tocaya matancera. Comenzaron bajo la estructura de un septeto, y posteriormente en su época dorada se abstuvieron de usar los coros nasales; manejaron una estructura de tres trompetas, un claro martillo del bongó acompañado de las congas. Fue una agrupación con personalidad propia y que sirvió de escuela para algunos de los directores de orquestas más importantes de las venideras décadas en nuestro país.

En septiembre de 1933, la capital venezolana se sacudió musicalmente con la visita del Trío Matamoros, famosas estrellas de cine y del disco, quienes en sus veinte días contínuos en el prestigioso Teatro Ayacucho, alborotaron con su sones y boleros a una bucólica Caracas, que al momento de emprender viaje por el occidente de nuestro país, dejaron sembradas las semillas de los primeros conjuntos de son en Venezuela.

Quizá la Sonora Caracas fue la primera agrupación de sones que trascendió a través del tiempo en esta tierra de gracia, formada en plena dictadura de Juan Vicente Gómez (1908-1935), inicialmente bajo el formato de septeto y el liderazgo del guitarrista Alberto Machado. Lo secundaban su hermano Guillermo en la marímbula, Jacobo Espinoza como cantante, Carlos García en los bongoes y Johnny Pérez en la guitarra; ensayaban en las esquinas de Rosario a San Roque, cerca del Nuevo Circo en la casa de la paciente madre de los Machado.

Sobre su fecha de fundación se han tejido diversas versiones. La primera referencia hemerográfica es un anuncio de prensa para los carnavales de 1938, fechada el 25 de febrero, anunciándose como “Sonora Caracas 1938” en “Le Canari” frente al Teatro Caracas.

En la década de los 40, pasaron por la Sonora Caracas grandes músicos que adquirieron un nombre mayúsculo dentro del movimiento orquestal de Venezuela: Jesús Chucho Sanoja, Aldemaro Romero, Leonardo Pedroza, Carlos Guerra, Jacobo Espinoza, Stelio Bosch Cabrujas, Carlos Emilio Landaeta y Johnny Pérez, entre otros.

Posiblemente a mediados de los 40 dejó de funcionar la Sonora Caracas por motivos que desconocemos, para luego aparecer nuevamente como la “Sonora Caracas 1948”.

Esta segunda agrupación (Sonora Caracas 1948) contaba con una estructura de tres trompetas: Carlos Guerra en la primera, T. Landáez en la segunda y Pedro Báez en la tercera trompeta, además de Alirio Ramos en el contrabajo, Elías Carmona como pianista, E. Tejera guitarrista, Jesús Marcano cantante melódico, Johnny Pérez guarachero y Carlos Emilio Landaeta tumbador y representante.

En octubre de 1948, se realizó la famosa visita de larga temporada a nuestra capital de unas voluptuosas bailarinas cubanas, entre las que estaba Celia Cruz. Aún faltaban dos años para consagrarse con la Sonora Matancera.

No fue con la Sonora Caracas sino con la Leonard Melody, en donde Celia, en ese viaje de 1948, dejó las siguientes grabaciones bajo la dirección de Leonardo Pedroza: La Mazucamba, Quédate Negra, Mambé y El Cumbanchero. Con Luis Alfonso Larrain grabó: Morumba, Comparsa Barracón, Rareza del Siglo y Se Acerca la Comparsa. Pero entonces queda el interrogante: ¿grabó Celia con la Sonora Caracas?

A pesar de que no han aparecido las grabaciones con la Sonora, hecho que sí ha sucedido con las otras dos orquestas, el testimonio de varios de los testigos y músicos presentes en esas grabaciones permiten comprobar la existencia de la misma. Johnny Pérez comentó: “Celia se presentaba en el Nuevo Circo. Y había un señor, este… Piñita, que tenía la agencia de música que quedaba al frente de Radio Caracas, la agencia de música. Por supuesto los músicos iban mucho ahí. Entonces, por medio de él fue que habló con Celia para que hiciera la grabación con nosotros”. Jesús Marcano fue más específico y enumeró los temas: “Bueno, tuvimos el honor de grabar con Celia Cruz, grabamos en los altos del Teatro Nacional, los temas: Un Poquito de tu Amor, Quejelengue, Rumba y Columbia, y Pa’ Gozá”.

Carlos Emilio Landaeta Pan con Queso se refiere a Celia en su inédita autobiografía, y nos confirmó que las presentaciones de Celia en diciembre de 1949 en el Cine Anauco, pertenecen al período en que se quedó viviendo en Venezuela: “Celia grabó con nosotros en la Sonora Caracas, pero un cubano se llevo las matrices; no se supo nunca más de él… ella terminó su contrato y regresó a Cuba en el año 50…”.

La década de los 40 finalizó para la Sonora Caracas con una serie de presentaciones. En los carnavales de 1951 alternaron algunos bailes durante la primera visita de Dámaso Pérez Prado en el Hotel Ávila. En esa época también realizaron otras grabaciones con el Dúo Espín-Guanipa para el sello Seeco.

En 1955 y con la escandalosa cifra de 2.000 dólares diarios, sin contabilizar, pasaje, hotel y comida, nos visitó la Sonora Matancera con Celia Cruz, Celio González y Carlos Argentino, presentándose en el Club Las Fuentes, Coney Island, y la Sonora Caracas le sirvió de anfitriona con sus cantantes Jesús Marcano y Johnny Pérez en el Teatro Libertador de Maiquetía el 20 y 21 de febrero de 1955.

Junio de 1955. Mientras Billos retoma algunos éxitos del siglo pasado, tales como La Pelota de Carey y Volvió el Charlestone, una negrita de 16 años llamada Rogelia, participa en un programa radial para aficionados, no amilanándose de una primera derrota y una gran rechifla, en la cual resultó ganador Luisín Landáez. A la siguiente semana y gracias a los muchachos de la Sonora Caracas, Canelita Medina sale airosa y comienza exitosamente a formar parte de la Sonora hasta 1964, complementando el trabajo de Jesús Marcano y Johnny Pérez.

Al siguiente carnaval, en la prensa se anuncia un famoso mano a mano entre la Sonora Caracas y la Sonora Matancera, nuevamente en el Teatro Libertador de Maiquetía, para el día 16 de febrero de 1956. Canelita a través del tiempo alcanzó por brillo propio una radiante carrera como cantante con Federico y su Combo Latino, para aterrizar veinte años después exitosamente con el Sonero Clásico y su propia agrupación.

En el año 1957, La Sonora Caracas realizó unas 36 grabaciones para el sello Discomoda, con el complemento de los registros de Bienvenido Granda. Otras con Rubén Osuna, Juan Polanco, Víctor Piñero, Pablo de Lara, Alberto Beltrán, Carlos Torres, Rodrigo Soto y de un personaje de primera línea, quien se encontraba viviendo entre nosotros por un año aproximadamente, El Inquieto Anacobero Daniel Santos.

En una entrevista que realizamos junto a Alejandro Calzadilla, Johnny Pérez nos comentó de la grabación dedicada a José Gregorio Hernández con Daniel Santos, en donde se destacó la ejecución al órgano de Rafael Muñoz y que prohibió en ese momento la todopoderosa iglesia católica.

El año 1958, de grandes cambios políticos en Venezuela, terminó afectando a los venideros carnavales en puerta. Sin embargo, no impidió algunas grabaciones de la Caracas, la que alcanzó 16 registros con cantantes invitados especialmente venezolanos.

La agrupación continúo sus presentaciones en bailes de distintos sitios de la ciudad, además de diversas giras al exterior, especialmente a Curazao, a donde viajaron varias veces. Sin embargo, en un análisis de las diversas agrupaciones de bailes existentes en la ciudad, publicado en el diario El Mundo en marzo de 1961, se referían a ella “como una agrupación que ya no tenía actualidad musical”. Ya venía en decadencia esta agrupación, pionera de los grupos de son en Venezuela, escuela para una serie de músicos y que sirvió para acompañar a grandes luminarias del exterior cuando nos visitaban.

Cumplieron toda una época dorada en la música popular, durante toda esa extensa trayectoria que se mantuvo hasta los carnavales de 1964, cuando acompañaron a Fajardo y sus Estrellas y se presentaron en el Valentín Club, en donde hacia sus primeros pasos un pianista muy joven y flaquito, cuyo talento llevó a Johnny Pérez a verlo tocar con la Sonora. “Mira vale, parece una culebrita”. Es el mismo pianista que mantendría esa calidad y el sobrenombre al convertirse algunos años después en el famoso Enrique Culebra Iriarte.

En el ambiente musical caraqueño quedó un vacío extraño con la partida de Johnny Pérez. No es que se fue un músico: es que se fue un sabio trabajador, artífice anónimo de mucha sabrosura, y memoria a la que ya no se podrá consultar en vivo y directo.

Con esa pérdida, la evocación de la Sonora Caracas se hizo actualidad en muchos. Ojala sea por bastante tiempo y sirva para seguir desempolvando historia de la buena.

Gherson Maldonado & Lil Rodríguez.

Deja tu comentario